sábado, 30 de abril de 2011

Capítulo 15 "Sobre Stephane"



SEGUNDA PARTE: EL CAMINO DEL KIWI
Capítulo 15: Sobre Stephane
 
Era domingo. Había pasado un mes de nuestra llegada a NZ. Imaginen el entusiasmo de tener nuestra propia camioneta, Amazing, y todo un viaje por delante.
Esa mañana llamé por teléfono a Bigotes (el que nos había contratado en el Tauranga Rugby Club) para preguntarle más detalles sobre el trabajo.
- Hola, Baigot. Somos Freddy, John y Stephane. Nosotros hablamos la semana pasada por el trabajo de jugar al rugby y ayudar en el club y en algunas granjas.
- Ah, hola, sí, sí, cómo andás?
- Bien, solo llamaba para reconfirmar y para preguntar acerca de la paga.
- Claro. Vénganse nomás que el torneo empieza en 10 días y acá hay muchísimo trabajo por hacer.
- Y la paga? - le pregunté.
- La paga es mucho mejor que en cualquier otra empresa de cosecha de kiwis o lo que sea. No se preocupen, estarían ganando mas de $ 150 dólares por día.
- Ah, genial. Entonces nos estamos viendo en 9 días. Adiós.
- Adiós.

Más contentos todavía por la promesa de mucho dinero y buena fortuna, trazamos el itinerario de nuestro viaje y el primer destino por votación unánime fue visitar los Glaciares de Nueva Zelanda. Para ello debíamos atravesar de costa a costa el país y cruzar una serie de montañas por un camino llamado Arthur Pass (al mejor estilo Señor de los Anillos).
Nos subimos a Amazing y encaramos hacia el oeste. La zona de Christchurch es todo llanura pero a medida que te vas para el oeste empieza la pendiente y toda una serie de caminos muy sinuosos e inclinados, muy parecido a la rutas de Bariloche. Y no fue en otra que en la primer montaña que descubrimos uno de los tantos puntos débiles de Amazing. Íbamos manejando pendiente arriba y, real y literalmente, no podíamos pasar los 20 Km. por hora.
- Dale, acelerá! – me gritaba Juan.
- No puedo! – gritaba yo nervioso.

Como habían muchas curvas nadie nos podía pasar y detrás nuestro se empezó a acumular una fila de autos que al principio era solo de 5, pero con el pasar de los minutos la cola llegaba hasta el horizonte. Parecía una peregrinación a Tierra Santa.
Yo, desesperado, no sabía qué pasaba y Juan, desesperado, pedía disculpas por la ventana a los otros autos. Fue la primera vez en Nueva Zelanda que escuchamos a la gente tocar bocina  cuando conducían.
Cuando llegamos a la cumbre pensamos que la pesadilla había terminado ya que podríamos ir más rápido pero no fue así. En la bajada en vez de acelerar había que frenar y cada vez que lo hacíamos olíamos a plástico quemado y veíamos que salía humo de las ruedas y por el capot. Para evitar intoxicarnos nos pusimos las remeras en las cabezas por lo que parecía una camioneta llena de terroristas. Todos nos miraban desconcertados y aceleraban rápido para alejarse por las dudas a que nos inmolemos en cualquier momento.

Nos detuvimos en el primer pueblito que encontramos y llevamos la camioneta a un mecánico que, gracias a Dios, no tenía bigotes.
Nos dijo que volviéramos en un par de horas. Como éramos realmente prósperos no dudamos en tener un buen almuerzo al mejor estilo francés. Compramos baguettes, algunos quesos finoli finoli, los chicos compraron vino y yo un cipoletti de manzana. Fuimos a un río, almorzamos con mucha paz y pintó siesta. Antoine y Juan ya estaban dormidos. Stephane y yo seguíamos comiendo.
Nos pusimos a charlar sobre nuestras vidas y descubrimos un paralelismo muy fuerte entre nosotros. Tenemos casi la misma edad, él tiene 27, yo 26. Él vive solo en París. Yo vivo solo en Buenos Aires. Tiene un hermano más grande. Yo una hermana más chica. Y en el 2006 su mamá se enfermó de cancer y se murió en menos de un mes. Y ese mismo año mi padre pasó por lo mismo. Era casi como mirarse a un espejo apenas contorsionado. Después de esa tarde mi relación con Stephane fue diferente. Más allá de sus mil defectos, la relación se había vuelto un poco más incondicional.

De repente noté que Stephane lucía un anillo dorado muy voluptuoso en su mano izquierda.
- Y ese anillo? Tiene algún significado?
- Sí, es el anillo de mi familia. Nosotros somos nobles - me respondió seriamente.
- Ja! Claro, yo también – bromeé haciendo alusión a la mentira que soy el hijo del Rey de Argentina.
- En serio… – agregó - yo tengo un castillo.
- Jaja! Sí! – insistí con mi broma - yo también.
Stephane se puso de pie y fue a buscar su computadora portátil.
- Mirá - me dijo. En la pantalla se veía la foto de él en un hermoso castillo de piedras rojas y muchas ventanas.
- Guauu! - yo estaba realmente impresionado - Algún día me vas a invitar?
- Por supuesto. Cuando este viaje termine y en cuanto puedas venir a Europa vamos a hacer una fiesta increíble en mi castillo y vas a poder invitar a quién quieras.
Nos quedamos mirando el río en silencio hasta que Stephane dijo
- Una de las cosas que más extraño es mi castillo.
Yo también me quedé pensando. Creo que pocas veces pensaba en Argentina. Yo no tenía un castillo, tenía una casa. Sin embargo concluí ¿acaso quien no es Rey en su castillo? Quién no es el Señor de su vida? Sí, yo tenía un castillito. Aquella casa de ladrillos huecos con una escalera que te golpeaba en la cabeza si venías distraído. Aquél sabio y viejo calefón que te recordaba cada día que uno no controla todo en su vida y muchas veces los cambios repentinos de temperatura ocurren y no queda otra que adaptarse.
Sí, definitivamente era un castillo.
Mi perro Bruno, su valiente príncipe.
Mi gata Lola, su hermosa princesa.
Aquellos caracoles pitufescos, mis fieles y queridos súbditos.
Aquellas plantas y helechos, mis frondosos bosques y extensas praderas.
Y podría decir también que las hormigas son mis esclavos pero eso ya sería delirar.


 


viernes, 29 de abril de 2011

Capítulo 16 "El increíble Arthur Pass"

 








