miércoles, 31 de diciembre de 2008

Capítulo 44 “Adiós mi nueva Zelanda querida”


En los 43 capítulos anteriores me despedí de mi familia y de mis amigos en Argentina y volamos con Juan Acutain a Nueva Zelanda. Nos instalamos en Christchurch y trabajamos en una montaña de papas, donde conocimos a Stephane, María y varios amigos más. Luego nos tomamos unas pequeñas vacaciones de 10 días y recorrimos varias ciudades en Amazing (nuestra camioneta) con la loca compañía de las Gallegas, hasta llegar a Tauranga, donde trabajamos cosechando kiwis. Ya en quiebra (a solo un mes de viaje) me separé de Juan y fui a Wellington a participar en un torneo de sumo. Luego, con Stephane, en busca de techo y comida (y ya habiendo fallado nuestro intento de ingresar al ejército) caímos en una granja hippie y biodinámica donde ayudamos y convivimos con Corky y un perro tuerto. Tiempo después, gracias a nuestro amigo malayo Siva, viajamos a Blenheim, donde comenzamos con nuestra vida de podadores. Al principio tratamos de trabajar bien y ganar mucha plata y no resultó. Luego tratamos de exigir nuestros derechos y los beneficios del sistema, y tampoco resultó. Finalmente, después de haber sido monumentalmente traicionados y estafados por Siva, conseguimos otro trabajo en Kaituna Valley, podando duraznos, sin embargo, desafortunadamente llovió un mes seguido sin parar y no pudimos ganar plata. De todas formas, después de mucho buscar, nos llamaron de una Dairy Farm, en Invercargil, donde ordeñamos vacas y pudimos escapar de nuestra indigencia.
Tres meses después, era 1 de noviembre y teníamos salud, amistad, dinero y estábamos llenos de energía y expectativa.




Era el último día de trabajo y cada cosa que hacíamos lo anunciábamos solemnemente de la siguiente manera:


“Esta es la última vez que no levantamos a las 4”
“Esta es la última vez que les doy leche a los terneros”
“Esta es la última ve que alimento a los chanchos.”


Después de 3 meses, es decir más de 1000 horas de trabajo, no es raro que uno se encariñe con ciertas cosas o aspectos del trabajo, y más aun con algunos animales.
Recuerdo que una vez recolecté en el medio de un potrero a un ternero recién nacido que estaba muy débil y tembloroso. No podía caminar ni ponerse de pie. De todas formas lo metí en el trailler y lo llevé al galpón de los terneros. Parecía Bambi, era marroncito y muy flaquito. Como se le veían las costillas lo bauticé Bruno. Cuando me lo crucé al Tony le informé sobre el estado del animal.

- Sacalo del trailler y dejalo afuera del galpón. No lo pongas con los otros animales. Yo esta tarde me deshago de él.

Con “deshacerse” se refería a pegarle un martillazo en la cabeza y tirarlo en un pozo con todos los otros animales muertos. Ya sé que parece una crueldad pero las vacas en el campo nos son mascotas, son herramientas o máquinas que solo sirven para dar ganancia económica. Si no funcionan bien, no sirven, y hay que descartarse de ellos como cualquier impresora Epson Stylus Color II después de un año de uso.
Entonces tomé a Bruno de las patas y lo arrastré hasta dejarlo tirado en el medio del cemento, fuera del galpón. Si bien no se movía, el ternerito movía los ojos bien abiertos y parpadeaba asustado. Había llegado al mundo solo unas horas atrás y la bienvenida no era la más cálida que digamos.
Me arrodillé a su lado y lo empecé a acariciar.

“Un ser vivo que solo en unas horas va a dejar de vivir, y nadie lo recordará porque incluso nadie sabe que existió, excepto yo.”

Me agaché un poco más y lo abracé.

“Adiós Bruno, tal vez en otras circunstancias hubieras sido mi mascota, o mi amigo. Pero lamentablemente hoy vas a morir y no hay nada que yo pueda hacer para evitarlo.”

En realidad, siempre se puede hacer algo. Podría robarme un cuatriciclo y un trailler y llevármelo a Argentina... sin embargo sabía que ya estaba delirando, y la escena me estaba afectando, por lo que me levanté rápidamente y continúe con mi trabajo.

Luego ese mismo día almorzamos con Abdi y Stephane, y después de un mini descanso, volvimos al trabajo para realizar el segundo ordeño.
Cuando pasamos con el cuatriciclo, cerca del galpón, vi que Bruno estaba de pie y hacía un esfuerzo para caminar (ahora más que nunca se parecía a Bambi.)

- It’s alive!! Bruno está caminando! – le grité a Stephane, sin que este entendiera.

Solo unas horas más tardes, mientras ordeñaba y recibía mierda en la cabeza, Tony se me acercó

- Al final el ternero no está tan débil. Por esta noche metelo en el galpón y mañana vemos que hacemos.

Aquella tarde, cerca del atardecer, una vez que habíamos manguerado y limpiado toda la sala de ordeño, le hice upa a Bruno y lo metí con los otros animales.

Después de todo Bruno había logrado sobrevivir.


Al siguiente, como todos los días, mi tarea consistía en alimentar a los terneros, y Bruno entre ellos (que en realidad resultó ser Bruna).
No les voy a mentir. Siempre a Bruna le di más leche que al resto y una doble ración de alimento balanceado. Con el tiempo la ternera creció más grande y fuerte que el resto y corría como loca y jodía al resto. Cada día, cada vez que entraba al galpón, lo primero que hacía era buscar a Bruna con la mirada y chequear que estuviera bien. Y seguramente esto solo sea pura impresión mía, pero me parecía que ella me reconocía y saltaba y corría mas excitada y alegre cuando me veía.


Es por eso, que el último día de trabajo fue de despedidas y muy emotivo. Me tuve que despedir no solo de Bruna, sino de varias pequeñas cosas que ya eran parte de mí.
Si bien fue un día como todos, no fue un día más.

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Una de las ciudades más turísticas de Nueva Zelanda es Queenstown, que viene a ser algo así como Bariloche en Argentina. Como estábamos solo a 200 km teníamos ganas de visitarlo.
Abdi, en un acto de infinita generosidad, nos prestó a KIT durante 4 días! Grande negro! Y de esa manera nos mandamos para esta ciudad.

Allí, paseamos por las calles, comimos en Burguer King (después de mucho tiempo sin la divina comida chatarra) y fuimos a un hostel. En nuestra habitación había un francés, de quien lamentablemente no me acuerdo el nombre. Empezamos a charlar con él la conversación estándar de mochileros en Nueva Zelanda. Cuándo llegaste? Cuándo te vas? Qué lugares has visitado? De qué has trabajado? Y de repente, ni él ni nosotros lo podíamos creer...
Este francés había llegado al país en marzo (al igual que Juan y yo), había laburado dos meses en Tauranga (la Ciudad de los Kiwis) y en junio había emigrado a Blenheim (la ciudad de los viñedos) donde había podado durante 3 meses. Y vivía en nuestra misma calle a solo 40 metros de distancia de la Casa de Kumar! Como si fuera poco se había enterado de todos los quilombos de las demandas de salario mínimo que parece ser que siguieron después de nuestra partida. De todas formas él no había tenido problema ya que en 3 meses se había hecho experto y ganaba más de 120 dólares por día. Y aquí viene lo más increíble, porque este francés, una vez terminada la temporada de uvas, consiguió un trabajo en Kaituna Valley en al misma empresa que nosotros y encima vivió en la Boyzhouse con Tonga y Nadine! Y encima los chicos le habían comentado de nosotros!

Esto pasa cuando se vive en un país con tan pocos habitantes.

