viernes, 20 de febrero de 2009

Epílogo

Di algunos pasos y me detuve...

Sentía que algo estaba inconcluso. No sabía bien que era porque el viaje había sido más que completo. Di media vuelta y vi que Stephane no se había movido de su lugar y miraba la pantalla de los vuelos, como sin saber qué hacer.

Yo sabía que yo quería volver a mi país... él no.

De repente recordé como Stephane había estado siempre de acuerdo en ir a los lugares que yo necesitaba. El torneo de sumo, los trabajos de agricultura, la lechería, etc.
También me di cuenta el gran esfuerzo que había hecho a adaptarse a mi menor presupuesto. Adaptarme durante solo una semana al presupuesto de Junnet había sido muy difícil para mi. Stephane lo había hecho durante 10 meses.

Mas allá de sus defectos, sentí gratitud, y agradecí el darme cuenta que era buena persona...


Y agradecí todavía más haberlo conocido y haber compartido con él este viaje.

Respiré profundo y volví..

- Ya sabés adónde vas a ir? - pregunté
- Eh... no, todavía no...

Hubo un silencio de algunos segundos hasta que finalmente dije

- Querés venir a Argentina conmigo?
- ... a Argentina? Te parece?
- Sí... por qué no? Te podés quedar en mi casa, además estoy seguro que mi familia y mis amigos van a estar encantados de conocerte.
- Te parece? – me volvió a preguntar y se quedó pensando hasta que finalmente exclamó con un nuevo brillo en la mirada.
- Sí!... por qué no?
- Entonces vayamos a ver si hay pasajes en mi avión o con otra aerolínea.

Y fue así que Stephane tomó su valija con rueditas y fuimos juntos a comprar el pasaje para Argentina.

Mientras que nos dirigíamos a comprarlo, mi buen amigo preguntó


- Y después de Argentina adónde vamos?
- Egipto – respondí
- Y en 2010 Sudáfrica – agregó él
- Exacto... y después? – y tras una pausa respondimos riendo y al mismo tiempo
- LA LUNA!!


Yo sonreía y sonreía, ahora el final estaba abierto y por ende estaba completo.
Ahora solo sentía una tranquila y relajada felicidad, porque sabía que el viaje todavía no terminaba, y lo mejor de todo...

...nunca terminaría.

.



Final del Viaje

Llegué al Aeropuerto Internacional de Delhi el jueves 19 de febrero a la noche. Como mi avión era a las 11 am del viernes, y realmente estaba aterrado de perderlo fui un día antes con la intención de pasar la noche en el aeropuerto.



Me senté con todas mis cosas (que en ese entonces eran realmente muchas) y armé campamento. Saqué mi bolsa de dormir e hice como una fortaleza de valijas y bolsas.

El viaje estaba a solo unas horas de terminarse…


Habían pasado 11 meses desde mi partida de Argentina, allí cuando todo comenzó, y todavía no podía identificar si todo este tiempo viviendo en Nueva Zelanda y recorriendo Asia había sido eterno como el mar o había sido fugaz como una cañita voladora de 2 pesos.


Lo que si podía afirmar es que había conocido mucha gente interesante. Al fin y al cabo todos tenemos algo de interesante.


Entre ellos tuve el placer de cruzarme con Stephane, María, Antoine, Ben, Siva, Junet y tantos más de los que no pude hablar pues las tardes son finitas y los dedos son diez.


Y hablando, trabajando y conviviendo con la gente que se conoce, a veces uno puede llegar a sospechar los motivos por los cuales cada una de estas personas realizaba un viaje. Y como me gusta hacer rankings, listas y claves, hice una categorización llamada:


“Clasificación de viajeros”


Obviamente no es una escala discreta y obviamente tampoco conocí tanta gente como para definir estas 4 categorías con autoridad veraz, pero bueno, es mi humilde contribución al mundo de la ciencia amateur e inservible.


Los grupos son:


1) Los que viajan para divertirse: estos se trasladan lejos de su entorno para conocer gente, tomar mucho alcohol, fumar porro, tener sexo y dejarse llevar por la locura y el descontrol. Ejemplos de este grupo son María, las Gallegas y algunos de los ingleses.


2) Los que viajan para ganar plata: la principal prioridad de este grupo es trabajar y ahorrar. Estos hacen un gran esfuerzo y lo que más quieren es volverse a su país. No les interesa el tipo de trabajo, ni aprender ni hacer amigos. Solo la plata. Generalmente se mueven en grupos cerrados de la misma nacionalidad. Ejemplos: algunos de los chilenos y brasileños con quien viví, Abdi y el supervisor checo.


3) Los que viajan para aprender: aquí generalmente la prioridad es el inglés, agronomía o turismo (las dos cosas que mejor se pueden estudiar en NZ). A diferencia del grupo anterior, este trata de relacionarse con gente de otros países más que con compatriotas. Aquí sí es importante cual es el trabajo y la plata (si bien no es indiferente) no es prioridad. En este grupo estábamos Juan, Antoine, Carla y Malena (nuestras compañeras de la facultad) y yo



4) Y finalmente (el grupo más loco) los que viajan para irse de su tierra. Aquí muchas veces hay un disparador que cataliza el viaje: puede ser la muerte de un ser querido, la ruptura con la novia o novio (muy común) o sencillamente una revolución interior por falta de comodidad en la personalidad actual que hace replantearse las cosas.


En este grupo no es raro ver jóvenes gays que viajan para salir del closet ya que en este caso manifestarse gay no representaría un cambio, sino una cualidad de antemano.

- Yo no me hice puto – me corrigió una vez un amigo – yo fui puto toda la vida.

Imposible describirlo mejor.


Este grupo no persigue con determinación, ni el dinero, ni la joda, ni aprender ni nada concreto, solo viajan y recorren en busca de un lugar que lamentablemente no está en ninguna parte y está en todas partes al mismo tiempo.

En este grupo se encontraban Siva, Ben y Stephane…

.. y quién sabe si en cierta medida yo también no estaba ahí.


...y quién sabe si en cierta medida, no estamos todos un poco ahí.


Pensando sobre eso me clavé un combo en el Mc Donalds del aeropuerto (vegetariano!) y luego fui a mi precario refugio y me dormí.


