En el capítulo anterior cruzábamos a la Isla Norte con las gallegas (Catalina, Cecilia y Cristina) y nuestros vehículos. En solo tres días teníamos que estar en Tauranga, a unos 2000 Km., para empezar con nuestro nuevo trabajo.
El barco llegó al puerto de Wellington. Era la primera vez que veíamos una ciudad de verdad en Nueva Zelanda. Hasta entonces todos habían sido pueblos lindos y chiquitos. Por primera veíamos edificios altos, autopistas anchas y avenidas con muchos autos. La otra ciudad importante es Auckland pero con Juan solo habíamos estado en su aeropuerto unas pocas horas.
Como siempre, lo primero que teníamos que hacer era buscar un lugar para dormir y pensar con qué nos íbamos a matar comiendo.
Fuimos a un Hostel junto con las gallegas, comimos una especie de papas rosti (Índice papa= 45 kg), jugamos a las cartas, nos bañamos y fuimos a encontrarnos con Evangelina y sus amigas para ir a bailar.
En Wellington (y luego en el resto de la Isla Norte) fue cuando empecé a ver muchos maoríes. En la Isla Sur están prácticamente extintos. Si bien, los caucásicos y los maoríes no se llevan mal, hay una especie de indeferencia mutua. No se ven maoríes charlando con rubios, no se ven rubias bailando con maoríes y hasta de vez en cuando se miran mal. Los maoríes se la pasan a las carcajadas, son todos muy simpáticos, todos charlan mucho y te preguntan boludeses. Los blancos no demuestran mucho interés (ni por nosotros ni por nadie), son bastante más fríos, excepto cuando se emborrachan, que te abrazan y te dicen, entre lágrimas, que te aman.
Gracias a la magia de los mensajitos de textos nos encontramos con Evangelina y compañia en el Lavalle y Florida de Wellington. Acá hay un promo que por 10 dólares podés mandar 2000 mensajitos, así que en todas partes, 24 hs al día, absolutamente toda la juventud está con el celular en la mano mandando mensajitos como zombies.
El barco llegó al puerto de Wellington. Era la primera vez que veíamos una ciudad de verdad en Nueva Zelanda. Hasta entonces todos habían sido pueblos lindos y chiquitos. Por primera veíamos edificios altos, autopistas anchas y avenidas con muchos autos. La otra ciudad importante es Auckland pero con Juan solo habíamos estado en su aeropuerto unas pocas horas.
Como siempre, lo primero que teníamos que hacer era buscar un lugar para dormir y pensar con qué nos íbamos a matar comiendo.
Fuimos a un Hostel junto con las gallegas, comimos una especie de papas rosti (Índice papa= 45 kg), jugamos a las cartas, nos bañamos y fuimos a encontrarnos con Evangelina y sus amigas para ir a bailar.
En Wellington (y luego en el resto de la Isla Norte) fue cuando empecé a ver muchos maoríes. En la Isla Sur están prácticamente extintos. Si bien, los caucásicos y los maoríes no se llevan mal, hay una especie de indeferencia mutua. No se ven maoríes charlando con rubios, no se ven rubias bailando con maoríes y hasta de vez en cuando se miran mal. Los maoríes se la pasan a las carcajadas, son todos muy simpáticos, todos charlan mucho y te preguntan boludeses. Los blancos no demuestran mucho interés (ni por nosotros ni por nadie), son bastante más fríos, excepto cuando se emborrachan, que te abrazan y te dicen, entre lágrimas, que te aman.
Gracias a la magia de los mensajitos de textos nos encontramos con Evangelina y compañia en el Lavalle y Florida de Wellington. Acá hay un promo que por 10 dólares podés mandar 2000 mensajitos, así que en todas partes, 24 hs al día, absolutamente toda la juventud está con el celular en la mano mandando mensajitos como zombies.