Después de podar dos meses en Kaituna Valley se había venido a Queenstown a trabajar como mozo en un restaurant francés. El muchacho este era profesor de gimnasia y era divertidísimo. Fuimos a bailar todos juntos, hicimos un par de salidas, trekking y un par de cosas aburridas más.
Tras pasar nuestros 4 días en Queenstown nos despedimos del francés y nos volvimos a Invercargill.
Cuando llegamos fuimos todos a comer a lo del Beto Tony. Tracy había preparado la torta nacional de Nueva Zelanda, llamada Pavlova. Un postre muy rico si bien me extrañó que no llevara kiwis.
Al final del festín nos hicieron unos regalos, unos calendarios y unos diccionarios de Slang Kiwi, con dedicatoria y unas fotos de ellos muy tiernas.

Nos abrazamos, nos despedimos y Tony nos llevó al aeropuerto donde nos tomamos un avión a Wellington. Para que a Wellington? Se preguntaran uds. Nada menos que para cumplir una promesa y para efectuar un operativo de rescate. Cuando el avión aterrizó, hicimos un par de llamadas telefónicas, nos tomamos un tren y en la correspondiente estación descendimos. Y en el andén nos encontramos con...Bruce, Pam, Corky y nuestro querido perro tuerto!
Habían pasado más de cinco meses desde nuestra visita, igualmente no habían cambiado nada. Corky seguía igual de Corky, el perro tuerto, igual de tuerto y hasta creo que Bruce estaba vestido con la misma camisa roja a cuadritos que el día que lo conocí.
Después de muchos saludos y abrazos nos subimos a la camioneta y encaramos para la encantadora granja biodinámica donde volvimos a trabajar unos 5 días, de esa manera cumplimos nuestra promesa que habíamos hecho cuando nos fuimos la última vez y de paso yo rescataba mi preciosa computadora rota. (o mejor dicho al revés: recuperaba mi compu y de paso cumplía la promesa!)
Después de haber trabajado en la Dairy Farm, las actividades en la granja biodinámica nos parecían un chiste. Una tarde el laburo consistió en mover unas piedras, que no eran más que 20. Una mañana tuvimos que construir unas jaulas para pollitos usando unas rejas de horno, y el último día limpiar unos huevos orgánicos y meterlos en unas cajitas para que luego Pam los vendiera en el mercado.
- Y pensar que estudié 5 años economía en la Universidad de la Sorbone para terminar haciendo esto. – decía Stephane mientras limpiaba un huevo con un cepillo de dientes viejo.
Esa semana nos vacunamos contra todo (requisito para viajar a Asia). Nos dimos vacunación contra Tifoideas, Hepatitis, Meningitis, el Michelangelo, el virus Zombi, Fiebre Amarilla, Peste Negra, Marea Roja, Onda Verde y Amar Azul.
Hubiese sido una justa ironía si apenas salíamos del centro de vacunación nos pisaba un camión.
Cuando llegó el momento de partir decidí hacerle un regalo a Corky y le dejé mis botines de futbol.
- Ahora no te van, pero en algunos años los vas a poder usar y ser el nuevo Messi de Nueva Zelanda.
Igual no se que tan cierta era ese premisa, no tanto porque desconfiara en el potencial de Corky como centro delantero sino porque ya era medio petizo para su edad y los botines eran 45. Me parece que no los va a poder usar nunca.

De todas formas estaba chocho con el regalo.

Hicimos nuestras valijas, nos despedimos y fuimos al aeropuerto para tomarnos otro avión a Auckland, la ciudad más grande e importante de Nueva Zelanda, la cual todavía no habíamos conocido.
Quizás fue porque ya teníamos la cabeza puesta en Asia, pero la cuestión fue que Auckland no nos gustó mucho. Es solo una ciudad grande. Eso sí, hay más chinos que neozelandeses. Eso fue bueno para nosotros porque fue como proceso de adaptación a Asia.


Stephane se compró una cámara buenísima para el viaje, con un zoom enorme y todo. A partir de aquel entonces cada vez que nos cruzábamos con turistas, de reojo, si bien no muy disimuladamente, les miraba la cámara obsesionado por ver quien tenia el zoom más grande.

Al final de la estadía en NZ ambos teníamos en nuestras cuentas 3500 dólares neozelandeses. No era una barbaridad pero habíamos leído que con 1000 por mes se puede vivir bien en Asia.

Finalmente llegó el momento tan esperado y fuimos al aeropuerto de Auckland a tomarnos nuestro avión a Bangkok, la capital de Tailandia, y hasta diría la capital del Sudeste Asiático.
Y como cada vez que me subía a un avión, en el despegue, con la ñata contra el vidrio, incluso babeando la ventanilla por la emoción. El avión comenzó volar y el país a alejarse. De a poco sus granjas y cosechas perfectamente cuadriculadas y prolijas se fueron convirtiendo en una simpática maqueta de distintos verdes. No he conocido lugar más limpio y ordenado. Su gente es impecable, son respetuosos y educados pero al mismo tiempo no dejan de ser cálidos. Una rara combinación.

Grandma, Los Patterson y su encantadora granja hippie, Bobbie, Tony y toda su familia. Me llevo el mejor recuerdo de todos y cada uno de ellos.

Nueva Zelanda, con sus praderas verdísimas, sus montañas nevadas, sus lagos fríos, su lluvia de invierno y su sol tan conocido por todos, es sin duda un país hermoso y ahí me di cuenta que, después de Argentina, era el país que mas conocía y que más quería, algo así como mi segunda hogar. Es bueno saber que si algún día cometo un gran delito en Argentina, existe un buen lugar al cual escapar y en el cual podría perfectamente vivir.


Mientras seguía mirando por la ventana, Nueva Zelanda se iba quedando atrás, hasta perderse y fundirse muy lentamente en el blanco de las nubes.

- Adiós, mi Nueva Zelanda querida. – dije en voz baja y en español y miré hacia adelante y me senté bien. Todavía no volvía a casa, todavía había un destino más.

Asia.

Un continente que contrastaba totalmente con Oceanía. Un continente pobre, más sucio, más desordenado, con más colores, con más olores, más sensual y, definitivamente, muchísimo más loco.


..............................FIN DE LA SEXTA PARTE.......................




lunes, 29 de diciembre de 2008

Capítulo 43 “Y Finalmente un final feliz”

Y fue así, mis amigos, como trabajé durante tres meses en la Dairy Farm y conseguí la plata para pagar mi deuda de 300 dólares a Juan y ahorré toda la plata para la mayoría de los pasajes y para vivir tres meses más en Asia. Tracy, literalmente se retiró, y fui yo quien la reemplacé. Por otro lado, Stephane se hizo un experto e imprescindible alimentador de chanchos. Más allá de la baranda insoportable realizaba su tarea con amor e inmensa pasión.


Y fue así, que a la semana siguiente nos volvieron a invitar a comer, solo que esta vez caímos con Indra y Abdi, quien por primera vez en un año cenaba con Tracy y Tony. No solo hicimos un esfuerzo por integrarlos, sino que actué como mediador y los concilié en un momento que Tony y Abdi se pelearon y el keniano se quería volver a África.

La cena de los sábados se hizo una hermosa costumbre y todos nos hicimos muy amigos.


Y fue así, que durante tres meses anduvimos todo el tiempo en moto y aprendimos muchísimo sobre producción animal y lo que implica trabajar en el campo. Y no solo eso, sino que en lo personal descubrí que me fascina la vida de granjero, el ejercicio físico, los tiempos que se manejan, la paz y el encanto de trabajar con animales, plantas y la naturaleza.


Y fue así, también, que decidí, a mi vuelta en Argentina, construir y vivir en mi propia granja (biodinámica tal vez), con vacas, caballos, gallinas, huertos, abejas, Brunos, caracoles, mariposas y dragones de Komodo. Quién sabe? Hasta podría escribir un blog sobre el nacimiento, construcción y evolución de la misma.


Y fue así, mis amigos, como trabajando en Invercargill, la ciudad de la Buena Leche, con Tony, Tracy, Stephane y Abdi, me convertí en un hombre.


Y fue así, mis queridos amigos, como pasé mis últimos tres meses en Nueva Zelanda, tal vez, me animo a decir, los tres meses más felices de mi vida.



FIN





Próximo Capítulo: Adiós, mi Nueva Zelanda querida.