Al día siguiente me desperté y vi que Stephane estaba sentado en un banco a unos 50 metros. Si no me vio o se hacia el que no me veía, nunca lo sabré. Me puse los pantalones y lo fui a saludar.


- Fizu!!! – exclamó demasiado contento cuando me vio.


Fuimos a desayunar y me dijo que por unos problemas no me podía decir donde había estado y me pedía mil disculpas por eso.


Yo sabía donde había estado… por una amiga en común de Facebook me había enterado que había viajado a Corea. Se fue a ver la chica que le gustaba que habíamos conocido en Bali.


Yo le conté sobre mi viaje y las cosas que había hecho y él me contó que iba a seguir viajando un poco más. Que talvez iría a Nepal a ver el Everest y luego talvez el Tibet. En abril tenía que volverse a Francia porque tenía un casamiento.


A veces uno conoce personas por un día y eso alcanza para saber más o menos como son.


A veces uno conoce personas por un mes, y eso alcanza para hacerse amigo.

Y en este caso, yo había conocido a Stephane por casi un año. Todos los días trabajando y viviendo juntos.Eso alcanza para muchas cosas.

Lo conocía en profundidad. No sabía cual había sido su trabajo en Francia antes de partir, pero lo conocía a fondo. Sus inseguridades sobre el status y la apariencia. Su devoción para con las mujeres. Sus fantasías con la realeza y su gran nacionalismo.


Eran las 9 y tenía que ir a hacer el check in. Me levanté y lo palmeé en el hombro

- Adiós Stephane… fue realmente un gusto conocerte – y estaba siendo totalmente sincero.

- Adiós Fizu… fue un placer haber viajado con vos.


Sonreímos y nos dimos un abrazo. Stephane era mentiroso, medio torpe, casi garca con las minas pero era buen pibe. Era mi amigo. Y yo lo quería.


Tomé todas mis cosas y me dirigí al check in.

Me sentía muy contento y agradecido. Si bien no me había hecho millonario como teníamos planeado con Juan, fue un viaje muy lindo y salió todo bien. Sí, ya se, me estafaron y me cagaron más de una vez, pero por suerte nunca me enfermé, no perdí el pasaporte y nunca me morí.


Qué más le puedo pedir a Nueva Zelanda? Un país impecable y tan amable que me dio tanto. Me dio a Ashburton y el trabajo en la montaña de papas con Juan, Ben y mi hermosa y malvada María. Luego me dio la oportunidad de vivir una aventura adolescente con nuestra camioneta Amazing y recorrer el país entre amigos y con las gallegas fiesteras.


Si bien fue sufrido, no puedo dejar de agradecerle por presentarme las plantaciones de Kivis, donde conocí la amistad y la traición de Siva y a Grandma, aquella viejita solitaria que en ese momento ha de estar sentada en un sillón mirando la novela de la tarde, en su casa o en el cielo, no sé, pero seguro que mirando la novela.


Nueva Zelanda me invitó a la granja de los Paterson, quien en este momento han de estar recogiendo huevos de sus gallinas biodinámicas o haciendo un esfuerzo valiente y admirable de educar a un chico con problemas y evitar que se meta el dedo en la nariz.


Luego conocí Blenheim, la ciudad de los viñedos, donde compartí una lucha con decenas de muchachos que hoy han de estar diseminados por todo el mundo, recordando con humor lo mal que la pasamos y cómo nos explotaron.


Como olvidar también aquel mes de lluvia en Kaituna Valley, con Nadine y Tonga?


De seguro, jamás voy dejar de agradecer de haber conocido a Tony, mi mentor granjero, quien despertó mi vocación e impactó en mi vida de una manera inimaginable. Me pregunto cómo estará mi vaquita preferida Bruna? Y me pregunto si se acordará de mí.


Gracias a la prosperidad y oportunidades de Nueva Zelanda pude realizar un salto cósmico a Asia y ver países que no había considerado que podía ver, y conocer a Mem.


Mem… aquella chinita tan dulce y frágil quien me regaló la increíblemente hermosa sensensación de saber que existe alguien en Asia a quien le importo.


E India, donde vi que no hace falta mucho para sonreir, excepto mover dos músculos de la cara.


Y finalmente sentí agradecimiento por haber conocido a Stephane, con quien compartí la travesía.


El viaje estaba solo a unos pasos de terminarse.


Cada paso que daba me acercaba un poco más a mi destino, que era el origen..


Y como siempre, a veces con muy poco, uno se da cuenta de cosas lindas e importantes.


Con solo irme un año, descubrí que estaba contento por volver. Y si estaba contento por volver significaba que existía la posibilidad de vivir feliz en mi tierra.


De repente me sentí muy afortunado de tener un lugar en el mundo y me sentí agradecido de que allí me dirigía…


Cada paso que daba estaba un paso más cerca de la tibieza de mis cosas,


más cerca del amor de mi familia,


más cerca de la risa de mis amigos,


...y más cerca de mi hogar.




FIN DEL BLOG


...

..

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jueves, 19 de febrero de 2009

Capítulo 51 “Ultimo Destino: La India” Segunda parte


Después de pasar unos días en Bengalore, fui nuevamente con todas mis cosas a la estación de tren. Si bien mi idea inicial era ir a una ciudad llamada Hampi, no pude hacerlo puesto que no había trenes para ese día y para tal destino. Luego encontré uno que iba a un pueblo llamado Hubli del cual no sabía nada, excepto que quedaba hacia el norte. Y como el pasaje era barato, y podía pasar la noche en el tren y ahorrarme el hotel, no lo dude. Hice la cola y dije


- Un boleto para soñar, por favor.

- Uno para Hubli, sale... Ida y vuelta, Sr? – preguntó el empleado

- No…este es un viaje sin retorno.


La razón por la cual no sabía nada de Hubli es porque efectivamente en Hubli no hay nada. Es un pueblo chiquito, sin templos, sin fortalezas, sin Pirámides ni Colosos.

Es solo una estación de tren, con algunas calles y unos pocos negocios.

Después de acomodarme en uno de los mejores hoteles (este pueblo era muy barato) me bañé, me acicalé y salí a comer.


