lunes, 30 de mayo de 2011

Capítulo 1 "Llegamos a la Luna"



PRIMERA PARTE:     PASIÓN DE KIWIS

Capítulo 1: Llegamos a la Luna

Hola amigos y familiares.
Corto por lo sano y doy por inaugurado el blog donde contaré las humildes experiencias vividas en Nueva Zelanda.
En la foto se puede apreciar el aeropuerto de Auckland ¿pero es este el verdadero inicio del viaje?
¿Cuál es dicho principio?
¿El momento en que uno llega a destino?
¿El momento en que uno parte del origen?
En este caso será el momento de la despedida.
















Próximo capítulo: "Una dulce despedida"


domingo, 29 de mayo de 2011

Capítulo 2 "Una dulce despedida"


Era Viernes 28 de Marzo. Eran las seis de la tarde y justamente en seis horas salía nuestro avión de Ezeiza. Todavía no había hecho el bolso.
Como se me había muerto la computadora y estaba sin internet, entre el luto, el perro, la casa y el laburo no había tenido tiempo para nada, ni para planificar cuántos pares de media tenía que llevar ni para organizar una apropiada fiesta despedida.
De todas formas para mi interna y disimulada felicidad varios amigos, por motus propio, se acercaron a casa y las últimas horas en Buenos Aires las pasé con ellos.
Vinieron Hugo, Guille, el Lobo, la Morsa, Ernesto, Martín, Eugenia y Marcela.
Obviamente mi mamá y mi hermana Malena también estaban presentes.

Mientras yo charlaba con Hugo, mi madre y Guille me hicieron el bolso, y lo hicieron increíblemente bien. De alguna manera pudieron comprimir, cual mejor zip, toda mi ropa y mis cosas, haciendo que todo entrara en la mochila.
Nunca más pude lograr eso y ahora ando con mi mochila y varias bolsas de supermercado anexadas, como bolas de colores colgando en un arbolito de Navidad.
Una vez que ya era peligrosamente tarde me di el último beso con mi familia. Mi mamá lloró un poco y Malena se reía y era todo una confusión.
Ya solo con mis amigotes nos fuimos a comer una calabrezza espectacular a Los Cocos y de ahí nos fuimos volando en auto a Ezeiza (qué ironía).
Cuando llegamos al aeropuerto me encontré con Juan, mi compañero de viaje, a quien había acompañado toda su numerosa y cariñosa familia.
Juan estaba inquieto porque era la primera vez que viajaba en avión y yo recordé que no me había despedido del perro. Todo había pasado muy rápido.

Finalmente me di el último último abrazo con los chicos y me fui por el pasillo para abordar haciendo payasadas y contento de hacerlos reír.
No vale la pena contar cómo perdí el pasaporte entre el check in y la subida al avión, ni cómo no solo perdí el pasaporte sino también la campera. Lo que sí vale la pena contar es que muchas veces un simple viaje es una excusa perfecta para recibir unos cuantos abrazos y palabras de cariño y eso siempre es lindo. Siempre es lindo sentirse querido por otra gente.
 


sábado, 28 de mayo de 2011

Capítulo 3 "Primer dia en Nueva Zelanda"



Llegamos a Auckland y de allí nos tomamos un avión a Christchurch (todavía no lo se pronunciar). En aquella ciudad nos esperaba el hijo de nuestro jefe que nos llevó a las cabañas donde estamos viviendo ahora. Cabe aclarar que con Juan encontramos este trabajo en internet desde Argentina.
El lugar donde estamos es así: es un complejo con varios sucuchos re chiquitos y feos (igual a mi me encantan). Hay unas duchas y baños compartidos. Después hay un gran salón también compartido con la cocina, el televisor, dvd, mesa de pool y equipo de música. Todos trabajamos para el mismo jefe que es un agricultor de papas y cebollas. Seremos unas 12 personas de todas partes del mundo: hay dos franceses, dos alemanas, varios ingleses, dos sudafricanos, una suiza y nosotros.