Después de la semi fraternización con Stephane (a quién a partir de ahora con Juan llamábamos El principito) y después de una siesta importante, volvimos al taller mecánico donde Amazing estaba lista esperándonos.
El mecánico nos explicó que los coches automáticos tienen este problema y cuando bajás por una montaña hay que tratar de hacerlo en Baja y tratar de no apretar el freno.
Fue así que retomamos el camino a Arthur Pass. Realmente hermoso. Estaba lleno de montañas, lleno de cascaditas de agua que formaban arco iris chiquitos. Después de varias de horas de manejo llegamos a destino. El objetivo de cada día se vuelve bastante instintivo, siempre es lo mismo, se basa en buscar comida y un lugar donde dormir. A los minutos encontramos un refugio acogedor que tenía aspecto de barato baratito. Nos bajamos del auto, entramos a la propiedad y extrañamente nadie nos recibía.
"Holaa!" "Hay alguien en casa?" gritábamos pero nadie respondía.
En un momento encontramos (siempre afuera de la casa) un teléfono en la pared y un papelito pegado al lado que decía
"Para hacer un reservación llamar al 555 1212 y preguntar por Bob"
Llamamos un par de veces y nadie atendía. Nos quedamos ahí parados en la puerta sin saber qué hacer.
De repente, suena fuerte el teléfono y, quién atiende?... Atendió Juan. Era Bob, el dueño del refugio quien nos explicó que podíamos usar todo y que al final dejásemos algo de plata en una cajita llamada Honesty Box. Increíble. El lugar tenía 5 computadoras con Internet gratis. Internet es uno de los recursos más preciosos y estratégicos en un viaje de esta índole, así como el carbón y el petróleo.
La casa tenía una cocina a leña. Afuera había un hacha y mucha madera para hacer astilla. Salimos con Juan, nos arremangamos, tomamos el hacha y encaramos para la leñera. Los dos franceses impresionados nos siguieron rápido con sus cámaras de fotos y hasta escuché a Antoine decir " Pero qué hombres!" Lamentablemente los troncos estaban durísimos y no pudimos partir ni uno. Una vergüenza.
A la noche cocinamos arroz con papas fritas por lo cual el stock de papa descendió a 64 kilos. Empezamos a revisar toda la casa y todos los baúles hasta que encontramos una guitarra. Compusimos y cantamos toda la noche una canción llamada "The potato Crew" que hablaba de las personas y experiencias encontradas en el viaje.
Obviamente aprovechamos Internet ad libitum y fue allí donde leí un mail de una japonesa-argentina llamada Vanesa  (amiga de un compañero de sumo). En el mail Venesa me decía que estaba viajando por NZ en una casa rodante con 3 amigas españolas y que estaría divertido juntarse.

Le comenté la noticia al resto del grupo y los franceses se pusieron como locos, especialmente Antoine.
- Sí! Sí! - decía a los saltitos - nos tenemos que encontrar con ellas y hacer un campamento y...
- Arreté, Antuán, arreté - le interrempió impaciente Juan. - Estos se piensan que con cada chica que nos encontremos va haber una orgía - me dijo burlón en español.
- Vayamos con las chicas! - gritaba Stephane mientras corría en círculo acostado en el suelo como los 3 Chiflados.
- No, loco. Vayamos al Glaciar! - me quejaba yo que, poco a poco, me estaba amariconeando.

Las españolas estaban al norte de la Isla Sur, nosotros estábamos en el centro. El glaciar estaba más el sur. Teníamos pocos días y no sabíamos qué hacer.
Las opciones eran dos (al mejor estilo Elige tu propia aventura)
a) Ir al sur a ver el Glaciar
b) Ir al norte a encontrarse con las chicas.

Las opciones eran mutuamente excluyentes. Teníamos que hacer una cosa o la otra porque sino nos iban a quedar muy pocos días para llegar a Tauranga.
Finalmente, como casi siempre sucede ante alternativas mutuamente excluyentes, decidimos hacer las dos cosas: ir rapidísimo a ver el glaciar e ir más rápido todavía a encontrarse con las chicas. No sabíamos si eran lindas o feas, pero por probabilidad al menos 1 de las 4 tenías que estar zafable, sino era mucha mala suerte.


Con esta decisión tomada nos embarcamos al nebuloso mundo de los sueños. Esa noche Juan soñó que jugaba al fútbol en Zarate y metía un gol de cabeza en el último minuto. Stephane soñó que, valiente y gallardo como el muñeco, defendía su castillo contra una horda de bárbaros saqueadores. Antoine soñó que se hacía Boy Scout. Y yo soñé que jugaba con Bruno a tironear de una pelota de cuero desinflada.
Al mañana siguiente desayunamos papas y llenos de energía tubércula y entusiasmo nos despedimos del hermoso Arthur Pass y de la loca Honesty House y saltamos dentro de Amazing, al mejor estilo Brigada A al grito de
"Nada nos puede detener!!"

Pusimos el auto en marcha y no arrancaba. Tratamos otra vez y nada. Después de 20 minutos de intentar, comprendimos que estábamos en medio de una montaña desolada con una Amazing totalmente sin batería, y en el medio entre un Glaciar y 4 chicas solas en un casa rodante.

 

jueves, 28 de abril de 2011

Capítulo 17 "16 años y el Glaciar Berretón"



Ay, ay, ay Amazing. De cada situación se aprende algo indudablemente valioso. En este caso fue que la técnica de empujar un auto sin batería para hacerlo arrancar funciona solo en autos de cambios manuales... es decir no en Amazing.
Finalmente la empujamos entre todos hasta un nuevo taller mecánico y este nos ayudó a hacerla arrancar puenteando la batería.
Nos dirigimos hacia el sur rumbo al glaciar. En el camino paramos a almorzar en un pueblo medio chicuelo y vimos dos chicas lindas e hicimos el viejo chiste de tocar bocina y saludar. Las chicas, extrañamente, nos devolvieron el saludo sonriendo.
Estacionamos. El día estaba muy lindo, con sol y calor, y decidimos ir a comer a la playa donde habíamos visto unas mesas de madera. Fuimos al Pack and Save (nuestro supermercado favorito) y compramos nuevamente un almuerzo francés: queso, pan, vino y jugo de naranja.
En el camino del super a la playa nos volvimos a encontrar con las dos chicas que nos volvieron a saludar para luego entrar a un negocio.
Antoine y Stephane nos pidieron a Juan y a mi que las invitemos a comer. Nunca fuimos de encarar minas pero como nos halagaba que se pensaran que todos los argentinos somos re langas y ganadores, entramos y las invitamos.
Las dos chicas estaban muy bien vestidas, maquilladas y con tacos.

- Hola, chicas. Acabamos de llegar a Nueva Zelanda dos días atrás y nos encantaría poder compartir un almuerzo con gente de acá. Las podemos invitar a comer a la playa? Tenemos vino.

- Sí, nos encantaría!

Fuimos a la playa, ubicamos todo en la mesa y comenzamos a comer y a charlar. Los franceses estaban algo tímidos, Juan les hablaba a las chicas sobre la carrera futbolística de Oscar Ruggeri y yo sobre el ciclo ontogénico de la mariposa. La conversación era relajada y divertida.
En un momento Juan les preguntó
- Qué edad tienen, chicas?
- 16 - respondieron. Yo justo estaba comiendo un pedazo de pan y me atraganté tanto que me tuvieron que hacer el abrazo de Helmich. A los varios minutos, una vez recuperado pregunté indignado.
- 16 años?! Pero por qué no están en el colegio?
- Hoy no fuimos - respondieron riendo y cómplices. Las volví a mirar y vi a dos nenas de 16 años disfrazadas de mujer. Por Diós! Mi hermana tiene 16 años!
- Noo! Pero ustedes tienen que ir al colegio. Es muy importante.
- Qué? - las chicas no parecían entender.
- Yo se que a su edad el colegio es aburrido y una carga, pero después con los años se van a dar cuenta que aprender y saber es hermoso. Y les va a dar lástima no haber aprovechado mejor su juventud. Por ejemplo... practican algún deporte?
- No.
- Ahí está! Deberían. A su edad, en plena fase de crecimiento y desarrollo, es cuando se les define el cuerpo, por eso es conveniente que practiquen cualquier deporte. No importa cuál, puede ser natación, handball, hockey. Además también tiene un rol social muy importante, más si es un deporte de equipo.
- Eh? - las chicas estaban totalmente desconcertadas.
- No no no, que hacés? - le dije a una mientras le sacaba el vaso de vino de la mano - Vos tenés que tomar jugo de naranja.
- Calmate Fizu, las estás asustando - me dijo en voz baja y en español Juan.
- El jugo es más sano. Además veo que tenés un poco de acné. Una alimentación rica en frutas y verduras es lo mejor contra el acné. Sí, la alimentación y también la higiene. Tenés que lavarte mucho la cara, porque a tu edad tus hormonas hacen que tu piel segregue aceite y...
- Mis qué?
- Fizu, en serio. Nos estás asustando a todos!