Entré a un restaurante que se me hizo bonito y saqué mi cuaderno donde llevaba cuentas de mis gastos y escribía mis anotaciones.

Lo que vino a continuación es difícil de escribir como así también es difícil de creer.


Todo sucedió así:


Se acercó el mozo, me dio el menú y como era temprano y no tenía nada que hacer me tomé más media hora en leer las opciones para finalmente ordenar.

Llegó el plato y mientras comía anotaba qué cosas tenía que hacer, cuánta plata me quedaba, etc. Cuando terminé me quedé mirando mis apuntes distraído.


- Todo en orden, Sr? - dijo el mozo que me venía observando desde hacia un rato.

- Sí, todo bien – y después de unos segundos este volvió a preguntar

- Disculpe que lo moleste, pero ud. es critico gastronómico? (increíblemente 100% textual)

-Qué?!...- no es que me guste mentir, pero no sé porque rápidamente agregué – Sí, sí, escribo para un sitio en Internet.

- para Internet? Es un website? – preguntó excitado el mozo

- Claro, escribo para un sitio de viajes y de gastronomía (ahora no muy lejos de la verdad)… y debo decir que tanto la comida como el servicio fueron excelentes.- le dije haciendo un exagerado tic en mi cuaderno


Después entendí por qué el mozo había pensado eso. Para empezar apenas llegó la comida, como me parecía un plato con muchos colores le saqué una foto. Y luego, por momentos, mientras escribía y masticaba, hacía pausas y me quedaba mirando la nada pensado sobre cualquier cosa, y realmente parecía que estaba degustando intensamente el plato o tratando de adivinar los ingredientes.


El mozo contento de la vida fue rápidamente a hablar con el cajero (o el dueño, no sé) y este se acercó con dos mozos más y me empezó a hablar de su restaurante y de lo bueno que era. Sobre cómo el elegía productos frescos y usaba agua mineral para cocinar (esto ni él se lo creía).


Charlamos un buen rato y después de contarles cómo es la cocina en Argentina (carne con carne con dulce leche), el cajero me pidió que le escribiera la dirección en donde saldría el artículo y en un principio le iba a dar el de Tachdaun, pero luego lo pensé mejor y le escribí la dirección del blog, explicándole que la nota saldría en un par de meses (tampoco lejos de la verdad).


El tipo lo leyó.


- Fizu Kiwi?

- Claro, Fizu porque ese es mi nombre… y Kiwi porque… es un sitio de cocina!


Si me quedaba alguna duda de que ellos no me estaban tomando el pelo a mí, estas se esfumaron cuando el cajero me dijo que no tenía que pagar y que la casa invitaba.


Eso fue lo más cerca que estuve de un infarto.


De todas formas, en mi papel de exitoso crítico gastronómico dejé una propina de 100 rupias, que era más o menos lo que había gastado.


Considerando aquel suceso pensé que si perfeccionaba mi actuación e impostura talvez podía comer gratis por el resto del viaje (o talvez por el resto de mi vida!), así que varias veces fui a restaurantes y sacaba fotos de la comida y escribía y me hacía el catador de agua e intentaba por todos los medios parecer un critico. Un día, hasta dije sutilmente


- Soy crítico gastrónomico.


Sin embargo nunca más se lo creyeron y nunca más pude evitar pagar la cuenta.


Después de pasar unos días muy lindos en Hubli fui a la estación a elegir un nuevo destino.

Cuando llegué, me senté para descansar un poco la espalda de mi mochilota y sucedió que se me acercó un suizo rubio, de ojos celestes y muy buen mozo (lo que se dice un bombón suizo) y me preguntó si le podía cuidar cinco minutos el equipaje mientras él iba al baño a hacer popo…


Pobre suizo, pensar que nunca se imaginó lo cerca que estuvo de perder todas sus pertenencias… (no, es un chiste)


Cuando volvió nos pusimos a charlar un rato y surgió el tema de qué destinos teníamos pensado visitar. Esta conversación fue determinante y crucial para el resto del itinerario del viaje.


- Mi idea es ir al norte - le comenté

- Yo también tengo ganas. El norte es más rico culturalmente que el sur. Igualmente hay que tener cuidado porque hay muchos problemas con la frontera con Pakistán.

- En serio? No sabía nada.

- Sí! Ambos países están desplazando tropas a la frontera, y si bien no creo que haya una guerra no es un buen momento para estar ahí. En serio no sabías nada? Acaso no lees los diarios en Internet?

- No, cuando me conecto solo me fijo cuales de mis conocidos actualizaron su estado.- le expliqué - de todas formas, ahora que me decís esto seguramente me vaya bien para el oeste para evitar todo el quilombo.


El suizo no pareció entender mi razonamiento, o talvez como todo suizo no podía tomar partido y tenía que mantenerse neutral. Nos despedimos cordialmente y cada uno se tomó un tren a su destino.


El mío fue Goa.


Esta ciudad es una antigua colonia de Portugal y en el 1720 el famoso navegante... bueno, a nadie le interesa ese tipo de cosas.

Como no conseguí hotel me alquilé una casa!! Por solo 500 rupias. Un regalo.


En Goa, lamentablemente, descubrí el jugo de caña de azúcar del cual me volví absolutamente adicto. Encima era mi perdición porque había un puestito ambulante cada 100 metros, por lo cual me tomaba un vasito cada, efectivamente, 100 metros. Varios días gasté más plata en jugo que en el hotel.

Como hacía mucho calor y estaba sediento me los tomaba de un saque, onda fondo blanco. Todos los indios que estaban allí gritaban y celebraban impresionados por mi capacidad de embuche. De todas formas creo que se reían de mí y no conmigo, porque se hablaban en hindi y por la naturaleza de las carcajadas puedo adivinar qué decían


- Cómo le gusta el jugo de caña a este!!


Teniendo en cuenta la advertencia del suizo mi nuevo rumbo fue siempre noroeste, por lo cual terminé en Mumbai (ex Bombay) que es la ciudad más poblada y alocada de India.


Y como es sabido, a veces las bajas expectativas nos juegan buenas pasadas.