 
Era domingo, y como todos los domingos el jefe hacía una barbiquiu para todos los empleados. Una barbiquiu es como un asado pero más trucho. Nos sentamos en la mesa y al principio no pegamos mucha onda, los ingleses nos trataban medio feo y el resto no nos hablaba. Igualmente gracias a haber leído El origen de las especies y haber visto varias veces Escape de Alcatraz con Clint Eastwood, supe que lo primero que teníamos que hacer era violarnos al macho alpha de la manada, que en este caso era un inglés maleducado llamado Andrew.
Después de comer nos fuimos directo a dormir ya que al día siguiente nos teníamos que levantar a las 6 de la mañana para empezar con nuestro nuevo trabajo, el cual todavía no teníamos ni la menor idea de qué se trataba.






Capítulo 4 "Primer día de trabajo y primer enfrentamiento con Andrew"

jueves, 26 de mayo de 2011

Capítulo 4 "Primer día de trabajo y primer enfrentamiento con Andrew"




Lunes 5:45 de la mañana, nos levantamos muertos de frío y nuestro jefe, el Gordo Greg, nos tocó la puerta de la cabañita.
Fuimos a su casa donde desayunamos (ya que no todavía no teníamos nuestra comida) y luego Greg nos dio una camioneta Isuzu espectacular. Tenía varios kilómetros pero era solo para nosotros y con Diesel GRATIS!!
Conducimos hasta el galpón donde laburaríamos toda la temporada y allí me pusieron a cargo de una maquina re loca que estrenaban este año.
Acá pueden ver un video explicativo con el trabajo que hacía...
http://www.youtube.com/watch?v=mUTLXzlq7zY&feature=related

En menos de dos minutos Greg me explicó cómo funcionaba la maquina y me dio un control remoto y se fue dejándome ahí solo a cargo de todo sin entender nada. El resultado era obvio: un desastre! La maquina se me paraba, se trababa, salían papas volando para todas partes, los otros empleados gritaban y corrían en círculo sin saber qué hacer.
Para colmo cada media hora venía Greg y me cagaba a pedos de la peor manera. Juan se moría de la risa, más que nada por mis intentos de explicar con mi inglés de cuarta que no era mi culpa.
Diez horas más tarde volvimos a las cabañas, cansado como nunca lo había estado en mi vida. Me acosté en la cama vestido incluso con los zapatos puestos y me quedé dormido hasta la mañana siguiente para volver a trabajar.
El otro día fue todavía peor, Greg que estaba muy nervioso se desquitaba conmigo pero yo estaba tan agotado que sentía como un efecto anestésico y nada me importaba. Diez horas más tarde nuevamente volvimos a las cabañas y esta vez decidimos que ya era hora de interactuar un poco y hacer sociales. Además de trabajar nosotros queríamos conocer gente, hablar inglés, hacer amigos!

Entramos al salón compartido y allí se encontraban todos mis compañeros de trabajo (si bien en los galpones de papa estábamos solo Juan y yo).
Algunos de ellos jugaban al pool, otros estaban cocinando, otros miraban televisión. Entre ellos, todavía sin que nosotros lo supiésemos, se encontraban futuros amigos y enemigos, y futuros amores y desamores.
Nos sentamos a mirar tele también. El ambiente era frío y aburrido. Nadie hablaba y estaban todos como desganados. De repente vi sobre un estante un montón de juegos de mesa y como buen nerd que soy me abalancé sobre ellos cual león de melena negra (cualquiera). Allí estaban el Monopoly, el Quién es Quién y el 4 en línea!
El 4 en línea es aquel juego que es uno contra otro, y hay que ir poniendo de a una fichas en un tablero hasta formar una línea de 4 ya sea en vertical, horizontal o diagonal. Si bien es simple como un ta-te-ti es muy divertido.
Lo tomé y me senté a jugar solo ya que a Juan no le gustaba.
A los pocos minutos escuché una voz femenina con un acento fuerte y extraño que me dijo
- Te gusta este juego? - era un chica joven, con un largo cabello rojo y tez muy blanca.
- Claro! – respondí rápido y contento de poder hablar con alguien – en Argentina jugaba siempre contra mi hermana.
- Mi nombre es María, de Berlín – me dijo estrechándome la mano.
- Ah, mi nombre es Freddy, de Abasto – y nuestras miradas se encontraron y chocaron sacando chispas. Sus ojos grandes, celestes, fríos, casi transparentes contra mis ojos marrón barro, chinos y lagañosos.
Rápidamente, Andrew (el inglés maleducado) se acercó violentamente y dijo
- Sabés jugar al 4 en línea?-
- Andrew es el campeón del 4 en línea – aclaró otro de los chicos ingleses.
- Es verdad – agregó Maria - Andrew siempre gana.
- Querés jugar un partido? - propuso desafiante Andrew. En ese mismo momento en el salón se produjo un grave silencio, todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se quedaron pendientes de la respuesta. Lo miré a Juan y con una mirada me dijo
" Jugá y ganale… Hacelo por Las Malvinas... hacelo por Argentina."
"Por Argentina!" le respondí con la mirada.