Después de varios consejos más sobre nutrición, ética y anticoncepción, terminamos de comer y nos despedimos. Cuando las chicas se alejaban y estaban a 100 metros, yo todavía les gritaba
- Y recuerden: Disfruten de su niñez, ya tendrán mucho tiempo para estar con hombres!!

Horas más tardes llegamos al Glaciar. Lo fuimos a ver con la última luz de día. Acá es donde debería escribir qué tan hermoso me pareció, que insignificante me sentí ante tanta majestuosidad y tanta belleza... cómo la naturaleza tiene la capacidad de producir algo tan bello y perfecto... pero la verdad es que me pareció una cagada. Era un cacho de hielo medio amarronado por la tierra. Y no era muy grande. El Pedrito Moreno es realmente mucho mejor. Nunca viajé a Santa Cruz pero lo vi en Crónica TV durante toda una tarde esperando a que se derrumbara.

Esa noche nos hospedamos en un Backpackers y para aflojar un poco con las papas al horno y el puré de papas, nos fuimos al Mc Donalds... donde comimos muchas papas fritas.

- Entonces mañana nos vamos al norte a encontrarnos con las chicas españolas? - preguntó Stephane mientras cenábamos.
- Sí, mañana bien temprano nos vamos para el norte. Para ganar tiempo y no tener que gastar en otro Backpacker podríamos manejar toda la noche turnándonos - propuso Juan.
- Sí, buena idea.
En una de las paredes del Mc Donalds vi un cartel que decía
" Querés trabajar en Mc Donalds? Completá este formulario".

- Estaría bueno trabajar una semanita en Mc Donalds. No? - pensé en voz alta.
- No, eso es una boludez - respondió Juan.
- No se. En solo unos 5 días de tu vida podés aprender para siempre lo que es trabajar en un negocio de comida chatarra. Cómo funciona todo, si realmente la hamburguesa está hecha de lombriz, etc. Solo unos días. Yo creo que estaría bueno.
- No - respondió nuevamente Juan - eso es una boludez.

Todavía ninguno de los dos sabía que la base de esa pequeña discusión sería el motivo de nuestra separación en Nueva Zelanda.







miércoles, 27 de abril de 2011

Capítulo 18: Las Gallegas más locas del mundo 2, la Playa Loca.



En el capítulo anterior fuimos a visitar el Glaciar y decidimos ir al norte a encontrarnos con las gallegas con quienes cruzaríamos en ferry a Wellington, en la Isla Norte. Cinco días mas tarde teníamos que estar en Tauranga, en el norte de la Isla Norte.


Manejamos todo el día, desde el Glaciar hasta el extremo norte de la Isla Sur, donde se encontraban las gallegas y la amiga japonesa-argentina. Como esa noche planeábamos no dormir y pegarle derecho hasta el camping donde nos esperaban las chicas decidimos que lo mejor era tener una buena comida en un pueblo llamado Greymouth para así estar bien alimentados y con energía y manejar mejor. Uno de los motivos del plan de conducir toda la noche era que estábamos gastando mucha plata en hoteles y aquí es cuando surge el concepto de las famosas "deseconomías", que lamentablemente nos acompañarían a lo largo de todo el viaje.
Fuimos a una pizzería, pedimos una grande de muzza, una napo y una canchera doble muzza. Lamentablemente la faina acá no existe. De bebida pedimos unas cocas y para rematarla, unos postres helados rellenos de felicidad.
Cuestión que el chiste nos costó 110 dólares, unos veinte dólares más de lo que nos costaba ir a un Backpackers y cocinar ahí, es decir una reverenda deseconomía.

Un Backpackers es un hotel rasca, donde a veces no hay sábanas y donde uno puedo cocinar su cocinar comida y conocer un montón de extranjeros rascas como uno.

Con tanta comida en la barriga nos moríamos de sueño pero finalmente lo logramos y a las 7 AM del día siguiente llegamos al camping. Llamamos por teléfono a Vanesa (la japonesa) y nos dijo que fuésemos a la Casa Rodante con una ventana rota y que nos estaban esperando para desayunar. No fue difícil encontrarla y reconocerla. Primero porque la ventana de chapa que le habían puesto llamaba muchísimo la atención, segundo porque se escuchaban gritos de mujer gallegos como "Venga, coño, joder, ratón miguelito!" y tercero porque era la única casa rodante en el camping (que estaba desierto).

- Venga, coño, joder entren nomás!! - gritaban a las carcajadas cuando nos vieron.

El grupo consistía en Vanesa y una amiga, que estaban con su auto, acompañando solo unos días a las gallegas, y por último Catalina, Cecilia y Cristina, una ingeniera textil, otra periodista y la otra abogada. Las tres por arriba de 33 y las tres de aspecto medio mutanesco, a lo Mandrilok, Reptiliok y Buitro.
Vanesa y Romina estaban haciendo un viaje más parecido al nuestro. Viajar por Nueva Zelanda, trabajar un año y volver. Las españolas solo estaban de vacaciones por dos semanas y ya estaban empezando la segunda.

- Venga, coño, joder, pasen. Qué esperan?

Entramos a la casa rodante (a la cual de ahora en más me referiré como el Coñomovil) y nos agasajaron con un desayuno impresionante... té y pan lactal.

- Joder, disculpen que no seamos grandes cocineras - dijo Catalina - Tu! cómo te llamas? - agregó apuntado a Antoine - se te apetece un porrito?
- Antoine es francés, talvez podemos hablar en inglés así todos entienden - dije
- Claro, joder tío! Venga, Antoine, smoke porro tu? - eran las primeras personas que encontrábamos con un inglés peor al nuestro.
- Venga, Antoine, no sea tímido, hombre. Don't be timid, que nosotras nos mordemos.
- Eeh? - respondió el francés. A los pobres Antoine y Stephane los volvieron locos, les hablaban en español y se la pasaban gastándolos. Los dos franceses no hacían otra cosa que sonreír y asentir cortésmente.

Catalina, Cecilia, Cristina. Las tres gallegas más locas del mundo.
- Las tres con C - dijo Juan ingenioso.
- Sí! Con C de COÑO!!! - gritaron en coro.

Esa tarde fuimos a la playak a andar en kayak. Como estábamos bien al norte de la Isla Sur, el clima permitía meterse al mar y nadar. Esa noche fuimos a otro Backpackers y cocinamos puré de papas, salchichas y huevos fritos para todos (esta vez nos la jugamos) por lo cual el índice patata cayó a unos 56 kilos. Luego jugamos a las cartas (al uno) y nos fuimos a dormir. Nosotros alquilamos una cabañita, ellas dormían en el Coñomovil. Hasta las 3 de la mañana, nos llegaban las carcajadas y el olor a porro.