Mumbai era la ciudad a la que le tenía menos fe y terminó siendo la que más me gustó. Para empezar es la capital del Bollywood, que es la industria cinematográfica india. Acá el cine es un culto, y para que se den una idea del calibre del mismo en esta ciudad se filman más películas que en Hollywood.

Por recomendación de dos chicos indios (que ahora entiendo que me estaba boludeando) fui al cine a ver una película, que no se imaginan lo increíblemente mala que era. Era una de acción y al mismo tiempo un musical. El protagonista era un gordito peticito barbudo y las escenas de luchas eran tipo Power Rangers. Un horror. Por la mitad de la pelea se ponían a cantar una canción y todos los villanos se transformaban en bailarines clásicos.


Y he aquí lo peor: en el medio de la canción, en la pantalla, aparecía

"Si te querés bajar este tema manda un sms a 747babu"


Sorprendentemente la película era de altísimo presupuesto. Hacían chocar autos innecesariamente, el héroe vivía en una mansión y había como 3000 extras.


Y lo peor, peor de todo era el malo. Este era un pelado con anteojos negros... con una mano robótica. Y era mudo! Era mudo! Era mudo! Y no le dijo nada!

El tipo se comunicaba tocando unos botoncitos de su mano robótica y así con la melodía sus secuaces entendían la orden. Esto es un ejemplo de cuando la ficción, supera la ficción.


Salí indignado del cine y con el estomago revuelto, aunque tarareando la canción principal de la película.


Al día siguiente pasé por la puerta de otro cine y como estaba barato le quise dar una segunda oportunidad. Compré una entrada para Slumdog Milloneire. Para empezar estaba en inglés así que pude entenderla mejor. La película empezó y transcurría en Mumbai, y las locaciones eran en los lugares donde yo estaba y frecuentaba en esos días, así que por un lado eso me fascinó., y en segundo lugar era acerca de un programa televisivo llamado “Quién quiere ser millonario?” que era el programa favorito de Adbi y Stephane, con quienes lo veía tres veces por semana en Nueva Zelanda cuando trabajábamos en la Dairy Farm.


Y por último era una película buenísima. Salí del cine emocionado y contentísimo, y también cantando la musiquita principal.


Después me enteré que fue nominada para el Oscar por mejor película, mejor director, mejor música y mejor todo.


Volviendo un poco a la psique india, así como destaqué su inmensa generosidad, tampoco puedo ignorar lo increíblemente sucios que son. Tiran basura en todas partes. Orinan en todas partes, y no es que se van atrás de árbol para hacerlo, orinan en la vereda y a veces ni se dan vuelta.


No encontré ciudad o lugar que sea limpio (excepto el desierto) y es tristísimo ver que algunas viviendas están directamente construidas arriba de montañas de basura y desperdicios.


Por otra parte, cuando barren, no levantan la basura y la tiran en un tacho, solo la empujan lejos de donde están ellos, y a los 5 minutos el indio vecino también barre devolviéndole la cortesía.


Igual como bien dijo Confucio “No te quejes de la vereda del vecino si la tuya no está limpia” (adaptado)


Y así fue que emigré siempre hacia el norte y hacia el oeste. Viviendo 4 días en cada ciudad, visitando templos, viajando mucho en tren, comiendo y durmiendo en lugares muy baratos.


A la hora de elegir un restaurante lo único que me fijaba es que no hubiera turistas y que los comensales fuesen todos indios. De esa manera descubrí que, incluso estaba gastando casi la mitad de lo que tenía calculado por día.


Por un lado a veces pasé momentos no del todo agradables pero por otro lado vivir así me hizo estar todo el tiempo con gente local y experimentar India de una forma un poco más autentica. Igual, repito, a veces fue una tortura.


Y así pasaron días y días, atardeceres y amaneceres. Sin radio ni mp3, solo la percusión cardiaca de los vagones del tren en las vías, el sincopado de los cascabeles en los collares de las cabras y el canto en coro y caótico de cientos y cientos de indios.


Y así pasaron semanas hasta que cierto día llegué a Jasalmer.


Este lugar es una gran ciudad - fortaleza hecha solo de piedras en el medio del desierto. Fui a un hotel y este estaba completamente vacío. Raro...

Luego salí a recorrer, y todas calles eran angostas y absolutamente todo era color arena. Me sentía en Tatooine.


Tanto en la fortaleza como en las calles o los locales, no se veía gente. Estaba todo extrañamente desolado.

Y luego miré un mapa de India, algo que tenía que haber hecho mucho tiempo atrás y entendí todo.


Estaba en la frontera con Pakistán!!!


Como soy un tarado y porque me confundió el hecho de que Pakistán queda en el Medio Oriente (Middle East) pensé que Pakistán estaba al Este de India, y no! Pakistán está a la derecha de India. Por eso el suizo no entendía por qué, después de advertirme durante una hora, yo le había respondido que me iba al oeste. Seguramente pensó que era un revolucionario onda el Che Guevara.


Fuera de la ciudad vi muchos soldados y camiones militares. La vestimenta de la milicia era muy llamativa. Tenían el típico traje verde camuflado (estábamos en el desierto) y todos eran barbudos y con un turbante violeta, para que de esta manera los puedan ver hasta desde Pakistán.


De todas formas después de 2 días descubrí que estaba todo bien, y que no era peligroso ni nada por el estilo, y por eso pagué un tour en camello hacia la frontera de los dos países.


En dicho safari éramos solo tres. Un neocelandés macanudísimo con quien nos hicimos muy amigos y luego viajamos juntos unos días más y un suizo de 40 años muy simpático también.


El safari estuvo genial y fue lo que más divertido que hice en India. Fueron tres días donde dormimos en el medio del desierto con un cielo al que no le entraban más estrellas. Tuve la oportunidad de conocer a los camellos. Estos son muy inteligentes y dóciles. Cuando se les da la orden se sientan para que uno los monte, y con otra orden se ponen de pie y marchan.


Son muy altos, feos y huelen mal.



Los guías eran dos musulmanes bien paisanos, Mohamed (nombre inventado) y Babu.

Este último era un personaje infernal. Con ellos tuve un par de conversaciones increíbles, sobre religión, el cuidado de animales, mujeres y las costumbres del desierto...etc, X...