Nos sentamos en el suelo, con todos alrededor. El premio era tácito pero real, jugábamos por nuestro honor, por el futuro de nuestro roles en las cabaña y  lo más importante de todo, jugábamos por el amor de María. Confieso que una fría gota de sudor me corría por la frente. Empezó el partido y Andrew era un digno oponente. El partido se hizo largo y cada uno pensaba su jugada como 10 minutos. Finalmente el juego se trabó y ya no quedaban muchas posibilidades de hacer línea, solo era cuestión de azar ver quién ganaba. Conté cuántas fichas le quedaban a él y cuántas a mi, y vi que Andrew iba a perder. Me pareció un buen momento para hacerme el canchero.
- Jaque mate en 6 - le dije serio y concentrado en el tablero. Andrew me miró y contó los movimientos también y entendió que iba a  perder. Mitad en broma mitad en serio empujó el tablero con la mano y se retiró enojado! Todos aplaudieron y yo estaba muy contento. Juan asintió con la cabeza desde atrás con los brazos cruzados y orgulloso. María sonreía tímidamente festejando la victoria. Después de recibir felicitaciones por los otros extranjeros, nos quedamos hablando con los chicos franceses y por la ventana del salón vi como Andrew y sus amigos salían de los baños que estaban afuera riendo a carcajadas.
Me despedí y salí del salón. Fui al baño a lavarme los dientes y para mi sorpresa encontré mi toalla tirada en el piso sobre un charco asqueroso. Tal vez se podría haber caído pero no era así. Andrew y sus amigos me la habían tirado.
La levanté, me lavé los dientes y me fui a dormir re caliente. Encima era mi toalla de la suerte.
 





 

Próximo capítulo : "Un angel llamado Ben Lewis"

miércoles, 25 de mayo de 2011

Capítulo 5 "Un Angel llamado Ben Lewis"