Al día siguiente hicimos más vida de turista. Fuimos a las fábricas de chocolate y a los viñedos a ver si ligábamos alguna muestra gratis, alguna galletita con paté, un jugo loco, lo que sea.
Esa noche dormimos en Picton, la ciudad donde parte el Buquebús que cruza a la Isla Norte. Nos instalamos en un Backpackers con piano y con pileta, y no una pelopincho berreta, sino una pileta de verdad!! Luego de un concurso de clavados y jugar al marco polo, las chicas cocinaron una tortilla española peligrosísima y después nos fuimos al piano a tocar, cantar y mortificar a los otros huéspedes.
Stock de papa:50 kilos.

Durante estos dos días Juan se la pasó mandándose mensajitos con una amiga argentina que vivía en Wellington llamada Evangelina. Parece ser que era una rubia espectular, llena de amigas hermosas y que querían salir con nosotros en Wellington (donde nos dejaba el Buquebús).

- Qué edad tienen? - pregunté yo desconfiado.
- Jaja, tienen promedio 22, no te preocupes.

Al día siguiente nos despedimos de Vanesa y la amiga y con Amazing y el Coñomovil nos embarcamos en el ferry. El barco era gigante, el viaje duraba unas 4 horas. En un momento me aparté del grupo y me senté en la cubierta del ferry a mirar el paisaje, las montañas verde oscuro, las gaviotas locas revoloteando por todas partes, y el mar, que siempre y sea donde sea, es hermoso. Qué mejor lugar para recostarse cómodo y pensar y recordar a los amigos, la familia, los proyectos, los amores, el futuro y el pasado.
- El pasado...- pensé en voz alta.
La noche anterior me había sorprendido un mail que me había llegado que decía algo así.

"Me quede pensando mucho en lo que pasó entre nosotros. Me di cuenta que te extraño y estoy muy triste por cómo se dieron las cosas. Espero que algún día nos volvamos a encontrar y sea todo distinto. Besos María"

Ahhh, mi dulce María. Al final no era tan perra asquerosa pero ya era parte del pasado. El presente estaba acá y ahora, con Juan, Stephane y Antoine. Con las gallegas cruzando a la Isla Norte, hacia Wellington, donde nos esperaba Evangelina y sus amigas. Nuestro destino era Tauranga, donde nos haríamos ricos jugando al rugby y donde viviríamos increíbles aventuras, y efectivamente nos esperaban muchas cosas en este viaje por Nueva Zelanda, muchas de ellas realmente lindas pero muchas de ellas realmente feas...
Y entre ellas una especialmente terrible...
Una muerte.


martes, 26 de abril de 2011

Capítulo 19 " La Isla Norte y Wellington, capital de NZ"


En el capítulo anterior cruzábamos a la Isla Norte con las gallegas (Catalina, Cecilia y Cristina) y nuestros vehículos. En solo tres días teníamos que estar en Tauranga, a unos 2000 Km., para empezar con nuestro nuevo trabajo.


El barco llegó al puerto de Wellington. Era la primera vez que veíamos una ciudad de verdad en Nueva Zelanda. Hasta entonces todos habían sido pueblos lindos y chiquitos. Por primera veíamos edificios altos, autopistas anchas y avenidas con muchos autos. La otra ciudad importante  es Auckland pero con Juan solo habíamos estado en su aeropuerto unas pocas horas.

Como siempre, lo primero que teníamos que hacer era buscar un lugar para dormir y pensar con qué nos íbamos a matar comiendo.
Fuimos a un Hostel junto con las gallegas, comimos una especie de papas rosti (Índice papa= 45 kg), jugamos a las cartas, nos bañamos y fuimos a encontrarnos con Evangelina y sus amigas para ir a bailar.

En Wellington (y luego en el resto de la Isla Norte) fue cuando empecé a ver muchos maoríes. En la Isla Sur están prácticamente extintos. Si bien, los caucásicos y los maoríes no se llevan mal, hay una especie de indeferencia mutua. No se ven maoríes charlando con rubios, no se ven rubias bailando con maoríes y hasta de vez en cuando se miran mal. Los maoríes se la pasan a las carcajadas, son todos muy simpáticos, todos charlan mucho y te preguntan boludeses. Los blancos no demuestran mucho interés (ni por nosotros ni por nadie), son bastante más fríos, excepto cuando se emborrachan, que te abrazan y te dicen, entre lágrimas, que te aman.

Gracias a la magia de los mensajitos de textos nos encontramos con Evangelina y compañia en el Lavalle y Florida de Wellington. Acá hay un promo que por 10 dólares podés mandar 2000 mensajitos, así que en todas partes, 24 hs al día, absolutamente toda la juventud está con el celular en la mano mandando mensajitos como zombies.

El encuentro con las chicas argentinas para mi fue inolvidable. Los dos grupos se vieron a los lejos y empezamos a caminar para encontrarnos. Evangelina era rubia y resplandeciente y sus cinco amiguitas clones también. Eran como un escuadroncito de muñecas hermosas. Nosotros, obviamente estábamos con los dos franceses y las tres gallegas. Nos encontramos y nos presentamos. Evangelina y Cía. estaban vestidas como Barbie Opera Bay. Las tres gallegas estaban vestidas como Barbie Pobreza Digna.
- Adónde vamos entonces, Eva? - preguntó Juan.
- Hay una discoteca buenísima cerca de acá. El único problema es...tal vez.... que no  dejan entrar sin zapatos - dijo Evangelina señalando los pies de las gallegas. Automáticamente todos miramos hacia abajo. Estábamos de pie en ronda, por lo que podíamos mirar los pies de todos a la perfección. Era exagerada la diferencia de los zapatos de tacos negros y brillosos de las chicas argentinas contrastados con las Topper blancas y roñosas  de las gallegas. Era una imagen tan triste y al mismo tiempo tan graciosa que Juan y yo nos empezamos a reír... y a llorar.

- Bueno, intentemos, ha de haber un lugar al que podamos entrar todos.

Finalmente entramos al boliche sin ningún problema y aquí se presentó una disyuntiva importante. Lamentablemente las chicas argentinas y las gallegas no congeniaron, por lo cual las argentinas se fueron a una esquina y las gallegas a la opuesta. Teníamos que elegir con quién estar y esta vez sí era una decisión mutuamente excluyente. Por un lado las chicas argentinas nos habían ayudado a encontrar el Hostel y eran de Zárate, como Juan, y por el otro lado las gallegas eran nuestras amigas y estábamos viajando juntos. Sin embargo por un lado Evangelina y sus amigas eran todas rubias, todas con brillantina y emanaban un suave y agradable perfume a jazmines. Y por el otro lado estaban las gallegas que eran feas, locas y con olor a papa rosti. La decisión no parecía ser fácil hasta que en un momento vi que Catalina hacía el paso del robot. Obviamente de una salto aterricé en el medio de las gallegas para bailar como Dios manda, es decir horriblemente mal. A los pocos minutos, saltando y bailando también se unieron Juan y los franceses. La decisión había sido tomada.

Por la mitad de la noche Evangelina y una amiga se me acercaron y me dijeron
- Decile a Juan que nos vamos y que no volvemos (literal, acá no se pierde en la traducción).
- Bueno, cuando lo vea le digo. Chau - dije yo mientras cargaba a una gallega a caballito
- Coño! No te vayas, tía!!! Arre Fusi, Arre! Alcánzala.
- No soy Fusi, soy Fizu!
- Es que me confundo, tío, porque eres finito y largo... como un Fusible! juajuajaua!!!

A las tres de la mañana, como es la costumbre neozelandesa , cortaron la música, encendieron las luces y tiraron gas mostaza por lo cuál tuvimos que irnos corriendo como Cannigia contra Camerún en el 90.