Capítulo 42 "La Ultima Cena"

Llegamos a la casa de nuestros jefes. Fuimos en moto. Si bien sabíamos que no era apropiado queríamos usar las motos lo máximo posible antes que nos echaran.

- Hola! Tony los está esperando en el yard – nos dijo Tracy.

- Sí, sí. – respondimos de malhumor.

Fuimos al yard y allí lo encontramos al Beto Tony.

- Ey! Siéntense, muchachos! Agarren una cerveza.

- No, gracias. – respondimos.

- Ah… bueno. Entonces, muchachos – comenzó nuestro jefe después de tomar un largo trago – hasta cuándo se piensan quedar con nosotros?

- Ya te lo dije, Tony – respondí. – Nuestra idea era quedarnos hasta noviembre pero ya sé que somos muchos, así que depende exclusivamente de vos.

- Sí, es verdad que somos muchos pero creo que los voy a necesitar un tiempo más. Estuve pensando y hay muchas cosas para hacer aparte del ordeño. Este año estamos acumulando más terneros así que Tracy necesita ayuda. Y además he notado que hicieron un gran esfuerzo. Nunca se quejaron por nada y siempre pusieron lo mejor de si. – nos quedamos duros sin saber que decir y sin saber que iba a decir Tony a continuación.

- Entonces se quieren quedar hasta noviembre trabajando con nosotros? – y automáticamente se nos iluminó la cara y escuchamos un canto celestial y un órgano de iglesia a todo volumen.

- Ehh, claro. Genial!

- La cena está lista ! – gritó Tracy desde dentro de la casa.

- Quedamos así entonces! Ahora a comer! – dijo Tony pegando un salto y entrando.

Nos quedamos solos con Stephane en el yard y de repente en absoluto silencio empezamos a saltar y a girar abrazados casi al borde de las lágrimas. Luego, entramos a la casa, actuando como si nada.

Esa noche la comida fue la más sabrosa de nuestra estadía, o por lo menos para nuestra percepción. En el medio de la cena decidí entretenerlos con el cuento de cuando nos atraparon robando un Video game en Carrefour (obviamente exagerada a googolísima potencia.) El cuento terminaba con una persecución con Martín Vazquez, Fede Aristi, la policía y el personal de Carrefour al mejor estilo Benny Hill.

Una vez en nuestra habitación, justo antes de dormir le agradecí a Dios y al Santo de la Leche por este giro del destino. No creo en Dios pero cuando pasan cosas muy malas o muy buenas es agradable tener un objeto a quien agradecer o implorar.

- Lo logramos – dijo mi compañero con serenidad en la voz.

- Sí, lo logramos… – dije al apagar la luz.

- Good night, Stephane

- Buenas noches – respondió él en español

- Bon nuit. – contesté y a los segundos con una leve sonrisa en la cara me dormí.

Si bien nos teníamos que levantar en unas horas, el sueño sonriente duró más que eso. El sueño de la Dairy Farm, el sueño de trabajar y juntar toda la plata para viajar a Asia y comprar regalos, y el sueño de vivir finalmente en paz y armonía duró ni más ni menos que tres meses.

Nuestros últimos tres felices meses en Nueva Zelanda.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Capítulo 41 “La Segunda Cena”

Nos encontrábamos con Stephane sentados correctamente, con la espalda bien derecha y con los dedos entrecruzados, en la mesa de Tony y Tracy, a punto de comenzar a cenar.
Solo unos 20 minutos antes habíamos tenido una gran discusión con mi compañero franchute en nuestra casa. Él afirmaba que si no íbamos a la comilona no tendrían oportunidad de despedirnos.


- No podemos tratar de evadirlos para que no nos echen. En algún momento nos van a encontrar!
- Ya se! Pero cada semana que logramos posponerlo son 500 dólares que sumamos a nuestras cuentas. - me respondió.


Me sentía como con una novia que me estaba a punto de cortar, y mientras más trataba de evitarlo más acelerábamos nuestro fin.


- Insisto. No vayamos a la cena. Podemos decir que nos sentimos mal! -propuso Stephane.
-Que nos sentimos mal los dos al mismo tiempo? Qué boludez.
- Bueno, entonces podemos decir que yo tengo una descompostura... además no está tan lejos de la realidad, tengo que aflojar con tanta leche.
- Y yo qué digo? - pregunté impaciente - Que me tengo que quedar con vos acariciándote la espalda?.. Stephane, dónde quedó ese orgullo francés? Si vamos a morir, hagámoslo con las botas puestas. – mi compañero se quedó en silencio y yo ya sabía que instantáneamente había cambiado de opinión. Ya lo conocía bien, solo era cuestión de meter palabras como Francia, orgullo, honor y patria. Además la frase no podía ser más oportuna, ya que teníamos puestas nuestras botas de goma.

- Querés papas, Freddy? - me preguntó Tracy despertándome de mis pensamientos.

En el medio de la cena, Tony dejó los cubiertos al lado del plato y nos dijo

- Muchachos, este fin de semana no voy a estar en la granja, tengo una carrera de motos en Christchurch, pero cuando vuelva tenemos que hacer unos cambios porque somos demasiados en la granja. - Y era verdad.
- Wow! Corrés en moto? Sos bueno? - preguntó tonta o brillantemente Stephane.
- Bueno, no me va mal, - sonrió de repente Tony - en la última carrera salí segundo de 40. - después nos enteramos que Tony era realmente bueno.
- Uds. practican deportes? - nos preguntó
- Yo, como el Banco era muy demandante, no tenía tiempo para hacer deporte, de todas formas me las arreglaba para ir al gimnasio tres veces por semana. El que hace muchos deportes locos es Freddy....
- Sí? Cuáles? - y allí procedí a contar sobre las breves incursiones en el Catch, el Frisbi Ball, nuestro proyecto del Curling, Gimnasia deportiva aérea y el sumo.
- Sumo? - preguntó riendo - No hay que ser gordo para eso? En serio?
- Sí! - comentó Stephane - Freddy compitió en Wellington. Yo estaba ahí y tome fotos y videos.

Como buen pobre cuentista, no sin un dejo de placer, comencé con la breve experiencia del sumo y como siempre al principio no lo podían creer, y una vez que se habían convencido empezaron a reírse como locos. Luego enganchamos la historia del sumo con nuestros días con Corky, el perro tuerto y la encantadora granja biodinámica. Ya para aquel entonces Tony casi se cayó de la silla y Tracy se secaba las lágrimas de la risa. Nos miramos con Stephane y empezamos con nuestro número ya tantas veces ensayado. Habíamos contando tantas veces nuestras vivencias en Nueva Zelanda que ya sabíamos de memoria que partes causaban gracia y que partes teníamos que omitir (por ejemplo que habíamos denunciado un montón de empresas). Hacíamos pausas adecuadas, nos dábamos pies para algunos chistes, era realmente casi un espectáculo de Stand Up.


Tony y Tracy, si bien ganaban buena plata con el tambo, eran muy esclavos de su trabajo. Tracy absolutamente todos los días tenía que darles leche a los terneros, ya que cuando trabajás con animales o plantas no existen los feriados. La cuestión es que notábamos que ambos estaban un poco aburridos de sus vidas y les divertía de sobremanera tener dos empleados raros.

Al final de la noche, cuando nos despedimos todavía se seguían riendo. Habíamos zafado, podríamos trabajar algunos días más.


Esa semana Tony nos enseñó a andar en moto. Al principio me sentía como un chico de 6 años cuando le sacan las rueditas de la bici. Yo todo tembloroso, arriba de la moto, iba en primera, mientras que Tony me empujaba y corría a mi lado. Finalmente me soltó, puse segunda y estaba andando en moto! Miré hacia atrás y explotando de alegría lo saludé a Tony, quien saltaba y me felicitaba con los brazos levantados.


Fue un momento hermoso.


Automáticamente, tanto Stephane como yo, quedamos enamorados de las motocicletas. A partir de allí, si teníamos que hacer más de 20 metros, lo hacíamos en moto, y hasta nos peleábamos por hacer las tareas que incluyeran usarlas.