Otro día de trabajo y este es el más duro de todos. La papa tenía que llegar hasta el techo del galpón, por lo cual yo tenía que estar con el control remoto en la punta de la montaña de papa para que quedase pareja y no quedase aire y no se pudriera, etc.
Cuestión que era un quilombo y la maquina se trababa todo el tiempo y yo pedía por favor que me mandaran menos papa y los locos me tiraban papa a lo pavote y entonces todo salía mal y era un desastre.
En un momento me puse a discutir con el Gordo Greg, la discusión se tornó violenta
y él me empujó. Todavía recuerdo ese momento: cómo estuve a punto de empezar a gritar de locura y comenzar a revolear patadas voladoras. Para colmo Juan también se llevaba muy mal con unos de los camioneros que era medio xenófobo. Tercer día de trabajo y casi terminamos espalda contra espalda contra todos. Pero lo que realmente sucedió fue que me la tragué y seguí trabajando con la idea de renunciar apenas me pagaran y preocupado de cómo sería mi futuro en NZ, pués tenía que buscar otro trabajo y otro lugar para vivir.
Ese mismo día había entrado un chico australiano a trabajar, su nombre era Ben Lewis. Ben era rubio como el oro, rústico como el roble, áspero como papel de lija y bruto como preso chino, pero era él quien Dios había mandado para ayudarnos. Como vieron que se me complicaba lo pusieron a trabajar conmigo, fue así que durante un mes, 6 días por semana, 9 horas por día, me la pasé sentado en la punta de la montaña de papa, trabajando y charlando con Ben. No sólo trabajaba con él, sino que también lo pusieron en nuestra cabañita, y no sólo trabajaba y dormía con él, sino que también pasábamos todo nuestro tiempo libre juntos.
Hay que aclarar que Ben era raro. Era extremadamente charlador, al punto que nadie se lo bancaba salvo Juan y yo.  Esta cualidad para nosotros era una bendición ya que aprendimos con él muchísimo inglés, nos tenía infinita paciencia, nos hablaba lento y repetía cada oración 10 veces hasta que la entendíamos. También nos enseñó a manejar el montacarga, el tractor y mil cosas más.
Ben era un granjero en Australia, en toda su vida jamás había dejado su pueblo, hasta aquél entonces donde viajó a NZ para escapar de algo que no corresponde comentar acá. Su familia consistía en padre, madre, 6 hermanas y él. Una de las hermanas le quebró el brazo cuando él era chiquito. Cualquiera pensaría que esta condición (de tener muchas hermanas) le daría sensibilidad para relacionarse con las chicas, pero fue todo lo contrario. Jamás en mi vida vi una persona que causara tanto rechazo y miedo en el sexo opuesto. Antes de venir a NZ Ben vivió 9 MESES en una carpa porque consideraba que el alquiler de un departamento estaba muy caro.
Todas las mañanas se abría una lata de atún en aceite, y en vez de escurrir el aceite sobrante como hacen todos, el primero se lo tomaba así de una de la lata y después se comía el atún. Dormía vestido con la misma ropa que usó durante un mes (con gorrito y todo), y cuando yo jugaba con él nos agarrábamos a las piñas y me tiraba al suelo para seguir peleando como dos chicos de 6 años. Una vez me lastimó la espalda jodido. Otra vez no se tranquilizaba, lo ahorqué y casi lo desmayo.
Hace solo unas semanas Ben se fue a otro trabajo, seguramente se fue para ayudar a otro extranjero que en este momento lo necesita más que yo.
Lo más loco de todo es que si bien somos muy diferentes, si bien hablamos idiomas diferentes y si bien no tenemos absolutamente nada en común, estar solamente sentado al lado de otra persona tanto tiempo te hace conocerlo, quererlo y extrañarlo, como hoy lo extraño yo.
Algunas noches cuando estoy solo, miro las estrellas y allí siempre veo su rostro dibujado en ellas, como la más bella de las doce constelaciones y nunca dejo de sentir al viento marino soplar mis cabellos y susurrar su dulce nombre…

Ben… Ben Lewis



domingo, 22 de mayo de 2011

Capítulo 6 " Primer salida grupal y definición del Potato Crew"


Después de varios días de trabajo, cayó el fin de semana y en las cabañas solo se hablaba de una cosa: la salida del sábado.  Esta consistía en ir a bailar a Christchurch. Yo no tenía mucha expectativa porque estaba cansado, quería quedarme viendo el dvd de Dirty Dancing y ordenar un poco el rancho nuestro que era realmente asqueroso. Cuestión que aquella noche nos juntamos en el salón y todos empezaron a tomar cerveza y vodka como locos. Unos de los problemas que surgía era que Christchurch estaba a una hora de viaje, éramos 12 personas y solo había dos camionetas: la de Andrew y la que usábamos Juan y yo. Por un lado yo no quería ir y por otro no sabía si teníamos permiso de usar la camioneta del trabajo para ir a bailar.
En un momento de la noche Andrew dijo
- Vamos a Christchurch, en mi camioneta puedo a llevar a Will, Harry, Joe, Alex y María.
Fue muy triste ver las caras de los desafortunados que querían ir a bailar y no estaban invitados.
Todos estaban medio borrachos y Juan, que también había tomado bastante, me dijo que no estaba para manejar. Después de contemplar qué hacíamos con Juan tomamos una arriesgada decisón.
- Gente… - dije en voz alta en el medio del salón – Todos los que quieran ir a bailar y no entren en la camioneta de Andrew pueden venir con nosotros!

Y en ese momento fue cuando se definieron los dos marcados grupos que determinarían todas las siguientes actividades en las cabañas. El "Onion Crew", ya que la mayoría de ellos trabajaban en el galpón de cebollas, formado por Andrew y todos los ingleses, y por otro lado el "Potato Crew" donde estábamos Juan, Ben y el resto del mundo.
Fue también esa noche en la que nos hicimos amigos de dos personajes que nos acompañarían por mucho mucho tiempo. Ellos son Antoine de Marseille y Stephane de París.
Sin mas preámbulos nos subimos a la camioneta Juan, Ben, Antoine, Stephane y dos extras más y encaramos para la ciudad.
LLegamos al boliche y ya estaba allí el Onion Crew. No se por qué se respiraba como un aire competitivo para ver quién se divertía y descontrolaba más...
Aire competitivo es nuestro segundo nombre.
Nos subimos a una mesa y empezamos a bailar y a desplegar todos nuestros movimientos y estilos: pasos de cumbia, macarena, YMCA, mayonesa y el preferido por todos, el robot.