El día siguiente fue un día de grandes cambios. Para empezar Antoine había perdido su pasaporte por lo cuál tenía que quedarse en Wellington hasta poder tramitar otro. Nosotros no podíamos esperar porque solo teníamos dos días para llegar a destino. Luego las gallegas ya no podían seguirnos el ritmo, no tenía sentido para ellas conducir 2000 km los pocos días que les restaban de vacaciones. Fue por todas estas razones que nos despedimos emotivamente de las gallegas y Coñomovil y de Antoine, a quien ya no volveríamos a ver pues tenía su pasaje de vuelta a Francia para la semana siguiente.
Juan, Stephane y yo seguiríamos viaje rumbo norte, hacia Tauranga, donde dos días después teníamos que empezar a jugar al rugby, trabajar en el club y ganar mucha mucha plata.

El porvenir era fructífero, y lo cosechado hasta el momento más que satisfactorio. En solo un mes y una semana en este país, habíamos hecho amigos, comprado una camioneta llamada Amazing, habíamos conseguido buenos trabajos, dinero y aventuras. Sin embargo no sé por qué en un momento sentí un escalofrío siniestro en la espalda.

- Ha de ser la brisa marina - pensé.

En esta foto de NZ, estamos con Juan pescando mojarritas. Yo soy el rubio.

lunes, 25 de abril de 2011

Capítulo 20 "Una sorpresa, una sorpresa y una sorpresa"

En el capítulo anterior nos despedimos de Antoine y las gallegas y encaramos para Tauranga, donde en dos días teníamos que empezar a trabajar.


Manejamos kilómetros y kilómetros. Ya estabamos un poco cansados vacacionar. Estabamos un poco cansado de manejar, de los hosteles, de las papas. Queríamos asentar cabeza y empezar a trabajar. Desarmar y armar el equipaje todos los días es muy cansador, especialmente para mi que tengo la deficiencia mental de poner la toalla y el cepillo de dientes siempre en el fondo del bolso.
Pasamos por varios pueblos hasta que llegamos a Taupo, donde pasamos la noche.
Al día siguiente me tiré de un bungee jumping. Nos causó gracia que había un cartel que decía algo así

"Una vez que pagaste no hay vuelta atrás, si te arrenpentís andá a cantarle a Gardel"

Pagué los 100 dolares, me pesaron y dió 85 kilos. Había subido 10 kilos en un mes! Recomiendo la dieta de la papa a todos los luchadores de sumo amateur.
Después de firmar 20 papeles diciendo que no hacía responsable a la empresa en caso de accidente, infarto o combustión espóntanea, me ataron de las patas, me dieron una patada en el culo y salté. Eran unos 60 metros creo. A una aceleración de 9,8 m/seg2, habré aterrizado en el agua en aprox un segundo, es decir 100 dolares por segundo. A ese precio cualquier deporte es extremo, adrenalina pura.

Nos subimos a Amazing, pusimos el mortor en marcha y apretamos el acelerador a fondo, máxima velocidad hasta Tauranga (max velocidad de Amazing: 75 km/hora en bajada con embión y viento a favor).
A eso de las 6 de la tarde llegamos a destino. Tauranga es un ciudad veraniega. Es costera, llena de veleros, kayacs, piraguas, etc. Sin duda la ciudad más linda en la que estuvimos.
Fuimos hasta el Tauranga Rugby Club, buscamos la oficina y hablamos con Bigotes (el tipo que nos había contratado por teléfono).
No se si era por los bigotes, o porque el tipo no tenía dientes o porque yo tenía un toscano en las orejas pero la cuestién fue que no se le entendía nada. El tipo nos hablaba y era otro idioma, no podía ni siquiera cazar una palabra para llegar a deducir de que tópico estabamos hablando. La conversación se dió algo así
- Hola. Somos los jugadores de rugby, venimos por el trabajo.
- Ah, sí, hola. No. No hay trabajo para uds.
- Qué?
- No hay trabajo para uds.
- Qué?
- No hay trabajo para uds.
- Qué?
- No hay trabajo para uds - periódico.

Todos nos miramos incrédulos.
- Pero nos venimos desde Christchurch, en la Isla Sur. Manejamos como 3000 kilómetros, pagamos un ferry, tardamos como una semana, todo porque ud nos había asegurado un trabajo acá.
- Sí, pero no hay trabajo para uds.

Discutimos un rato y Bigotes no parecía entender nuestro enojo. Lo más pancho nos dijo que podíamos conseguir trabajo en cualquier lugar ya que estabamos en la temporada de kiwis.
Nos fuimos insultando (cada uno en su idioma) y como siempre, como todos los días, a ver dónde podíamos dormir. Antes debíamos hacer algunas compras por lo cual fuimos al super.
Desde que llegamos a NZ, todas los gastos los compartimos a medias con Juan. Cuando Stephane y Antoine se unieron empezamos a dividir por 4.
Compramos de todo, saco la tarjeta para pagar y en la maquinita salta
DECLINED
- Qué pasa acá?
Intento otra vez y siempre lo mismo. Finalmente entendí que no tenía más plata en la cuenta.
- Pero cómo? - pregunta Juan - si arrancamos el viaje con 2000 dólares cada uno.
Y claro, 800 dolares de la camioneta y aprox 120 por día en diesel, hostel, comida, quesos finolis y vino, salidas de kayac, bungee jumping, etc. En 9 días me la gasté toda. En casi una semana me había gastado toda la plata con la que había venido a NZ y todo lo que había ahorrado acá. Y encima ahora sin trabajo!
Este era un momento crítico. No teníamos alojamiento, era de noche, no teníamos plata, no teníamos trabajo, estabamos un poco tristes y preocupados por Antoine que seguía en Wellington tramitando su pasaporte y lo peor de todo, la bolsa de 70 kilos de papa ya no tenía la fuerza y presencia de antaño. Casi casi era más bolsa que papa. De tener todo, pasamos a tener nada.

Finalmente Stephane pagó el supermercado y nos subimos al auto para recorrer un poco la ciudad. De repente vimos un backpackers con un cartel que decía "Se buscan cosechadores de Kiwi". Estacionamos y entramos a preguntar. El trato era así, si nos quedábamos una semana en ese backpackers podíamos trabajar en plantaciones de kiwi. La paga era por contrato, es decir, ganás según los kiwis que cosechás, y eso era promedio unos 80 dólares por día. Si esa noche dormíamos ahí al día siguiente ya podíamos empezar a trabajar.
Tauranga sería un lugar importante en nuestro viaje. Aquí empezaríamos con nuestro segundo trabajo en NZ, aquí conoceríamos personajes que nos acompañarían por mucho tiempo, aquí sucederían eventos increíbles que determinarían el rumbo del viaje de manera irreversible.
Y fue así que estabamos dando nuestros nombres y nuestros datos a la encargada del backpackers que nos permetirían hospedarnos y trabajar allí al menos una semana, cuando escucho una voz de mujer, con un acento duro pero pero al mismo tiempo dulce que dice
- Freddy?
Me doy vuelta extrañado y tardo unos segundo en reaccionar y en responder...
- María?

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

domingo, 24 de abril de 2011

sábado, 23 de abril de 2011

Resultados

Por suerte no fuimos al Balotash... El personaje más popular (hasta el momento) es Amazing, siguiendole de cerca Maria. El tercer lugar lo comparten Ben (que lo votó Malena), Antoine (que lo votó Juan) y Juan (que lo votó la mamá). 