El encuentro con las chicas argentinas para mi fue inolvidable. Los dos grupos se vieron a los lejos y empezamos a caminar para encontrarnos. Evangelina era rubia y resplandeciente y sus cinco amiguitas clones también. Eran como un escuadroncito de muñecas hermosas. Nosotros, obviamente estábamos con los dos franceses y las tres gallegas. Nos encontramos y nos presentamos. Evangelina y Cía. estaban vestidas como Barbie Opera Bay. Las tres gallegas estaban vestidas como Barbie Pobreza Digna.
- Adónde vamos entonces, Eva? - preguntó Juan.
- Hay una discoteca buenísima cerca de acá. El único problema es...tal vez.... que no dejan entrar sin zapatos - dijo Evangelina señalando los pies de las gallegas. Automáticamente todos miramos hacia abajo. Estábamos de pie en ronda, por lo que podíamos mirar los pies de todos a la perfección. Era exagerada la diferencia de los zapatos de tacos negros y brillosos de las chicas argentinas contrastados con las Topper blancas y roñosas de las gallegas. Era una imagen tan triste y al mismo tiempo tan graciosa que Juan y yo nos empezamos a reír... y a llorar.
- Adónde vamos entonces, Eva? - preguntó Juan.
- Hay una discoteca buenísima cerca de acá. El único problema es...tal vez.... que no dejan entrar sin zapatos - dijo Evangelina señalando los pies de las gallegas. Automáticamente todos miramos hacia abajo. Estábamos de pie en ronda, por lo que podíamos mirar los pies de todos a la perfección. Era exagerada la diferencia de los zapatos de tacos negros y brillosos de las chicas argentinas contrastados con las Topper blancas y roñosas de las gallegas. Era una imagen tan triste y al mismo tiempo tan graciosa que Juan y yo nos empezamos a reír... y a llorar.
- Bueno, intentemos, ha de haber un lugar al que podamos entrar todos.
Finalmente entramos al boliche sin ningún problema y aquí se presentó una disyuntiva importante. Lamentablemente las chicas argentinas y las gallegas no congeniaron, por lo cual las argentinas se fueron a una esquina y las gallegas a la opuesta. Teníamos que elegir con quién estar y esta vez sí era una decisión mutuamente excluyente. Por un lado las chicas argentinas nos habían ayudado a encontrar el Hostel y eran de Zárate, como Juan, y por el otro lado las gallegas eran nuestras amigas y estábamos viajando juntos. Sin embargo por un lado Evangelina y sus amigas eran todas rubias, todas con brillantina y emanaban un suave y agradable perfume a jazmines. Y por el otro lado estaban las gallegas que eran feas, locas y con olor a papa rosti. La decisión no parecía ser fácil hasta que en un momento vi que Catalina hacía el paso del robot. Obviamente de una salto aterricé en el medio de las gallegas para bailar como Dios manda, es decir horriblemente mal. A los pocos minutos, saltando y bailando también se unieron Juan y los franceses. La decisión había sido tomada.
Por la mitad de la noche Evangelina y una amiga se me acercaron y me dijeron
- Decile a Juan que nos vamos y que no volvemos (literal, acá no se pierde en la traducción).
- Bueno, cuando lo vea le digo. Chau - dije yo mientras cargaba a una gallega a caballito
- Coño! No te vayas, tía!!! Arre Fusi, Arre! Alcánzala.
- No soy Fusi, soy Fizu!
- Es que me confundo, tío, porque eres finito y largo... como un Fusible! juajuajaua!!!
A las tres de la mañana, como es la costumbre neozelandesa , cortaron la música, encendieron las luces y tiraron gas mostaza por lo cuál tuvimos que irnos corriendo como Cannigia contra Camerún en el 90.
El día siguiente fue un día de grandes cambios. Para empezar Antoine había perdido su pasaporte por lo cuál tenía que quedarse en Wellington hasta poder tramitar otro. Nosotros no podíamos esperar porque solo teníamos dos días para llegar a destino. Luego las gallegas ya no podían seguirnos el ritmo, no tenía sentido para ellas conducir 2000 km los pocos días que les restaban de vacaciones. Fue por todas estas razones que nos despedimos emotivamente de las gallegas y Coñomovil y de Antoine, a quien ya no volveríamos a ver pues tenía su pasaje de vuelta a Francia para la semana siguiente.