Como Abdi era musulmán tenía una fobia devota con el cerdo. Eso para nosotros era un ventaja porque no teníamos que compartir los preciosos cuatro jamones que había en el freezer.
- El cerdo es un animal sucio! - explicaba con asco y odio Abdi, con el Corán en sus manos. - Es el único animal que come excrementos y que se come a sí mismo.
- Aha, muy interesante. - le respondía yo con la boca llena de un sándwich de panceta.

- Y cómo no se va a comer a sí mismo? – me preguntaba para mi – si el cerdo es lo mas sabroso que hay!

Para colmo e pobre Abdi entró en Ramadán, que es una costumbre del Islam de no comer ni beber a la luz del día, durante exactamente un mes. Solo pueden comer y beber de noche. Una tortura.


- Estoy muy preocupado, my friend. - Mañana empiezo con Ramadán y no se si voy a tener energías para trabajar bien.
- No te preocupes, Abdi. Yo te voy acompañar con este ayuno. Me parece divertido y además estoy medio panzón.
- En serio? Gracias, my friend. Para mi es algo muy importante y me pone muy feliz compartirlo contigo.


Lamentablemente solo le pude seguir el ritmo durante el primer día hasta el mediodía. Es decir que solo me salteé un desayuno.
Cuestión, que como Abdi tenía la mencionada fobia, le asignaron a Stephane la tarea de cuidar y alimentar a los cerdos. Tengo que confesar que noté que les daba un poco de irónica gracia, a Tony y a Tracy, tener un banquero de París que les alimentara a los chanchos.


A mi, me asignaron la tarea de ayudar todos los días a Tracy, quien hasta entonces siempre hacía su trabajo sola, que consistía en tomar su camioneta, engancharle un trailler con calostro (leche especial) y darle distinta cantidad de leche a los tenernos de distinta edad, ponerles las etiquetas en las orejas, vacunarlos y un par de giladas más.


- Tony a veces se toma algunos días para correr en moto - me explicaba Tracy - pero yo nunca puedo, por eso te voy a enseñar todo lo que hago así me puedo ir un fin de semana a visitar a mi madre en Auckland.


Esa semana nos mandamos un par de bloopers más. Pasamos algunos momentos de vergüenza al demostrar que no sabíamos revisar un motor, usar un destornillador, atarnos los cordones, etc.
Yo me caí de la moto un par de veces y Stephane, en moto también, no vio un alambrado eléctrico, se lo llevó por delante y lo hizo mierda.
De todas formas, cuando pensábamos que día a día nos estábamos volviendo un poco más útiles y cuando creíamos que nos estábamos empezando a ganar un lugar en la empresa, sucedió lo peor: llegó el nuevo empleado de Nepal, llamado Indra, con 12 años de experiencia en la misma Dairy Farm de Arabia Saudita donde trabajó Abdi.


Indra se instalo en nuestra casa y al principio no nos cayó bien, porque se hacía muy el canchero. Sin embargo después, empezó a extrañar mucho su antiguo trabajo, nos dio pena y nos hicimos amigos.


Al día siguiente a su llegada comenzamos a trabajar y el resultado era obvio. Ya no era que éramos muchos, éramos demasiados! Con solo 3 empleados se podía hacer todo el ordeño, nosotros éramos 5.


Dos empleados sobraban, y no eran Abdi e Indra.

Al final de aquella tarde, Tony se nos acercó mientras ordeñábamos y nos dijo

- Muchachos, quieren venir a cenar esta noche?

Una vez que nuestro jefe se retiró, mi voluntad quebró. Caí de rodillas, alcé los brazos y dos hileras de 50 culos de vacas fueron testigos de mis gritos


- Basta! Por favor, basta! Necesito un día de tranquilidad! Necesito trabajar y que no me caguen con el sueldo! Necesito trabajar y que no llueva un mes! Necesito trabajar y que no me echen! Ya no aguanto más! Si estoy condenado, ejecútenme de una!

Stephane, serio y preocupado, me miraba solo a unos metros. Dos segundos después un chorro de mierda le cayó en la cabeza, pero ni se inmutó, ya estábamos acostumbrados.

Para bien o para mal, aquella cena con Tony y Tracy, sería la última.


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Proximo Capitulo: La Tercera Cena

domingo, 21 de diciembre de 2008

Capítulo 40 "La Primer Cena"



Estábamos cortísimos de tiempo. Teníamos que estar en la casa de nuestros jefes para la ya mencionada cena en menos de 15 minutos. Decidimos pegarnos un baño francés, que consiste en mojarse un poco el pelo y echarse mucha Colonia Pibes. Nos pusimos nuestra mejor ropa y nos empezamos a preparar psicológicamente para el importante y decisivo evento.


- Cómo hacemos para ir ? – preguntó Stephane.

- Caminando calculo. La casa está a unos 20 minutos de acá.

- No se preocupen, my friends. – intervino Abdi, quien parecía más entusiasmado que nosotros con la cena. – Yo los llevo con mi auto.


Fuimos al garage y conocimos al coche de Abdi, un Honda Coupe Negra del 85, dos puertas, 4 ruedas y re canchera. Era idéntico a KIT, el auto fantástico.

Saltamos dentro y cuando nuestro amigo africano se ubicó en el asiento del conductor y encendió el motor, escuchamos una voz metalica y robotica decir


- Hola, Abdi.


El auto arrancó lentamente (Abdi era un conductor exageradamente precavido) y yo me sentía como en Conduciendo a Miss Daisy, donde Abdi sería Morgan Freeman y yo vendría hacer Miss Daisy.

De repente tuve el deja vú más grande de mi vida.

- Esto ya lo soñé. – dije en voz alta y en español.

En solo 5 minutos estábamos en la casa de nuestros jefes.

- A qué hora los paso a buscar, my friends? – preguntó Abdi apenas bajamos del auto.

- No, mil gracias Abdi. Nos volvemos caminando.


Entramos al caserón y allí conocimos a los 4 hijos de Tony y Tracy. Tenían desde 5 a 13 años. Dos nenes y dos nenas. Todos rubios, de ojos transparentes y todos encantados de tener dos bichos raros en la cena.

- Tony está en el yard, boys. – nos dijo Tracy.

Salimos y lo encontramos al Beto Tony sentado y relajado y con una caja de cervezas a su lado.

- Ey! Siéntense, muchachos! Agarren un cerveza! – Sin atreverme a rechazar la bebida, nos sentamos, y de un trago me bajé media botella.

- Ah! Pero qué buena cerveza! – dije disimulando la amargura.

Nos quedamos allí charlando un rato sobre cualquier gilada. Como no quería parecer desagradecido o afeminado me terminé la botellita. Error.

- Freddy! Here! Take another one! – me gritó Tony mientras me tiraba otra.


Habrán pasado unos diez minutos hasta que Tracy nos gritó que estaba todo listo.. Tony se levantó de un salto y entró a la casa. Yo me quise parar y tenía un mareo de la gran siente. Stephane notó mi mirada tonta y confundida.

- Dos cervezas y ya estás borracho?! – preguntó incrédulo.

- Y qué querés?! Si nunca tomo! Además no estoy borracho. – le contesté y comencé a reír sin sentido.

- Uy, Dios.


Entramos al comedor y nos ubicamos en la mesa. Los chicos habían cenado antes así que éramos solo Tony, Tracy, Stephane y yo. Mientras que Tracy servía la mesa, Tony nos preguntó

- Muchachos, cuántos días francos se van a tomar?

- Cómo?

- Claro. Pasado mañana va a ser 8 días que trabajaron seguidos. Cuántos francos se quieren tomar?

- Cuántos días? – nos miramos con Stephane confundidos. – dos días, como el resto.

- Nahh.. Si quieren pueden tomarse 4 días, o una semana. Está todo bien. – dijo Tony (100% textual)


Recuerden que nos pagaban por hora. Si no trabajábamos no ganábamos plata. Además tampoco entendíamos por qué al resto de los empleados les pagaban 500 dólares por semana fijos y no por hora como a nosotros.