1) Amazing:  7 votos
2) María:    4 votos
3) Juan, Ben, Antoine: 1 voto

Pobre Stephane no lo votó nadie. 

viernes, 22 de abril de 2011

BLOGONOVELA Relatos de un viaje a Nueva Zelanda

Primera Parte: Pasión de Kiwi

1 "Llegamos a la Luna"
2 "Una dulce despedida"
3 "Primer dia en Nueva Zelanda"
4 "Primer día de trabajo y primer enfrentamiento"
5 "Un Angel llamado Ben Lewis"
6 "Primer salida grupal y definición del Potato Crew"
7 "Rutina, Nutella y Rock and Roll"
8 "Sobre palomos de colores que inflan la pechuga"
9 "Elige tu propio partido 3"
10 Capitulo X
11 "Última noche antes de empezar el viaje a Tauranga"
12 Me lo comi

Segunda Parte: El Camino del Kiwi

13 "13 Mentiras que dijimos en NZ
14 "Sobre Stephan"
15 "El increíble Arthur Pass"
16 "16 años y el Glaciar Berretón"
17: Las Gallegas más locas del mundo 2, la playa loca"
18 "La Isla Norte y Wellington, capital de NZ"
19 "Una sorpresa, una sorpresa y una sorpresa"

Tercera Parte: Cosecharás tu Kiwi

20 "Debo elevar mi Kiwi"

miércoles, 20 de abril de 2011

Fotos de "Debo elevar el kiwi"

1) El techo de kiwis

2) Stephane y Juan cosechando el oro verde.

3) Aca descubri que la postura sumotori y el laburo era compatibles

4) No lo podria haber logrado sin la ayuda de Joe Kiwi


martes, 19 de abril de 2011

Capítulo 21 "Aparece Siva"

En el Capítulo anterior empezamos a trabajar cosechando kiwis y recibí una invitación para participar en el Torneo de Sumo de Oceanía. Mientras tanto Juan busca laburo en un tambo y vivimos con Stephane, María y Tini en el mismo backpackers.

Nos levantamos temprano y fuimos a trabajar con Stephane mientras que Juan se quedó en la ciudad mandando mails y esperando llamadas telefónicas de los tambos a los cuales enviaba currícula.
Antes de ir a cosechar los kiwis, Juan me comenta
- Mira! tenemos un mensajito de las gallegas - que decía así (Juan: decime si me equivoco)

"Hola tíos! Estamos a unos 400 km de Tauranga. Se nos ha perdido la cartera, así que estamos pensando visitarlos para que nos castiguen."

Juan y Stephane se morían de la risa y hacían chistes finos de salón.
- Qué les respondo? - preguntó Juan
- Nada! Si les respondes van a venir y vas a tener que castigarlas en serio.
- No, no van a venir - río él - mañana tienen que estar en Auckland para volverse a Galicia.-
Bastante después, chequeando nuestro celular compartido, vi que finalmente Juan les había respondido algo así.

" Los Argentinos y los franceses no arrugamos. Si vienen las vamos a castigar."

El trabajo en la plantación fue , como siempre, insoportable pero yo estaba encantado y motivadísimo. Tenía el Kiwi tan elevado que debía tener cuidado de no destruir la Tierra. Stephane se quejaba todo el tiempo y era muy gracioso. Cabe aclarar que todos los extranjeros que laburan en los llamados "Seasonal Jobs" de Nueva Zelanda son mochileros. Todos excepto Stephane. Él es el único que, en vez de con una cómoda gran mochila, se vino con un equipaje enorme con rueditas y sin bolsa de dormir. En vez de una campera abrigada e impermeable, se vino con una jacketita de corderoy de marca super elegante. Y el único, desde ya, que trajo (exactamente) doce camisas de vestir, perfumes, cremas, brebajes y demás yerbas. En un momento pensé que su refinura se debía al solo hecho de ser francés, sin embargo luego conocí a un par de franceses super cirujas que me bustearon el mito.
Después de laburar 8 horas, volvimos a la ciudad y Stephane aceptó acompañarme a correr como parte del entrenamiento y preparación para el torneo. Corrimos unos 15 minutos hasta que vimos un Burguer King y nos clavamos un par de Whoppers (también parte del entrenamiento). Por último, como me daba un poco de vergüenza hacer los ejercicios de sumo en el medio de la habitación, me encerraba en el baño y, antes de ducharme, hacía shiko y practicaba salidas.
Esa misma noche nos encontramos todos en el comedor. Cenábamos todas las noches con las alemanas. Día por medio cocinabamos nosotros, día por medio ellas. Esa noche hicieron una sopa tan picante que por poco vimos un coyote espacial.
- Va a arder a la salida - dijo un japonés.

En el backpackers, junto al comedor, había una sala de video, con dvd, un gran sofá y muchos almohadones.
- Podemos ver una película - propuso María - en mi cuarto tengo Love Actually (aquella película inglesa con Hugh Grant que transcurre en Navidad y son todas historias de amor). Nos ubicamos en la sala y la casualidad me ubicó al lado de María. Simulé bostezar y le pasé el brazo por sobre sus hombros. Ella, aparentemente en estro, cedió y apoyó su cabeza en mi.
- Esta es la mía - pensé.

Empezó la película y no logramos ponerle subtítulos, así que de entrada, con Juan no entendíamos una goma. De todas formas Juan miraba más de reojo a Tini que a la pantalla del televisor.
Habrían transcurrido 10 minutos y yo ya me empezaba a enganchar y a entender la trama cuando suena nuestro celular y Juan atiende.
- Hola?... Ah! bueno, ya bajamos. - y corta. - Son las gallegas! - me dice entre asombro e incertidumbre. Se pone de pie y sale del cuarto.
La situación era muy incómoda. Las alemanas nos habían cocinado y habían conseguido una película pero las gallegas, pobres, se habían venido de no se donde.
Qué debía hacer? No bajar a saludar era muy mala onda de mi parte. Había viajado con ellas más o menos una semana y se habían portado de diez. Pero si bajaba quedaba medio mal con María.
Como ni siquiera se me ocurría una excusa, me levanté en silencio rompiendo el frágil abrazo y bajé a saludar con la idea de volver a los 5 minutos y esperando que la receptividad de la alemana no decaigase o decaigara.
Salí y allí estaban las 3 gallegas en su Coñomovil. Catalina, Cecilia y Cristina. Las tres feas, graciosas, ridículas y encantadoras. No pude menos que sonreír de alegría y darles un fuerte abrazo a cada una.
- Vamos tíos, suban, que aquí estoy mal estacionada. - sin pensar que los 5 minutos se harían 15, subimos de un salto al Coñomovil.

Empezamos a dar vueltas por la ciudad. Las gallegas querían comprar alcohol y buscaban una Licor Store, que son autoservicios de escabio y son más comunes que los supermercados chinos en Bs As. Finalmente encontramos una y compraron alcohol como para sobrevivir 4 años en una isla desierta con Wilson. Luego buscaron un lugar para estacionar (y por ende para pasar la noche) y encontraron un lugar perfecto justo al frente de nuestro backpackers.
Yo todavía estaba a tiempo de ir a ver, aunque sea, la mitad la película con María. Traté de despedirme cordialmente pero me era muy difícil.
- Noo!! Quédate un poco más. Esta es nuestra última noche juntos! - decían
- Pero mañana me tengo que levantar a las 7 para ir a trabajar - trataba de explicar.
- Joder!!! Y no vayas! - era un argumento irrefutable
- Juguemos a algo - propuso Cecilia
- Juguemos al Burro loco!! - grito Catalina
- Siiii!!! - explotó Cristina
- Qué?! - preguntamos Juan y yo totalmente alarmados por la naturaleza del nombre. La palabra "Burro" medio que intimida un poco.
- Uno se tapa los ojos, los otros se esconden y tiene que encontrarlos
- Aahhh, al cuarto oscuro! - entendí - o en su defecto Gallito Ciego.
- jaja Gashito siego - se burlaban las gallegas de nuestra pronunciación argentina - pero qué nombre más ridículo.