De Jasalmer me tomé un tren a Agra, donde está el famoso Taj Mahal (ese palacio blanco con la cúpula redondita).


El Emperador que dio la orden de construirlo lo hizo en memoria de su querida esposa quien había fallecido dando a luz a su hijo. Si bien el tipo tenía un flor de harén había quedado medio chiflado por la pérdida de la jermu.

Cuando se terminó la obra (después de muchos años de sudor y lagrimas de miles de obreros), el Emperador tenía la intención de construir exactamente lo mismo, solo que al otro lado del rió, y de color negro.

Ambos templos enfrentados, con mirándose en un espejo negativo, donde descansarían sus restos cuando él muriese. (la idea no estaba nada mal)


Sin embargo la gente de la ciudad ya estaba podrida de la depresión del Emperador, y de construir Maravillas del Mundo, por eso lo metieron en una celda donde permaneció encerrado hasta que murió. En esta había una sola ventana, y lo único que se podía ver era el Taj Mahal, y eso fue lo único que vio, hasta el último de sus días.


Qué historia, no?


De Agra me tomé otro tren a Varanasi, que es la ciudad más sagrada de India, donde está el famoso rió Ganges.


Todos me hablaban sobre la espiritualidad de este lugar, y de cómo sentían que sus almas renacían y flotaban en una atmósfera de magia y que sé yo. Con mucho porro cualquiera es espiritual.


Yo estaba totalmente descreído. Varanasi era una ciudad muy linda pero el espiritualismo es medio psicosomático e invento de los medios. De todas formas quise darle un intento. Fui a los Gats que son las escaleras donde todos se meten al río (algo así como los balnearios de Punta Mogotes).


Parece ser que este río es como un lugar de peregrinación (como la Meca para los musulmanes, Lujan para los católicos o Bariloche para los egresados)



Cuando un hindú se muere lo creman ahí mismo en la orilla y arrojan sus cenizas al río, en una ceremonia muy linda y al mismo tiempo un toque escalofriante. En esta ciudad tambien se llevan a cabo muchos matrimonios, que tambien es un suceso importantisimo, ya que se casan una sola vez en la vida y este no solo implica la union de dos personas sino la union de dos familias. El promedio de personas viviendo en una misma familia bajo la misma casa es de 15 indios (Fuente: Babu)


Y además debido a la divinidad el río, sus aguas permiten limpiar los pecados de los peregrinos. Paradójicamente sus aguas también son reconocidas mundialmente por su peligroso contenido de bacterias (solo comparable con la leche pasteurizada).



Entonces me encontraba allí, en India, en las orilla del Ganges, viendo a cientos de indios lavándose y rezando en sus aguas, con los ojos cerrados enfrentando el sol.


Era el amanecer y todos los colores eran hermosos.


De repente pensé que había viajado colgado del tren con mil indios. Había comido Thali todos los días con la mano y había compartido muchísimas de sus costumbres diarias. Hasta algunos días había vivido con menos de un dólar.

Sumergirme en las aguas de este río era lo único que me faltaba pare recibirme de Indio.



Me descalcé, y metí los pies en el agua. El agua era tibia y estaba llena de florcitas y basuritas (Eddy Ficio) pero dentro de todo no era marrón sino casi transparente


- Bueno... vamos a hacerla completa


Salí del agua y me saqué los pantalones, la remera y me volví a sumergir. Si bien era el único turista nadando allí, los indios no me daban bola, estaban con los ojos cerrados rezándole al Sol con el agua hasta la cintura. Nade un rato, hice la plancha y finalmente salí.


Me vestí y traté de percibir si estaba más espiritual, pero no. Me sentía bien y refrescado pero de ninguna manera me sentía libre de pecados.


Llegué al hotel y noté que algo olía muy mal, como a papas podridas. Revisé abajo de la cama y dentro del ropero hasta que descubrí que olor a Munra lo tenía yo! Era inmundo.



Me metí en la ducha y me bañé como nunca me había bañado en mi vida. Me fregué y me fregué durante una hora. Cuando ya no daba más y estaba por salir me olí el brazo y seguía apestando. Me lavé dos horas más hasta que tenía la piel roja como un sioux.


Cuando finalmente salí de la ducha, me sentía liviano, cristalino y distinto.


No se si estaba libre de pecados, pero ahora sin ninguna duda, estaba totalmente limpio.


De Varanasi viajé a Delhi, la última ciudad que visitaría en India.


En Varanasi había recibido un mail de Stephane, diciéndome que había “terminado con sus cosas” y me preguntaba si nos podíamos encontrar. Como yo seguía ofendido y no quería viajar con él, le dije que nos podíamos encontrar en el aeropuerto el 19 de febrero que es cuando yo tenía mi vuelo de regreso.

Extrañamente me respondió que allí estaría.



En el tren yendo a destino, compartí el vagón con un turco llamado Junet.

Era muy sociable y nos quedamos hablando toda la noche. Tenía 34 años y me contó que era licenciado en Filosofía, igual no por nada existen las canas y las arrugas por lo que supe que no era cierto. De todas formas me cayó muy bien.


Cuando llegamos a Delhi decidimos con Junet buscar un hotel juntos y descubrí que, para mi total sorpresa, era mil veces más rata que yo. Peleaba los precios con una brutalidad tal que los indios realmente se ofendían (y con razón). Obviamente después de mucho buscar encontramos un hotel ridículamente barato y grotescamente inmundo.


Fuimos a cenar juntos y Junet me llevó a un lugar que él conocía y recomendaba. Nos metimos en un callejón donde apenas pasaban nuestras hombros y caminamos a oscuras hasta que encontramos un antro donde vendían Chop Mien.


- Esto en un restaurante cuesta el doble – me explicó – por qué? Solo porque te dan una mesa y una silla, pero la comida es la misma!


Nos sentamos en el suelo en plena oscuridad y creí ver unas ratas corretear solo a unos metros de donde estábamos. De repente sentí una comezón por toda la cintura. Terminamos de comer, volvimos al hotel y descubrí que me habían morfado las pulgas.



Más allá de todo, con Junet nos volvimos inseparables. Le encantaba charlar y yo también lo disfrutaba. El único problema es que él viajaba con un presupuesto bastante inferior al mío y a veces eso nos chocaba. No iba a los templos, no entraba a un restauran, no gastaba una rupia en nada, excepto hotel, comida en la calle y cigarrillos.