En la mitad de la noche, mientras bailábamos, noté que Andrew se me acercó y buscaba contacto, roce. Me empujaba disimuladamente  con su espalda de a poquito. En un momento me empujó  fuerte y reaccioné mal pegándole un codazo en las costillas, ya ahí él me empujó violentamente sin disimulo y yo me dí vuelta también caliente y nos quedamos nariz con nariz con cara de muy malos. Rápidamente los chicos nos separaron y se evitó la pelea, pero ya la cosa estaba demasiado zarpada. Y no había pasado ni una semana!
Más tarde en la noche vi a  María que bailaba con otra alemana. Estaba muy buena María. No se si fue mi impresión pero me pareció que me miró y me sonrió, por lo cual me acerqué bailando haciendo el "el paso del egipcio".

Bailamos y bailamos durante varias canciones, cada vez más cerca, cada vez más intensamente. En realidad yo no sabía si todo eso era una señal o una invitación. Las costumbres en cada país son distintas. Tampoco sabía si teníamos onda, porque Juan, Ben y yo trabajábamos en el turno día, y María y los franceses trabajaban en el turno noche, por eso solo nos habíamos cruzado un par de veces en toda la semana.
Si le tiraba la boca iba a quedar regalado mal, pero por otro lado era una noche mágica.

Qué debía hacer?
Debía intentar besarla?
Debía esperar?
Finalmente me decidí. La abracé con un poco más de firmeza, cerré los ojos, saqué piquito y empecé a acercar mi boca a la de ella.

sábado, 21 de mayo de 2011

Capítulo 7 "Rutina, Nutella y Rock and Roll"


Acerqué mi boca a la de ella y María se mantuvo firme hasta el último segundo, cuando dijo corriendo la cara
- No puedo, tengo novio. – a lo que yo contesté gritando
- No me enganches, por favooor.

En los boliches de NZ a las 3 en punto de la mañana, se corta la música (literalmente en el medio de la canción), prenden todas las luces y largan a los perros, por lo cual nos tuvimos que ir corriendo hasta el auto como Navarro Montoya contra Colo Colo en el 91.
Después de una hora de manejar llegamos a las cabañas, y recuerdo todavía esa sensación de llegar a casa.

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Comenzaba la segunda semana de trabajo y en realidad nada había cambiado, me seguían cagando a pedos pero Ben me defendía y como no me sentía solo no me importaba. Recién en la segunda semana sucedió de volver a las cabañas y tener energía para hacer otras cosas. Con Juan comenzamos a volver corriendo del trabajo. Desde aquella semana hasta el último día establecimos con Ben la sana costumbre de ir todos los viernes a Ashburton (el pueblo más cercano) y, después de un largo día de trabajo, matarnos en un KFC. El primer día que fuimos nos pedimos con Juan un combo de 40 dólares! Traía todo, era grasiento, grosero y grandioso. Lamentablemente no me lo pude comer todo por lo que entendí que ya no era el mismo que ayer y que el tiempo pasa , nos vamos volviendo viejos y el amor no lo reflejo como ayer.

Como decía, en la segunda semana empezó la rutina, la hermosa rutina. Levantarse a las de las 6 muertos de frío con Juan y Ben, comer un buen plato de avena, trabajar hasta las 16:30, volver corriendo, bañarse, cocinar, cenar con los chicos, jugar a algo o ver una película e irse a dormir.

La relación con Andrew seguía muy tensa y para descargar tensiones recurrí a la venganza silenciosa y al terrorismo doméstico. En el salón estaba la cocina compartida con la comida de todos, había varias heladeras y muebles donde cada uno guardaba lo suyo. Como somos muy ratas nosotros nada más teníamos papa y cebolla (que nos daban gratis), arroz, fideos, sal y agua, pero los extranjeros tenían gustos más refinados. Ellos compraban panceta, queso, galletitas dulces, castañas de cajú, maní y lo mejor de todo: Nutella. Y particularmente el que compraba el frasco más grande y rico de Nutella era Andrew.