Me quería ir pero realmente el cuarto oscuro es un juego que me fascina por eso decidí quedarme solo 10 minutos más que se como siempre se harían un poco más largos.
El Coñomovil era bastante grande pero era solo una campervan con un pasillo, un baño y una mesita por lo que no había muchos lugares para esconderse
Empezamos a jugar y poco a poco empezamos a destruir el lugar, primero tiramos una taza, después fue una botella. Mientras más cosas se rompían las gallegas más se reían de como NO les iban a devolver el deposito que habían dado por el alquiler de la campervan.
Así fue que me distraje y el tiempo empezó a pasar más rápido. En un momento Juan era gallito ciego, una de las gallegas estaba escondida abajo del volante hecha un bollito y yo me había acostado entre el parabrisa y el volante (no se como se llama esa parte del auto, es como la cuneta pero de adelante). Juan se agachó en cuatro patas para chequear abajo y a mi se me ocurrió una maniobra maestra. En mi imaginación planeé saltar arriba de Juan y dar una vuelta carnero sobre su espalda, al mejor estilo Batman Vuelve Forever. De esa manera se vería confundido porque no sabría quien habría rodado por su espalda y talvez diera una oportunidad a la desarfortunada gallega que estaba totalmente atorada entre el freno de mano y el embrague. Entonces respiré profundo y salté arriba de Juan. No se si fue porque estaba un poco oscuro y no pude calcular la distancia o porque se me enganchó a cadera contra el volante o porque ya no soy el de antes pero la cuestión fue que solo logré despegarme del suelo apenas unos centímetros y solo logré pegarle un cabezazo en la espalda a Juan y aterrizando contra la frágil puerta corrediza del baño del Coñomovil, obviamente rompiéndola totalmente.
- Qué pasó? - gritaron todas. Encendieron las luces y encontraron a Juan en el piso casi inconsciente y yo tirado y confundido, dentro del minúsculo habitáculo del baño, de espaldas al suelo y con las piernas arriba del inodoro.
Yo esperaba la típica reacción de cuando se rompe algo en una fiesta y todos te miran y abren mucho los ojos y hacen "Oooohhhhhh" con la boca y nadie dice nada pero te miran con cara culposa, y uno sabe que hizo algo muy mal pero le cuesta mantener la seriedad, en parte por nervios y en parte porque la situación generalmente es verdaderamente graciosa.
En este caso al principio las gallegas estaban mudas. La puerta de baño es algo relativamente importante ya que impide que tus compañeras te vean, entre otras cosas, sentada en el inodoro. Se podría decir que la puerta del baño es uno de los pilares de la civilización moderna, algo que nos separa (junto con la abstracción del lenguaje y el entierro de nuestros muertos) al resto de los animales. Sin embargo la reacción fue la siguiente: primero se empezó a reír una, luego la otra y finalmente las tres estallaron en carcajadas. Catalina se reía tanto que tuvo unos espasmos y tiró y rompió otro vaso, cosa que intensificó las risas de las otras. Yo aproveché la situación, las abracé, me despedí y me fui rápido antes que se dieran cuenta, a ver el final de la película con María, sin embargo cuando llegué la sala de video estaba vacía. Eran las 4 de la mañana. Me fui a dormir para levantarme al día siguiente tres horas después para ir a levantar kiwis. Esa noche Juan no durmió en el hostel.

A la mañana siguiente fui a desayunar solo. Esta vez ni Juan ni Stephane querían trabajar. En el comedor había solo unas pocas personas y entre ellas, María.

- Buenos días - saludé pero no me respondió. A los minutos me dice
- Ayer me podrías haber avisado que no volvías. No sabía si esperarte o irme.
- Disculpá. Tenés razón... lo que pasó es que... - todavía no me sale inventar una excusa rápido en inglés
- No me tenés que explicar nada. Estuviste con las chicas españolas.
- Sí, es que era su última noche con nosotros. En dos días se vuelven a Galicia.
- Claro, y te gustan. Seguramente son hermosas (textual)
- jajaja, noo! dejame mostrarte unas fotos!
- No me tenés que mostrar nada - respondío ofendida. Hubo un largo silencio en el cual me concentré para decir lo siguiente
- No me gustan las gallegas. Me gustas vos, María.
Ella levantó la vista y me miró sorprendida. Pasaron unos segundos, abrió la boca para decir algo pero justo en ese momento apareció Tini que gritó desde la puerta.
- Vamos, María, la camioneta está abajo - por unos segundos ninguno sabía que hacer, entonces ella se puso de pie, agarró su mochila, se me acercó, me dió un beso en la mejilla y me dijo "Nos vemos a la noche" y se fue apresurada.

Me quedé solo y desconcertado tomando mi desayuno que consistía en kiwis y avena. Ahora solo había una persona más en el comedor sentado a unos 4 metros de mi. Noté que me estaba mirando y lo miré. Era un pibe más o menos de mi edad, medio oscurito y con una gran sonrisa.
- Linda chica - me dice sonriendo con un acento idéntico al de Apu de los Simpson
- Qué?
- La pelirroja. Linda chica
- Ah - respondí medio a desgano - sí...gracias.
- Hoy es mi cumpleaños - me dijo unos segundos después, esta vez todavía más sonriente
- Qué?
- Hoy es mi cumpleaños
- Ahh... feliz cumpleaños - le respondí un poco más amable - Cómo te llamás?
- Sivaneswaran Thiruchelvan
- ...


Siva... una persona que nunca olvidaré. En Nueva Zelanda conocería mucha gente pero con solo unos pocos entablaría una relación de sincera y real amistad. Stephane había sido mi primer amigo hecho en este viaje. Siva sería el segundo. Todavía ninguno de los dos ni siquiera sospechaba que más tarde seríamos compañeros de viaje por mucho tiempo.

Era sábado. Era el cumpleaños de Siva y esa noche marcaría un quiebre en nuestra estadía en Tauranga...se te ve la tanga.


Próximo Capítulo " La última palabra"

domingo, 17 de abril de 2011

Capítulo 20 "Debo elevar mi Kiwi"

En la Primera y Segunda parte, llegamos a NZ con Juan y trabajamos en Ashburton (cerca de Christchurch) con las papas, donde conocimos mucha gente (Ben, Andrew, María) y además a Antoine y Stephane con quienes compramos una camioneta y emprendimos un viaje a Tauranga.


- María! - exclamamos con sorpresa y alegría. Todos nos saludamos y nos abrazamos calidamente. Era muy agradable ver caras familiares en una ciudad desconocida. La alemana había llegado solo unos días atrás con Tini, otra alemana muy linda y simpática. Cuando Juan la saludó se quedó boquiabierto y extrañamente su inglés era todavía más indígena que de costumbre.
Ellas estaban en el mismo hostel y también trabajaban cosechando kiwis pero para otra compañía.
- Cómo es esto del laburo? – balbuceó Juan
- Es muy sencillo - contestó María - nada más hay que estar 7:30 AM parado al frente del hostel y viene una camioneta y te lleva a cosechar los kiwis hasta las 16:30.
- Y si no estás a las 7:30 en punto?
- No te llevan y no trabajás - aclaró Tini
- Y no hay drama? Al día siguiente podés trabajar igual?
- No hay problema. Acá trabajás solo cuando querés.