Junet me vino bárbaro para comprar regalos. Me acompañaba y me peleaba los precios de una manera impecable. A veces me daba vergüenza porque se volvía agresivo y mal educado. Varias veces los indios nos echaban de los negocios a los gritos.



Como dije antes, Junet era tan rata que con una bata y un bastón sería Splinter. Pedía descuento hasta cuando comprábamos una galletita de 2 rupias.


En India hay mucho limosnero. Rengos, viejitos y chicos que viven de dadivas. Y si bien dan mucha pena a veces son muy pesados. No se imaginan la brutalidad con que los espantaba mi compañero turco.


- Chalo!! Chalo!!! – les gritaba y los espantaba con los brazos. A mi me daba un poquito de gracia pero a veces era demasiado.



Como durante 40 días yo había gastado menos que lo estipulado ahora podía darme el lujo de vivir un poco más dignamente y allí fue cuando me acordé del chileno y de cómo se había adaptado a viajar con Juan, el Gato y conmigo.

Comprendí entonces, por experiencia propia, que cuando se viaja con otra persona es más fácil adaptarse a presupuesto más alto, que adaptarse a un presupuesto más bajo.



Me incomodaba un poco que yo pudiera gastar más que el turco, por lo que a veces intencionalmente me desencontraba con él y almorzaba solo y tranquilo.


Y allí me acordé de Stephane. Si para mi fue duro viajar una semana con Junet, no me quiero imaginar el esfuerzo del francés en viajar 10 meses conmigo.



La mayoría de los sacrificios de nuestros seres cercanos nos pasan por al lado sin tocar bocina.


La última noche lo invité a comer a un restauran lindo y lo noté realmente emocionado. Con los ojos brillosos Junet me dijo que yo era su mejor amigo de India y descubrí que era recíproco.



En mi último día en India terminamos de comprar todos los regalos, me despedí con un gran abrazo de Junet y me tomé un taxi al aeropuerto.

Durante este año visité varios países e India fue el más pobre, sucio y sufrido de todos, sin embargo, inexplicablemente, fue el único país en el cual juré que volvería.

El tiempo dirá si cumpliré esa promesa.


Y finalmente, medio avergonzado, debo admitir, que hoy me siento un poco más espiritual…


...

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lunes, 16 de febrero de 2009

Capítulo 50 “Ultimo destino: La India”


En los capítulos anteriores, después de pasar varios meses en Nueva Zelanda, volamos con Stephane a Asia, y allí recorrimos Tailandia, Laos, Vietnam, Cambodia e Indonesia. En este último país, el 24 de diciembre a la noche, perdimos nuestro vuelo a Singapur, y por razones que todavía desconozco, Stephane desapareció dejando una misteriosa carta revelando parte de su verdadera identidad.

Este nuevo panorama me obligó a replantear el itinerario del viaje, por lo cual decidí volver a Tailandia para pasar 9 días con Juan, y entre Navidad y Año Nuevo terminé conociendo a una tailandesa muy amorosa llamada Mem, con quien salí solo dos días pero hicieron mi estadía en Bangkok muchísimo más linda.

Después de recorrer y disfrutar las playas de Tailandia con Juan y su primo, viajé a Kuala Lumpur, la capital de Malasia, donde me esperaban mi avión a India y mi antiguo compañero de viaje...


- Stephane...

- Fizu!! - exclamó este a los gritos abrazándome - Por dónde has estado? - preguntó sonriendo

- Estuve en Tailandia, con Juan, su primo y un chileno… y vos?

- Ahhh, disculpá... pero no te puedo contar... ya sabés por qué.

Imaginen que un amigo les miente, y uds saben que es mentira y este no lo quiera reconocer. No hay manera de seguir el diálogo con esta persona. Además me sentía casi insultado con el hecho de que él pensara que me podía creer semejante cuento del espionaje.

La cuestión fue que nos subimos al avión y Stephane me daba charla y yo apenas le dirigía la palabra y tenía una cara de orto que me acalambraba.

Después de varias horas de vuelo y el mayor silencio de mi parte aterrizamos en el aeropuerto de Chennai, donde nos tomamos un taxi hacia un hotel en la ciudad.

Al llegar pedimos una habitación doble y pagamos a medias, y cuando nos acomodamos, Stephane preguntó

- Vamos a almorzar?

- No, andá vos que yo quiero organizar un poco mis cosas - esto no era del todo cierto, yo estaba de tan mal humor que prefería comer solo.

El se fue a almorzar y yo me quedé contando mi plata y haciendo cálculos. Ahora con la ayuda económica de Juan no era Ricky Ricón, pero por los menos tampoco era Diógenes el Linyera.

Cuando el francés volvió, tomé mi billetera y salí a comer.

Me tomé un buen tiempo para reflexionar detenidamente la situación y no llegué a ninguna conclusión. Viajar de mal humor con Stephane era horrible, pero si lo confrontaba, me iba a responder que no podía hablar abiertamente ya que podía haber agentes secretos en las ventanas que podían leer sus labios.

Sin saber que hacer, volví a hotel, subí los tres pisos por escalera, abrí la puerta y en la habitación noté algo extraño. Estaba todo mi equipaje arriba de la cama pero no había rastros de las valijas de Stephane, ni del propio Stephane.

Nuevamente había desaparecido.

Será posible que me esté volviendo loco y efectivamente me esté imaginando personajes inexistentes?

Esa misma noche fui a ciber y encontré otro mail de él, con otra absurda explicación de su partida. El mail era muy emotivo y conmovedor, pero no tenía ningún valor ya que era mentira.

Y lo peor de todo era que como el francés había comprado una cámara último modelo, yo había enviado la mía a Argentina (solo para no andar cargando con cosas de más).

Error.

Qué bronca da ser víctima de las locuras y rayes de los demás... aunque si lo pienso un minuto ha de ser el impuesto a las relaciones humanas. Al fin y al cabo mis seres cercanos han de ser víctimas de las locuras propias.

Esa noche me fui a dormir fastidiado y retroalimentando el lado oscuro...