- Ah, y avísennos cuando hayan tenido suficiente de Dairy Farm. – agregó Tony (de ahora en más prácticamente todos los diálogos son 100% textuales, ya que recuerdo todo tal cual sucedió)

Nos miramos otra vez con Stephane, esta vez boquiabiertos.

- Perdón? Cómo?

- Claro. Hasta cuándo se piensan quedar acá con nosotros? – la pregunta nos tomaba totalmente por sorpresa

- Eeh... nuestra idea era... trabajar acá durante el resto de nuestra estadía en Nueva Zelanda... es decir hasta Noviembre apróximadamente.

Tony y Tracy se miraron y se rieron también confundidos.

- Hasta noviembre? Pero la próxima semana llega el nuevo empleado de Nepal. Yo le dije a Carol (la empleada de Frenz que nos consiguió el trabajo) que solo necesitábamos una mano por una semana... dos a lo sumo.


Y allí entendí por qué sentí bigotes en la mujer. No nos había dicho nada sobre solo una semana. Es más, indirectamente me había hecho entender que teníamos trabajo durante tres meses como mínimo. Obviamente si hubiese sido por una semana no hubiese aceptado.


- Bueno, de todas formas creo que podemos hacer uso de una mano por una semana más. – comentó Tracy quien había notado mi cara de horror y espanto.

Hubo un momento de silencio. Stephane y yo estábamos secos y mudos.

- Con permiso. – me excusé y me levanté para ir al baño. Una vez allí me mojé la cara y me quedé un minuto mirándome al espejo. Ya se que parece una gilada pero no es agradable que te echen, más aún cuando realmente necesitás el trabajo. Respiré profundo y traté de motivarme y elevar el kiwi.

- Qué mala leche. – pensé, pero a los segundos sacudí la cabeza.

- No, basta ! Tengo que ser positivo. Tengo que conservar este laburo. Tengo que aprender sobre ganadería, tengo que ahorrar mucha plata, y viajar a Asia, y comprar regalos. Tengo que convencerlos que no soy totalmente inútil.


Me metí la camisa dentro del pantalón, me peiné con la mano y salí a paso firme, con los puños cerrados y me senté en la mesa con determinación. Tony estaba hablando por teléfono y Tracy estaba en la cocina.


- Tenés la bragueta abierta. – me indicó al verme Stephane en voz baja.

- Este es el pantalón de la bragueta abierta. No hay nada que hacerle. – le susurré de malhumor.

- Fizu... We are so fucked. – dijo tristemente Stephane (110% textual.)

- Sí, ya se. Nos van a echar en cualquier momento... y lo peor es que... – no terminé la frase ya que Tony volvió a la mesa.


Comenzamos a comer. El menú era cordero medio frío, verduras al horno y para beber vino blanco.


- La carne argentina es muy buena, no?- preguntó Tony como para empezar una conversación.

- Sí, muchos dicen que es la mejor del mundo. Es muy tierna pero al mismo tiempo magra. – respondí desganado jugando con el tenedor moviendo unas alverjas.

- Sí? Por qué es eso ? – preguntó interesado Tony

- Es magra porque la mayor parte de la producción es solo a pasto.

- Solo a pasto ? Imposible!

- Sí, porque la Región Pampeana, donde está Buenos Aires, tiene uno de los suelos más fértiles del mundo, y como es húmedo y los pastos son de muy buena calidad en algunos casos permite no suplementar.

- He oído que muchos neozelandeces compran tierra en Argentina y abren sus granjas allá. Es verdad? – preguntó Tracy.

- Sinceramente no se – respondí – pero no sería raro, teniendo en cuenta que por el tipo de cambio para ustedes es muy barato comprar tierras en Argentina.

- Tenés idea de los precios por hectárea? – preguntó Tony, que había dejado completamente de comer, y tenía una expresión intensa en la mirada. Me quedé mirándolo por unos segundos y de repente recordé que durante toda esa semana Tony me había bombeardado a preguntas. Al principio yo pensaba que me preguntaba de desconfiado, pero en ese momento comprendí que me preguntaba por su interés en Argentina. Sin delucidarlo del todo, creí tener el principio del boceto de una idea de un plan para conservar nuestros trabajos.

- Sí, estoy al tanto. – respondí – por ejemplo, una hectárea ganadera ronda en los US$ 500.

- QUE ?! – gritó Tony salpicándome con un poco de carne en la cara– ES IMPOSIBLE ! – y efectivamente lo era, ya que el precio es el doble.

- Acá una hectárea está a 10 000 dólares! – indicó Tracy.

- Guauu... ahora entiendo porque NZ compra tierra en Argentina...


Si bien el plan era fantosioso y delirante, noera tan estupido. Yo creía que si lograba entusiasmar a Tony con comprar una granja en Argentina, de alguna manera le sería de cierta utilidad tener un empleado nativo para preguntarle absolutamente todo sobre el tema. Tal vez éramos inservibles como empleados pero talvez valíamos la pena como información.


- Y cuánto es el salario promedio de un empleado ? – preguntó Tony excitado

- 250 dólares por mes... – cuando en realidad es un poco más.

- De cuántas son las precipitaciones ?

- 1200 mm anuales – cuando en realidad es un poco menos.


Tony se quedó pensando mirándome unos segundos.


- Freddy... has considerado convertir tu granja en una dairy farm?


Y también me tomé unos segundos para responder, solo para darle más solemnidad al momento.


- No, pero desde que estoy con ustedes, realmente lo estoy considerando.


Durante el resto de la noche Tony se colgó hablándonos sobre las ventajas de tener una lechería y de cómo él estaba preparado y perfectamente capacitado para manejarla.


Una vez finalizada la cena, nuestro jefe se ofreció a llevarnos a la casa, donde Abdi nos esperaba todavía despierto.


- Cómo les fue, my friends? – nos preguntó cuando nos vio.

- Para la mierda, Abdi. Nos van a despedir en cualquier momento.

- We are so fucked. – repitió Stephane.

Despues de charlar un rato con el keniano nos fuimos a acostar. Eran como las 11, y en cuatro horas y media nos teníamos que volver a levantar. Era casi una siesta.

- Todavía no puedo creer la cena que tuvimos. – dije desde la cama una vez que habíamos apagado la luz.

- Y lo peor de todo... – agregó Stephan indignado– ..era que el cordero estaba frío. Cómo van a servir el cordero frío?!


El día siguiente fue muy duro porque hacía ocho días que veníamos trabajando seguido sin parar. Encima ahora contábamos con la presión que nos iban a echar y no queríamos mandarnos ninguna cagada, ni parecer vagos ni inútiles. Por primera vez en mi vida quería e intentaba ser un buen empleado.


El noveno y el décimo día fueron nuestros primeros dos francos, e increíblemente me los dejaron tomar juntos con los francos de Stephane. En realidad eso era otro ejemplo de lo totalmente prescindibles que éramos para la empresa.


Abdi se terminó de ganar nuestro corazón cuando nos dijo que podíamos usar su auto sin ningún problema.


- Nosotros vivimos juntos, y por eso somos hermanos. Y los hermanos comparten todo. – cita textual de Abdi.


En el primer franco, dormimos como 15 horas. Y después yo me metí en la bañera (la primera a la cual tenía acceso en Nueva Zelanda) y me pegué una enjuagada de 4 horas.


En el segundo franco fuimos a la ciudad. La primer parada fue en el supermercado, donde compré todos los productos posibles que podía consumir con leche. Compre té, café, nesquick, Zucaritas, Arroz inflado, Chococrispis, Nestum, avena (una bolsa de 5 kilos) y todo lo que se les pueda ocurrir.


Para que se den una idea, nos tomábamos más de tres litros y medio de leche por día cada uno (sin exagerar). Stephane era una bestia, tomaba leche como un ternero guacho. Era un digno oponente.