Juan, Stephane y yo seguiríamos viaje rumbo norte, hacia Tauranga, donde dos días después teníamos que empezar a jugar al rugby, trabajar en el club y ganar mucha mucha plata.
El porvenir era fructífero, y lo cosechado hasta el momento más que satisfactorio. En solo un mes y una semana en este país, habíamos hecho amigos, comprado una camioneta llamada Amazing, habíamos conseguido buenos trabajos, dinero y aventuras. Sin embargo no sé por qué en un momento sentí un escalofrío siniestro en la espalda.
El porvenir era fructífero, y lo cosechado hasta el momento más que satisfactorio. En solo un mes y una semana en este país, habíamos hecho amigos, comprado una camioneta llamada Amazing, habíamos conseguido buenos trabajos, dinero y aventuras. Sin embargo no sé por qué en un momento sentí un escalofrío siniestro en la espalda.
- Ha de ser la brisa marina - pensé.
12 comentarios:
pido disculpas a mis 5 lectores por el retraso. Es que ahora estoy laburando 7 dias por semana y no tengo acceso a internet ni a la ciudad. Igual, no se desanimen, sigan leyendo, que se vienen nuevos personajes, mas aventuras, mas amores y desamores, escenas de sexo explicito, explosiones y violencia.
Un abrazo para todos!!
Y dejen mensajitos asi me motivo para escaparme de donde estoy para venir a internet y seguir con la blogonovela! :)
that's way too cool.
Genial como siempre, me trae recuerdos y puedo decir que es mas gracioso leerlo que vivirlo.
Quiero mas!!!!!
El baile del robot es conocido internacionalmente?
no se si vale la pena repetirlo, pero me muero por estar ahi con vos. me alegro que sigas vivo y fiel a los ideales de que no importa donde y con quien estas , mientras puedas hacer el ridiculo
HOla Fizu, soy Juanma Rey, que viaje te mandaste man... increible por lo que fui leyendo. Segun Dios facebook, hoy es tu cumpleaños y como mi memoria a tanto no llega le creo, espero que puedas brindar hasta muy tarde hoy, disfruta a mil y espero verte en tu vuelta para comprarnos un family y jugar al 1942 toda la tarde... beso grande a vos y otra para amazing.
juannmaaaa!!!!
jaja, no, me equivoque y lo puse mal. hoy no es mi cumpleaños. pero gracias igual!!!
te digo mas: todavia tengo el family y el joystick!!!! asi que a mi vuelta, nos compramos 5 litros de leche, un kilo de nesquick, 700 vainillas y le damos duro toda la tarde!! jajaja
abrazo!!!
hugazo: hay un par de videos con el baile del robot. voy a ver si los puedo subir!
Hmm, presiento que a este capítulo le faltan cosas... bah, a estos últimos... detalles no trascendentales en sí pero sinceramente, no omitiste cosas, Fizu?
El relato es genial, divertido y bien escribido. Cuando vuelvas te rebollizo todo lo que quieras, te lo ganaste.
Un abrazo.
Necesito ver esos videos. Es una curiosidad antropológica, sabrán comprender.
davisinio: jajaj, me pone contento que te guste el blog! No, no omito nada!! A veces recorto cosas a lo GRaña, para no hacerlo tan largo, o porque justo me olvido de escribirlo.
ahhh, no, tenes razon, un par de veces omiti intencionalmente, pero no hace a la historia, en serio! :)
huguinio: todaiva no se subir videos, ya me di cuenta que soy un viejo. JA! pero todavia la vereda es buen lugar para sentarse a veces
fizu
Tu viaje me hace acordar mucho a la travesia de San Martin, el libertador, solo que en tu caso es sin mulas, son cordillera, sin cañones y sin tener que liberar chile, y con celulares, camioneta, gallegas y robot dance.
Me cuesta creer que eligieran las gallegas.
Creo que hay 3 causas posibles:
las rubias eran medio amargas, las gallegas tenian faso o..... las gallegas tenian faso.
Y coincido que deben faltar unas cuantas cosas en el viaje.
Igual, apasionante cual Tolkien.
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