Nos despedimos de las chicas y nos fuimos a nuestra habitación a dormir.
A la mañana siguiente a las 7:30 en punto estábamos peinaditos y firmes junto a la puerta para que nos llevaran a trabajar. Nuestros jefes era un familia de maoríes y el abuelo (el más jefe de todos) se llamaba Joe Kiwi. Al principio pensé que era un chiste, sin embargo después leí en el contrato que efectivamente el apellido del tipo era Kiwi y Juan es testigo y no me deja mentir.
Joe Kiwi era muy petizo, feo y medio verdoso, como el maestro Yoda. Su mirada reflejaba una sabiduría oculta e infinita, casi tan infinita como su amor a los Kiwis, es decir a su familia.
Llegamos a la plantación, nos dieron unas bolsas que nos teníamos que colgar al cuello y gritaron "A cosechar!"
El trabajo consistía en lo siguiente: los árboles de kiwi forman como un techo de ramas donde cuelgan los frutos, hay que arrancarlos (con cuidado pero con velocidad) y ponerlos dentro de la bolsa para luego descargar la mencionada marsupia en unos cajones de madera.
Al principio el trabajo era muy divertido pero cuando me refiero al principio me refiero solo a los primeros 40 segundos. Después fue una verdadera tortura. La familia Kiwi se la pasaban apurándonos para que lo hiciéramos más rápido ya que el dueño de la plantación nos pagaba por cajón. Al final del día se sumaban todos los cajones y lo dividían por la cantidad de empleados.
Nuestros mismos compañeros a veces nos molestaban para que trabajáramos más rápido, era muy molesto. Stephane y Juan trabajaban lento pero constante mientras que yo por momentos cantaba la musiquita del Wonder Boy y laburaba a mil por hora pero otras veces entraba en trances de 5 minutos donde me quedaba absorto mirando un kiwi pensando y fantaseando que se yo qué. Ahí era cuando me cagaban a pedos mal.
Había un japonés, que como nadie sabía el nombre lo llamaban Suzuki, era chiquito, rengo y no hablaba nunca. Era el más rápido de todos. No se le veían las manitos cuando cosechaba y laburaba los 7 de la semana doble turno. Un enfermo.
Para colmo la altura del cultivo era de 1.70 metros aprox. Para mi era incomodísimo. Estaba todo el día en una posición jorobada y encima me pegaba la cabeza contra los kiwis haciéndolos caer, a veces caían dentro de la bolsa, otras veces caían al suelo pero igual los pateaba lejos y nadie se enteraba.
Un día hice la cuenta y cada uno cosechaba entre 3000 y 5000 kiwis por día.
Después de 8 hs de llenar y descargar las bolsas que pesaban como 30 kilos cuando estaban llenas, terminamos con la espalda destruida y fusilados.
Llegamos al backpackers, cenamos con las alemanas, comimos papas y de postre varios kiwis que nos habíamos encanutado en los calzoncillos.
- Este trabajo es una cagada - comentó elocuente Juan mientras comía un kiwi.
- No es para tanto - le respondí tratando de ser positivo - estamos al aire libre, podemos escuchar Dolinas, podemos comer kiwis.
- Vinimos a Nueva Zelanda a aprender agronomía. Tenemos que conseguir trabajo en un tambo. Ahi sí vamos a aprender y además a ganar buena plata.

Por un lado Juan tenía razón. Las ventajas del tambo era que aprenderíamos mucho, ahorraríamos y podíamos asentarnos hasta el final de nuestro viaje en NZ. Pero por otro lado debíamos comprometernos a trabajar allí más al menos 3 meses. Yo todavía sentía que quería seguir recorriendo un poco más. Ver más lugares, conocer más gente, trabajar en distintas cosas, etc.

- El problema del tambo - argumenté - es que tal vez conseguimos laburo juntos, pero Stephane no va a poder trabajar con nosotros.
- Stephane es un salame.
- Nahhh, es medio gilún, no te lo discuto pero es divertido y le pone onda. Además con él hablamos y practicamos todo el día inglés, excepto cuando hablamos mal de él.

La discusión quedó allí inconclusa. Después de cenar fui a chequear mails y me encontré con uno muy interesante de mi sensei de sumo.

" Fizu,
Hablé con el Presidente de la Asociación de Sumo de NZ, y logré que te inviten a participar en el Torneo de Oceanía de Sumo 2008. Es el 31 de Mayo en Wellington. Pensás que podes luchar? Abrazo
Sebastian"


Me quedé sorprendido. Era un honor! El único problema era que hacía mucho que no entrenaba y solo tenía 3 semanas para hacerlo, pero trabajando con los Kiwis con los kiwis no me quedaba ni tiempo ni energía para nada. Por un lado no quería hacer un papelón y hacer quedar mal a mi querida patria, pero por otro lado talvez después del torneo había comida gratis. De todas formas no estaba seguro si participaría o no.

Al día siguiente Juan y Stephane no quisieron trabajar. Juan porque quería quedarse en la ciudad buscando trabajo en un tambo y Stephane porque quería encontrar un peluquero que esté a la altura de la circunstancia.

El trabajo sin mis dos compañeros era todavía más denso así que laburaba tan lento que lo único que faltaba era que sacara los kiwis de la bolsa y los volviera a colgar del árbol. Joe Kiwi, que me observaba desde hacia unos minutos, se me acercó, me puso una mano en el hombro, me miró a los ojos, respiró profundamente, se aclaró la garganta, hizo un solemne silencio, frunció el ceño, cerró los ojos, los volvió a abrir y finalmente dijo

- Motivación te falta.

Como no entendí bien que me quiso decir, suspiré, hice una pausa y pregunté

- Qué?

Sin embargo Joe Kiwi no respondió al instante. Solo dió media vuelta y se alejó caminando lentamente. En el aire creí escuchar una voz diciendo

- Si a un hombre se le enseña todo... nunca aprenderá.

Me quede allí parado, pensando, con mi bolsa llena de 30 kilos de kiwis. Como me dolía la espalda, decidí flexionar las piernas para mantener la columna derecha y separé las piernas para bajar el centro de gravedad y mejorar la estabilidad.
- Ja - pensé - esta posición parece la de un luchador de... sumo – tardé unos segundos en entender una importante verdad. De repente había encontrado mi motivación! Había encontrado la manera de entrenar mientras trabajaba! Lo miré a Joe Kiwi y este me señaló con el dedo y asintió con la cabeza. No hicieron faltas más palabras, supe lo que quiso decirme.
- Debo elevar mi kiwi - susurré y a los segundos empecé a trabajar más rápidamente y más motivado que nunca. Tan motivado estaba que no pude evitar gritar con todo el aire de mis pulmones y con toda la fuerza de mi corazón mientras sentía una energía cósmica a mi alrededor
- DEBO ELEVAR MI KIWI!!!!!

Esa misma tarde, cuando terminamos de trabajar, fui a un ciber, chequié mi pueblo en Travian, boludié una ratito en el Facebook y finalmente le respondí el mail a mi sensei

"Querido Sensi Seba
Decile al Presidente del Sumo en NZ, que cuente con la presencia de Argentina en el torneo...

VOY A LUCHAR"


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Próximo Capítulo “Aparece Siva”