Yo aprovechaba porque sabía que el sueño se terminaría pronto y porque sabía que el Invierno sería frío, largo y duro, como una barra de acero de Toledo.


Luego fuimos y nos inscribimos en la biblioteca, que si bien no se puede comparar con la de Christchurch, estaba bastante bien. Usamos internet, actualicé mi estado en el Facebook (muy importante), me metí en el Fotolog (pero ya era obsoleto) y finalmente retiramos varios libros.


Entré los títulos que retiré yo se encontraban


* English Grammar Nivel II

* Introducción al Dairy Farming.

* Cuidado y atención a terneros. (realmente quería conservar este trabajo)

* Cómo escribir un Curriculum (solo por las dudas)


De todas formas apenas teníamos tiempo para leer. Terminábamos de laburar a eso de las 18:30, y entre una ducha y la cena ya eran las 9, y no nos podíamos acostar mucho más tarde que eso.


Sucedió que cuando fuimos a la ciudad no prestamos mucha atención, ya que íbamos escuchando música y charlando con KIT, y cuando quisimos volver, ya era de noche, y no encontrábamos el camino de vuelta a casa.


Después de dar vueltas con el auto, por las rutas oscuras de Nueva Zelanda por más de media hora, nos dimos cuenta que estábamos totalmente extraviados.

Lo peor era que no teníamos crédito en el celular, al tanque le quedaba poca nafta y al día siguiente nos teníamos que levantar temprano.

Yo estaba seguro que podía encontrar el camino de vuelta, pero por suerte Stephane me convenció de volver y preguntar por indicaciones en la ciudad.


- Lo podemos llamar a Tony desde un teléfono público. – propuso mi compañero.

- No, porque va a pensar que somos dos tarados que no pueden hacer nada bien. Nos la tenemos que arreglar solos.


Una vez en la ciudad, entramos en una Estación de Servicio y le comentamos nuestra situación al encargado, quien muy amablemente, tomó una guía telefónica y empezó a buscar el nombre de Tony.


- Uf – le dije a Stephane. – qué bien que hicimos en venir a preguntar. – sin embargo no entendimos cuando el tipo cachó el teléfono y comenzó a discar..

- Qué está haciendo? - me preguntó Stephane

- Hola, con Tony? – dijo el tipo al teléfono. – Disculpá la hora de mi llamado, pero estoy acá con dos extranjeros perdidos que dicen que trabajan para vos.

- No! No! – le hacíamos señas con las manos desesperadamente al encargado

- Sí... aha... un francés y un argentino. Sí... – y de repente el tipo se empezó a cagar de risa.

Nos miramos con Stephane un poco ofendidos.

- Sí... si... HAHAHA!!! – cuestión que Tony y el tipo se quedaron charlando como 5 minutos mientras que este no se paraba de reír.

- We are so fucked... – dijo negando y cabizbajo Stephane.


Finalmente el tipo nos dijo que tomásemos la ruta principal y que contemos exáctamente 10 km después del puente. Sin entender del todo le hicimos caso.

Después de pasar el puente, tal como nos indicó, nos encontramos con una camioneta que nos hacía luces y nos tocaba bocina. Era Tony.

Lo seguimos hasta nuestra casa. Le pedimos disculpas y nos fuimos a dormir. Mientras más quería hacer las cosas bien y dar una buena impresión, más estúpidos parecíamos.


La semana siguiente de trabajo fue similar a la primera. Todo nuevo, muy cansadora, mucha mierda, muchos bloopers. El tiempo se pasaba volando de una manera increíble. Era trabajar, comer y dormir.


Una tarde me encontraba otra vez trabajando solo con Tony


- Te llegaron las fotos que te mande? – le pregunté ya que le habia mandado por mail varias fotos de granjas en Argentina, solo para entusiasmarlo más.


- Sí... muy lindas. De todas formas estuve hablando con unos vecinos de acá, y me dijeron que los precios de carne y leche en Argentina son muy bajos. Un dolar el kilo de carne de novillo? Es verdad eso?


No me dio para mentir porque eso era algo que él podía averiguar en Internet en menos de un minuto.


- Sí, en este momento está medio bajo.

- Acá es de más de 5 dólares. Con esos precios no se si te deja mejor margen tener una granja en Argentina que en Nueva Zelanda.


Mi plan se había desbaratado totalmente.


A la mañana siguiente cuando ordeñabamos, Tony se nos acercó a Stephane y a mí.


- Muchachos, esta noche pueden venir a cenar a casa? – preguntó seriamente.

- Claro... a las 7?

- Sí, nos vemos allá. – y se fue...


Era sábado. Habían pasado dos semanas desde nuestra llegada.


- Tony ya no quiere poner una dairy farm en Buenos Aires... ahora nos va a despedir. – le dije a Stephane, quien solo se limitó a resumir nuestra situación con cuatro palabras....


- We are so fucked...




Continuará


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Próximo Capítulo “La Segunda Cena”

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Capítulo 39 "Buenas Leches!"


Después de vivir, trabajar y luchar un mes en Blenheim, la ciudad de los viñedos, emigramos a Kaituna Valley, el valle de la Iluminación donde vivimos bajo constante lluvia durante otro mes. Finalmente nuestro más anhelado sueño se había cumplido y habíamos conseguido dos puestos de trabajo en una lechería, tambo o Dairy Farm. De todas formas nos esperaba una sola sorpresa más...


Bigotes.


Me refregué los ojos, ya que no podía creer que una mujer tuviera bigotes, y cuando la volví a mirar me tranquilicé al ver que había sido todo producto de mi imaginación.
Como había explicado anteriomente, Carol, trabajaba para Frenz, que es una empresa que actúa como intermediaria entre empleados y lecherías.

- Entonces están preparados para empezar a trabajar? - nos preguntó cual animadora de cumpleaños infantiles.
- Por supuesto! - respondimos al unísono, cual chicos en cumpleaños infantiles.
- Muy bien. Aquí tienen todos los datos de su nuevo jefe, llamado Tony. - nos dijo entregándonos una hoja de computadora. - Solo tienen que tomarse un micro e ir para allá. Yo ya hablé con Tony y los está esperando ansioso.
- Ah, yo pensaba que la Dairy Farm estaba acá en Ashburton. - le comenté sorprendido cuando leí la dirección que figuraba en la hoja.
- No, la granja está en Invercargill.
- Y dónde queda eso? - preguntó Stephane, mientras que se volvía a ajustar la cuerda del pantalón.
- En la loma del orto – hubiese respondido Carol si hubiese tenido un ataque de sinceridad, pero como no lo tuvo solo se limitó a responder
- En el sur. - Despues nos fijamos en un mapa y vimos que Invercargill es la ciudad más austral de NZ!
- Tienen ropa de abrigo, chicos? Tal vez haga un poco de frío.


La nueva ubicación de la granja fue un cachetazo de revés con guante de goma. Invercargill está a la misma latitud de Santa Cruz, y encima estábamos en invierno, ir hacia allá era un suicidio climático. Sin embargo estábamos jugadísimos (como el segundo casette de Cris Morena), ya que habíamos renunciado al trabajo de Kaituna Valley y en Blenheim eramos consideramos como "podadores no gratos". No teníamos opción, salvo comprar dos pasajes e ir hacia el sur.
Fuimos a la terminal y el pasaje costaba 110 dólares cada uno. Hicimos un recuento de todos nuestros billetes y monedas y llegábamos a 36 dólares con 75 centavos. Hicimos otro recuento y nos dio 35 con 50. Literalmente la plata se nos escapaba de las manos.
El gran problema es que ahora no contábamos con la tarjeta de crédito de Stephane, quien había tenido que cancelarlas. El banco le tenía que mandar las tarjetas por correo desde Francia, pero no era tan fácil como parecía, pues cada dos por tres cambiábamos de dirección y con tanta lluvia habíamos estado medio descomunicados.
De repente me acordé que, escondidos en la mochila, tenía 800 pesos (mi último sueldo) y 60 euros (propina de un asado porteño ofrecido a unos holandeses). Esas eran mis reservas para cuando volviera a Argentina hasta que pudiese nuevamente generar dinero, sin embargo más en el horno echale agua, fui al banco y cambié todas mis divisas por dólares neozelandeces, y con eso compramos los dos pasajes.
Esa noche tuvimos que dormir en Ashburton y como nos había quedado un vuelto nos clavamos una pizza re piola.