Sin embargo, en un momento, sucedió algo epifánico.

En el pasillo de hotel, justo detrás de mi puerta, se escuchaba una discusión amistosa. Estimo que era amistosa ya que, si bien estaban a los gritos, de vez en cuando se escuchaban risas.

Quise prestar atención a ver que decían, de curioso nomás y para tomar partido pero la discusión era en hindi.

Pues claro, estaba en India!

Tras casi un año dando vueltas fuera del barrio de Abasto, cual golondrina huérfana y desocupada, me había acostumbrado a estar en países locos y distintos al nuestro, y por eso a veces no lo valoraba.

Sin embargo, cómo iba a perder un segundo estando de mal humor?

Quién sabe si podré volver algún día? Era un deber ético, cívico y moral tratar de aprovecharlo al máximo. Hasta la última gota, hasta el último segundo y hasta el último dólar!

Después de todo, India es el país preferido de Marley y Susana Gimenez.

Esa noche tomé la decisión que al día siguiente, comenzaría una nueva etapa del viaje, y esa misma noche decidí que al día siguiente comenzaría un nuevo capítulo.



Capítulo 50 bis “Ultimo Destino: La India”


Abrí los ojos y estaba en la India. Me levanté de un salto y tiré un par de patadas ninjas al aire derribando sin querer la mesita de luz. Ahora lo primero que tenía que hacer (después de desayunar) era comprar una cámara de fotos.

Estaba totalmente determinado a comprar la mejor cámara sin importar el precio ni las consecuencias y, esta vez, no iba a cambiar de parecer.

Fui al centro y lo primero que descubrí es que India no es como Tailandia y la mayoría de los países de Sudeste Asiático. Este es muchísimo, pero muchísimo más pobre. No hay centros comerciales enormes y lujosos como en Bangkok, no hay Mc Donalds ni un circuito turístico marcado como en otros países.

Cuando pude encontrar un local, entré y pregunté por la cámara más cara que tuviesen.

- 600 US$ - respondió el vendedor.

No es de poco hombre cambiar de opinión, pensé

- Y la más barata?

Finalmente gasté unos 400 US$ en una Sony con zoom caleidoscópico, sonda electro-flashera y luces violetas debajo del chasis.

Con respecto a India puedo decir que no solo es enorme sino que tiene cientos de lugares totalmente diferentes. Hay desde playas tropicales hasta altísimas montañas de nieves eternas. Hay desde bosques selváticos con tigres de bengala, hasta desiertos de dunas con camellos flatulentos.

Y culturalmente es todavía más diverso.

Hay ciudades que datan del 1200 AC, por lo cual su historia está sobrecargada con imperios, invasiones, guerras y choques de religiones, haciendo un mix único y tan fascinante para los turistas e historiadores y tan difícil para los propios indios.

Un ejemplo de esto es que haya muchas religiones, siendo el hinduismo y el Islam las más fuertes. Otro ejemplo es que se hablen más de 22 idiomas y que haya más de 1000 dialectos.

Por esta razón tenía que moverme y tratar de recorrer la mayor cantidad de lugares (en la medida que fuera posible) en los días que tenía.

La primer ciudad que conocí, como mencioné antes fue Chennai (ex Madras). Como muchos saben esta es la tierra natal de el famoso genetista, Dr Mohinder Suresh.

Traté de localizarlo, pues tenía ciertas dudas sobre cambios que estaba experimentando mi cuerpo, pero lamentablemente, me informaron que estaba residiendo en New York.

Si bien la cámara de fotos había sido una excelente inversión ahora sin los 400 dólares de Juan volvía a ser Diógenes el Linyera. Me quedaban solo 950 NZ$ para todo el resto del viaje.

Todas las cosas que hice, todos los recursos que utilicé para que esa plata me alcanzara hasta mis últimos días en India, es algo que, nuevamente, me llena de orgullo y vergüenza al mismo tiempo. Algunas de las cosas que hice las compartiré, mientras que otras (para que no me retiren la palabra) me las llevaré a la tumba.

Para empezar comparé precios y sin duda el tren era la mejor opción para trasladarse. Este tiene varias clases: Sleeper, 1º Clase, 2º Clase, y General.

Ni tiene sentido decir en cual viajaba siempre yo.

La cuestión fue que desde Chennai decidí ir a Bengalore. El plan (para evitar tomar un avión) consistía en ir siempre rumbo norte, lentamente, paso a paso, estación a estación, hasta llegar a Delhi donde tenía mi avión de regreso para el 20 de febrero.

Fui con todas mis cosas a la estación de tren y allí me arrimé hacia los mostradores.

Las colas eran larguísimas!

Me ubiqué en una fila y dejé mi mochilota en el suelo. Al minuto, un hindú se me puso atrás mío, solo que ridículamente cerca. Su nariz me tocaba el cuello. Como pensé que me quería robar la billetera (y no quería empezar a los gritos “Pero qué ese tío me ha robado la cartera!) me corrí un poco para el costado y lo miré a los ojos con cara de malo aunque el tipo ni se inmutó. Apenas hice esto, otro hindú peticito se me coló.

- Eh! Yo estoy en la fila! – le dije y este me miró serio sin entender.

De repente me puse a observar las otras filas y noté que los parámetros de espacio personal y las propiedades de una cola, eran distintos a los de Argentina.

Aquí la fila parecía como trencito friolento. Los tipos estaban uno detrás de otro, pecho con espalda, no dejando ni un centímetro de luz, como si fueran libros con cubierta de cuero en una biblioteca vieja.

También noté que había una fila exclusiva para mujeres, para de esa manera evitar el apoye indiscriminado, calculo.

Viendo que así eran las cosas y entendiendo que, pese a mi disgusto, me tenía que adaptar, me puse atrás del petizo que se me había colado y me ubiqué tan cerca que toda mi panza le tocaba la espalda. Y no solo eso, sino que flexioné las rodillas para que nuestras cinturas coincidieran y de esa manera apoyármelo bien apoyado, cosa de incomodarlo y dejar en claro que no me iba a dejar intimidar por el contacto humano.

Después de media hora de violarme al enano, encendí un cigarrillo, compré mi pasaje y me dirigí al tren.