Al día siguiente bien temprano, nos subimos al micro y encaramos hacia nuestra nueva ciudad. El viaje era de unas 11 horas y otra vez, como tantas otras veces, y ya un clásico de este viaje, mirar por la ventana y pensar.
Stephane miraba su reflejo en el vidrio y pensaba si le quedaría bien tener ojos azules. En el asiento de al lado, yo me imaginaba corriendo super rápido, a la misma velocidad del micro, con una katana en mis manos, cortando todos los árboles y los postes de luz que nos cruzábamos. Lo que se dice, dos pensamientos profundos.

Llegamos a Invercargill y allí nos esperaba una frío impresionante y la mujer de Tony.

- Hola, soy Tracy! – nos saludó la agradable mujer, de unos 37 años, ojos claros, cabello rubio y un rostro muy bonito

Nos subimos a su auto y nos dirigimos a la granja.

- Chicos, gracias por venir. No se imaginan cuanto necesitábamos una mano, porque contábamos con 3 empleados, y uno de ellos, se fue hace dos semanas diciendo que su madre estaba enferma pero que él volvería pronto. Lamentablemente descubrimos hace unos días que era todo mentira y que no va a volver. Encima esperábamos a otro empleado de Nepal que tuvo problemas con su VISA y, lo peor de todo, estamos en la época del año donde la mayoría de las vacas están pariendo. Así que estamos sobrepasadísimos de trabajo! Realmente tuvimos dos semanas muy muy duras... Freddy, realmente vamos a necesitar tu experiencia en ganadería. – y aquí creo que me olvidé de comentar un punto medio importante. Como yo veía que se estaba haciando muy difícil conseguir trabajo, cada vez que mandaba un curriculum me tomaba un poco más de libertades a la hora detallar mis habilidades y aptitudes. En los últimos CV que había mandado, puse que había trabajado toda mi vida en mi granja ganadera. Luego cuando Carol (la empleada de Frenz) me llamó, me hizo algunas preguntas sobre mis tareas en esta y, podríamos decir, que exageré un poco. Por eso cuando Tracy tocó el tema, me parecía un poco precipitado confesar que mi experiencia laboral en ganadería se limitaba solo a pagar algunos impuestos, hacer apenas algo de papelerío y comer sanguches de miga con el contador y administrador de la granja, en pleno centro porteño.


Después de una media hora llegamos al campo y conocimos nuestra nueva casa y a nuestro nuevo mejor amigo, Abdi, de Kenia, el Musulmán.

Con respecto a la casa puedo decir que era sin duda el mejor lugar que habíamos habitado en NZ. Si bien esto no es mucho decir ya que nuestra primera casa en Ashburton (con las papas) había sido apenas más que una cucha de perro, y en Blenheim la compartíamos con un ratón, cucarachas y demás alimañas. Más allá de todo, esta nueva casa era enorme y muy linda, ya que había sido el hogar de los antiguos dueños del campo. Tenía como 5 habitaciones, una leñera, chimenea, un garage enorme (al pedo porque no teníamos ni una bicicleta para guardar), tv, dvd, y muchas cosas más.


Con respecto a Abdi, era un muchacho muy flaquito de 33 años. Como era de Kenia, su piel era de color negro como el mar en la noche, y su sonrisa tan blanca como la espuma de las olas del mismo. Tan radiante y blanca que Julián Weich la podría haber usado para el Desafío Ala.


Abdi era muy religioso. Rezaba 5 veces al día y leía el Corán. Había llegado a Nueva Zelanda solo un año atrás. Antes había trabajado 11 años en Arabia Saudita, en la Dairy Farm más grande del mundo (con unas 50.000 vacas).


Para que se den una idea, nuestra granja tenía 1000 y era la más grande de la zona.

A los pocos minutos de haber llegado, apareció Tony, un rubio grandote bien neozelandés de unos 40 años.

- Hola muchachos!! Gracias por venir! Vengan que les muestro la granja.

Nos subimos a un cuatriciclo y empezamos con el recorrido. Lo primero que hizo Tony fue empezar a hacerme preguntas sobre mi experiencia en ganadería. Yo la piloteaba como mejor podía.

- Sabés manejar tractor? – me preguntó

- Ehhh... no.

- Cómo no? Sos granjero y no sabés manejar tractor? – me preguntó riendo.

- jaja – reí yo con tristeza – es que el tractor que teníamos lo tuvimos que vender.

- Ah, lo siento... y sabés manejar moto, no?

- No, es que en Argentina usamos caballos – respondí rápidamente, ya perfeccionándome el arte de la justificación.

- Caballos? Guau, qué interesante!

Seguimos con el recorrido y conocimos la sala de ordeño (como su nombre lo indica donde se ordeñan a las 1000 vacas dos veces por día). También nos mostró varios galpones y lotes con distintas categorias de animales.

- Estas son las vacas con las experimentamos I.A.

- Inteligencia Artificial?! – pregunté entusiasmado.

- Eh... no, Inseminación Artificial...

- Claro, claro... Inseminación Artificial.

Una vez finalizado el tour de la vergüenza, volvimos a la casa con Tony

- Abdi, ahora no vas a poder quejarte que estás solo – bromeó nuestro jefe

- Hahaha, no. Por suerte ahora tengo dos compañeros, es muy triste vivir solo.

A continuación Tony abrió una enorme heladera y nos dijo

- Espero que les guste la leche, muchachos, porque pueden tomar toda la leche que quieran.

Y dicho esto abrió un freezer lleno hasta la manija de pancetas, roast beefs, costillas de cordero, bifes y distintas clases de corte de todo tipo.

- Y si quieren también pueden usar toda esta carne gratis. A mi me la regalan los carniceros.

Casa gratis, leche gratis y ahora, carne gratis. Lo último fue demasiado para mi pobre y débil corazón, y por eso fue ahí cuando me desmayé.


Cuando recuperé el conocimiento, Tony ya se había ido y era la hora de la cena (las 19:30). Cenamos con Abdi y descubrimos que era de carcajada fácil. Charlábamos y se moría de la risa. Stephane y yo estabamos contentos porque nos sentíamos el Negro Alvarez y Landrísina.

Abdi nos explicó que el otro empleado era un hermitaño que vivía solo y nunca hablaba con nadie, por eso él se sentía tan solo y hasta nos confesó que por momentos estaba tan triste que consideró renunciar y volverse a Kenia, donde lo esperaban su mujer y dos hijos.

- Pero ahora estoy feliz, porque vivimos juntos, my friends! - (100 % textual).

Nos miramos con el francés emocionados y no pudimos evitar levantarnos de la mesa y abrazarlo al cantito de

- Te queremos, Abdi, te queremos ! Te queremos, Abdi, te queremos !

Luego levantamos la mesa, lavamos los platos, miramos “New Zealand got talent” en la tele y nos fuimos a nuestro cuarto para acostarnos si bien todavía no había atardecido del todo.


En la habitación encontramos dos overoles que Tracy nos había dejado para que usáramos al día siguiente para trabajar. Fue un momento simbólico.
Nos los probamos y todavía recuerdo la felicidad y alivio que experimenté. Nuestros jefes eran super amables y simpáticos. Abdi era un amor de persona. El campo y el establecimiento estaban geniales, la paga era buenísima y teníamos leche y carne gratis !! Nada podía haber salido mejor. Y encima los overoles estaban re cancheros. Como parecíamos dos raperos, saltamos arriba de la cama y empezamos a cantar raps de Cipres Hill y Vainilla Ice y reguetones de La Secta y Eddi Dee. En medio de cancioes, saltos y guerras de almohadas vi que Tony, en moto, desde afuera de la casa, nos miraba por la ventana muy extrañado, solo a unos 30 metros de distancia. Automáticamente hice Sempo Kaiten y aterricé en el suelo, escondiéndome para que no me viese, pero Stephane, que seguía bailando y saltando en la cama, de espaldas a la ventana, no podía ver a nuestro jefe.