Estaba perdidísimo. Había decenas de plataformas, estaba lleno de trenes, nadie me entendía y era mi primer día de clase.

Mi tren era, obviamente, sin aire acondicionado y sin numeración, por lo cual cuando este llegó a la plataforma, los indios a los gritos se desesperaban para subirse al vagón y literalmente se agarraban a las piñas para conseguir un asiento.

Cuando ya veía que tenía que cambiar el plan e irme a tomar un micro vi un vagón con menos gente y fui corriendo y entré de un salto.

Me senté aliviado y el tren arrancó.

Comencé a mirar a mi alrededor, y noté que las chicas jovencitas me miraban sonriendo y avergonzadas detrás de sus velos. Yo también les sonreía y me sentía muy contento.

- Me gusta este país – pensé.

Sin embargo después noté que todas las mujeres adultas y las viejas me miraban enojadas e indignadas.

No entendía nada hasta que observé que yo era el único hombre en el vagón y creí entender cual había sido mi error… estaba en el vagón de mujeres.

Las viejas me seguían aniquilando con la mirada cada vez con menos disimulo. Pero qué querían que hiciese? Que me tirara por la ventana?

La simple respuesta me la dio el boletero, quien me dijo que en la primera estación donde el tren se detuviera me cambiara obligatoriamente de vagón.

Al rato, me trasladé entonces al sector general (que si bien era mixto la gran mayoría eran hombres).

Los trenes en India son muy parecidos a los viejos trenes de Argentina. Solo hay dos diferencias. La primera es que en un asiento diseñado para 3, se sientan 7. Y la segunda es que en cada vagón hay un cartel que reza “Por favor, no viajar en el techo”.

Los indios tienen varios defectos de los cuales hablare después, y como todas las personas también tienen varias cualidades encantadoras. Entre ellas, en mi opinión, las más destacables son la sociabilidad y la generosidad.

Como contaba antes, las condiciones de vida en India son terribles. Ahora son apenas más de un billón de locos. Las estadísticas dicen que en unos 10 años van a ser el país más poblado del mundo (desplazando a los chinos). Un tercio de la población vive con menos de un dólar al día. Y en las grandes ciudades la mitad viven en villas miserias.

Y así y pese a todo, en el tren me invitaron con un té y compartían la comida que se habían llevado para el viaje entre todos. Le ofrecían biscochitos al indio de al lado que ni lo conocían y también me ofrecían a mi (que de seguro tampoco me conocían).

Cada vez que tengo un indio al lado por más de tres segundos, este automáticamente pregunta

- De dónde sos? Estás casado? De qué trabajás? Cuánto ganás?

Aquí no es de mala educación preguntar el sueldo.

Después de comer y tomar té y después de exponer absolutamente todo lo que sabía sobre Argentina y Sudamérica, todos se empezaron a quedar dormidos.

Uno apoyó su cabeza en mi hombro y empezó a roncar (no es joda). Otro se tiró para adelante para dormir apoyando su mano en mi muslo, como si fuese un novio cariñoso.

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Fue incomodísimo, y por supuesto, no pude dormir…hasta que me dormí

A la mañana siguiente el tren llegó a Bengalore, mi destino. Me registré en un hotel y fui a dar un vuelta. A los pocos minutos me encontré con un restaurante llamado Rajen. Desobedeciendo a la campaña publicitaria entré y me senté en una mesa.

Les voy a contar un poco cómo son los restaurantes en la India. Para empezar, cuando me senté, a los dos minutos, vinieron dos tipos más y se sentaron en mi mesa. Cuando no hay lugar, la mesa se comparte. Al principio no me molestaba en absoluto pero después me dio un poco de asco cuando dieron inicio con el concurso de eructos.

Aquí en vez de pan (figaza, miñoncito, etc) tienen como un panqueque llamado Chapati que lo comen todos los días, con todas las comidas.

Debo reconocer que mas allá de su simpleza (harina de trigo, agua y sal) el chapati es genial y adictivo, y ya tengo la certeza que va a ser una de las cosas que más voy extrañar de India.

Todos los platos se basan en arroz blanco, un par de chapatis y como una salsa para acompañar el arroz. Lo único que va variando es la salsa.

La variedad de estas salsas es abrumadora. Casi todos los días he pedido algo diferente y todavía no he probado ni la mitad de las cosas. Todas las salsas son distintas combinaciones de vegetales, curries y algunas cositas más.

Increíblemente la bebida es gratis (siempre y cuando se agua). De todas formas los turistas tienen estrictamente prohibido beber esta agua, porque de hacerlo automáticamente se transforman en Gremlins, ya sabiendo todos las terribles consecuencias de ello.

Igual yo no soy turista, soy argentino, macho, compadrito y atorrante, así que he tomado agua de canillas de donde ni los propios indios se atreven a tomar. Agua tan impura y con tanto sabor que he tenido que comer ajo para sacarme el horrible gusto a agua de la boca.

El plato más típico y frecuente es el Thali. Este es una bandeja con arroz, chapatis y tres salsas (uy, me tenté, termino el capítulo y me clavo uno)

Calculo que ha de ser porque la mano de obra es muy barata (creo que la más barata del mundo) y el resultado es que haya más mozos que comensales, por lo cual estos se chocan entre sí y te sobreatienden.

Por ejemplo, cada dos minutos venía un mozo (encargado del agua) y me ponía un poquito más de agua en el vaso, y como este estaba lleno, rebasándolo un poco. Automáticamente se acercaba corriendo el encargado del trapito, que me limpiaba la mesa con inmensa pasión y descontrolado frenesí. Y detrás saltaba el encargado de el arroz y detrás el encargado de la repartija de chapatis.

Los primeros días ordené Thali y como quería ahorrar no pedí extra arroz, salsas ni chapatis. Sin embargo cierta vez acepté otra ración de arroz (solo porque todavía me quedaba mucha salsa) y cuando pagué descubrí que no me lo habían puesto en la cuenta.

Allí comprendí que el Thali era tipo buffet, es decir, comer hasta reventar.

Y allí fue cuando me enamoré de India.

Y allí fue cuando comencé a disfrutar.



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proximo capitulo: Ultimo destino: La India. Ultima parte"

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