- Stephane ! – grité desesperado – escondete que Tony nos esta viendo! – el francés, sorprendido, dio media vuelta, lo vio a Tony y pegó un salto espectacular aterrizando de panza en el suelo. Nos quedamos allí, cuerpo a tierra, debajo del marco de la ventana un tiempo prudencial, hasta que varios minutos después pispié por la ventana y vi que Tony se había ido.

- Espero que no nos haya visto, porque va a pensar que somos dos imbéciles – dijo ciertamente Stephane.


Al día siguiente, a las 4 de la mañana, Abdi nos despertó delicadamente

- Disculpen, my friends. Tenemos que ir a trabajar.

Nos levantamos de la cama y todavía con los ojos cerrados desayunamos como pudimos.

- Yo tengo que ir yendo para encender las maquinas, nos vemos en la sala de ordeño en 15 minutos.- indicó Abdi.

Nos pusimos nuestros magníficos overoles y equipo impermeable, no porque lloviera sino porque todo el tiempo uno se la pasa limpiando con mangueras de ultra presión.

Llegamos a la sala (siempre en plena oscuridad) y las vacas empezaron a entrar. La sala de ordeño es como un galpón finito y largo de unos 70 metros con dos pasarelas por donde pasan las vacas y un pasillo bajo nivel donde trabajamos nosotros. Nuestra tarea consistía en hacer entrar a las 50 vacas (una detrás del otra) en la pasarela hasta que no se puedan mover.

Luego les ponemos como unas aspiradoras en las tetas para extraer la leche. Unos 10 minutos después retiramos las mencionadas pezoneras, abrimos la puerta de la pasarela, las vacas salen, y empujamos a un nuevo grupo de 50 vacas para ser ordeñadas.

Parece fácil, salvo por el datalle que estos animales pesan 600 kilos, y muchas veces no quieren ser ordeñadas.

La primera víctima fue Stephane, quien como tenía brazos cortos, cual Tiranosaurio adolescente, tenía que ubicarse casi entre las patas traseras del animal. Solo a los 20 minutos de haber empezado escuché un grito de horror, alarmado lo miré a Stephane y vi que tenía el hombro y el pecho lleno de mierda. Una vaca lo había cagado.

Totalmente asqueado el pobre francés trababa de limpiarse con una manguera y el remedio era peor, ya que como todo era con alta presión de agua, se terminó empapando.

Yo todavía me reía cuando escuché un ruido asquerosos y sentí algo en mi espalda. Una vaca me había cagado desde atrás. Nos sentíamos como en una trichera de la Primera Guerra Mundial, nos atacaban por los dos flancos, si nos descuidabamos un segundo recibíamos un chorro enorme de mierda o de meo. Era super estresante. Encima, a veces, las vacas nos pateaban, o no se querían mover. Además como teníamos que ordeñar en solo 4 horas no menos de 1000 vacas, teníamos que hacerlo todo rapidísimo, lo que aumentaba el grado de locura de toda la situación.


Cuatro horas después habíamos terminado. Estábamos agotados como nunca en nuestra vida y, desde los pies hasta la cabeza, totalmente tapados en mierda.

- Muy bien, my friends. Trabajaron muy bien. Ahora vayamos a desayunar que luego tenemos que hacer muchas cosas.

Volvimos con Abdi a la casa, a las 9 de la mañana y tuvimos el segundo desayuno. Descansamos media hora y comenzamos con la segunda fase del día, que consistía en recolectar a los terneros recién nacidos y alimentarlos.

Nos subimos a un cuatriciclo con un trailer enganchado atrás y fuimos a un potreto donde estaban todas las vacas parturientas. Si bien los pequeños terneros recién nacidos, apenas tenían un día de vida y todavía estaban mojados por la placenta, corrían como endomoniados, y era muy difícil atraparlos. Como Abdi manejaba el cuatriciclo era nuestro trabajo con Stephane correrlos, inmovilizarlos, cargarlos y meterlos en el trailler jaula. Me sentía un policia reprimiendo en una manifestación. A veces nos caíamos porque estaba todo embarrado y además porque no teníamos experiencia en el arte del rodeo. Una vez que agarrábamos a uno, este pateleaba y mugía como loco. Stephane les tironeaba brutalmente de la cola (realmente enojado y puteando en francés) y yo trababa de neutralizarlos con judo, sumo, yoga, psicología inversa, hipnosis o lo que fuera. De todas formas era imposible. Abdi, mientras tanto, no paraba de reírse.

Lo peor que una vez los metíamos en la jaula, la madre vaca nos empezaba a correr, así que teníamos rápidamente subirnos a la moto y huir con todos los terneros.


Una vez secuestrados los bebes, los llevábamos a un galpón donde les enseñabamos a tomar una leche especial, de la cual hablaré después.

A eso de las 12 terminamos con esta parte y volvimos a la casa para almorzar y descansar un poco. Y a las 14 otra vez comenzamos con el segundo ordeño, idéntico al primero.

Terminamos de trabajar a las 18:30. Algo más de 12 horas por día, y nos pagaban 10 dólares la hora. Así que un día hicimos 120 dólares!!


Estábamos tan felices! Si bien el trabajo era durísimo nos divertía mucho, y ahora realmente podíamos hacer planes porque acá no importaba si llovía o nevaba, trabajabamos 8 días seguidos y luego 2 días de franco, siempre, sin excepción.


Pasaron así unos fabulosos días hasta que una tarde me encontraba ayudando solo a Tony con la vacunación de unas vacas, quien seguía preguntándome sobre mi granja y como trabajamos en Argentina.

- Cuántos animales tenés? – me preguntó y en ese momento dedicí decirle la verdad.

- Ahora no tenemos ningún animal, Tony. Cuando mi viejo falleció dos años atrás tuvimos que vender todos los animales para pagar un montón de deudas. – Tony me miró de una manera muy extraña.

- Nueva Zelanda y Argentina trabajan de manera muy diferente. Por ejemplo mi familia y yo no vivimos en la granja, vivimos en la ciudad...- continué

- Ah... entonces vos nos sos granjero? – preguntó muy sorprendido (100% textual)

- No... en realidad no.

Habíamos empezado a trabajar un lunes de mediados de Agosto, y estábamos en nuestro primer sábado. En un momento del día, Tony se me acercó en moto, y me dijo

- Freddy, quieren venir a cenar esta noche a casa?

- Sí, seguro...les digo a los otros?

- No, solo Stephane y vos. Nos vemos en mi casa a las 7. See you!

A la hora del almuerzo, sentados en la mesa con Stephane y Abdi, comenté

- Tony nos invitó a comer a vos y a mi, Stephane.

- En serio? Qué bueno!

- Es común que Tony y Tracy inviten a sus empleados a comer? – le pregunté a Abdi.

- No, desde que estoy acá nunca invitaron a nadie. Es más, yo no conozco su casa, pero con ustedes es diferente, porque ustedes les caen bien.

- No creo, Abdi. Vos tambien les caés bien. – dije no muy convencido.

Cuando Abdi dejó unos minutos el comedor para ir a rezar a su cuarto, Stephane me susurró muy despacio y seriamente

- Sabés por qué nos invitan a comer?... porque somos blancos. (100% textual)


Yo sonreí por la ácida observación de Stephane, pero mi sonrisa era triste. Fue la sonrisa más triste que tuve en mucho tiempo porque sentía que había sido todo un sueño y en solo unas horas me despertaría. Si bien no le dije nada a Stephane, ya que desde que Siva le robó las tarjetas temía por su salud cardíaca, yo sospechaba la razón por la cual Tony nos invitaba a cenar... nos invitaba para despedirnos...


Y lamentablemente no me equivocaba.




















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