Ahh… pero qué manera de comer Nutella!

Al principio lo hacía a escondidas, cuando nadie me veía. Generalmente por las noches, iba y le pegaba un cucharazo de aquellos. Ya después noté que como ni les entraba en la cabeza que les podía comer la comida, lo podía hacer frente a sus narices y no pasaba nada.
Juan al principio se enojaba mucho, ya después me pedía que le convidase.

Cada uno de los empleados tenía su propio estante, salvo Juan y yo que compartíamos la comida como si fuésemos una parejita gay. Más allá de cualquier burla compartir es infinitamente mejor y tan es así, que los dos franceses se dieron cuenta y esa semana empezamos a compartir la cena con ellos. Y fue allí cuando nos volvimos amigos inseparables. A veces cocinaban ellos y a veces cocinábamos nosotros y nos esforzábamos para agasajarnos y sorprendernos unos a los otros. Todas las noches nos sentábamos a comer los cuatro y éramos como una gran familia. Reíamos y brindábamos cada veinte segundos. Hablábamos en inglés y como lo hablábamos igualmente mal, nos entendíamos a la perfección.

Pasaron así los días de la segunda semana muy felizmente… hasta que una noche mientras mirábamos con Juan, Ben y los franceses la Era de Hielo 2, Andrew y los ingleses entraron al salón con la mirada desafiante y algo en la mano…
Habían comprado una pelota de fútbol…



jueves, 19 de mayo de 2011

Capítulo 8 "Sobre palomos de colores que inflan la pechuga"


Estábamos en nuestra segunda semana en Nueva Zelanda. Era sábado, segundo sábado y como había dicho antes, era el día más esperado en las cabañas. Volvimos de trabajar y empezó la previa donde todos se distendían y tomaban alcohol.
Es increíble la cantidad de escabio que consumen todos los británicos, kiwis (neocelandeses), australianos y alemanes. Por ejemplo el “Onion Crew” se pasaba todas las noches sentado en el sillón tomando cerveza hasta que se quedaban comatosamente dormidos. Muchas veces nos levantábamos con Juan y Ben a las 6 de la mañana y seguían allí tirados en el sillón del salón.
Cuestión que todos chuparon un montón, otra vez yo tenía que hacer de conductor asignado y otra vez descontrolamos todo en el boliche. La única diferencia es que esta vez el Onion Crew se fue a otro pub.
Bailamos con Juan, Ben, Antoine, Stephane, María y otras chicas. En un momento de la noche una de las chicas se me acercó para hacerme gancho con María y yo no entendía nada. La última vez que había intentado algo la alemana me había saltado con el tema de su novio. Talvez ahora le había cortado por mail. Quién sabe.
También existía la posibilidad que no le haya cortado y me puse un segundo en el lugar del pobre novio alemán, sintiendo una especie de conciencia gremial, por lo cual no le di mucha bola a María y finalmente con Juan terminamos encarando unas japonesas que eran terriblemente tímidas y no nos dieron bola.
Al igual que el sábado anterior, a las tres en punto de la mañana, se cortó la música, soltaron a los tiburones y nos fuimos corriendo a la camioneta como en el final de Los Bañeros más Locos del mundo 2.
Ahora en el coche éramos como nueve, por eso en el asiento de adelante se tuvo que sentar María a mi lado. Mientras manejaba de vuelta a las cabañas, la alemana pelirroja apoyó su cabeza en mi hombro con ternura. Traicionando al gremio debo confesar que en aquel momento el novio me importaba poco.

Después de una hora de estar enamorándome de María, llegamos a las cabañas y como todavía teníamos un resto de energía fuimos todos al salón compartido. El Onion Crew  ya estaba allí desde antes tomando unas cervezas.
Entramos y al cabo de un rato María se puso a tomar con los ingleses mientras que los franceses, Juan y yo jugábamos al pool. En un momento noté que la alemana les estaba coqueteando de la peor manera.
Terminamos el partido, que resultó algo aburrido, y Juan y los otros estaban cansados y ya tenían ganas de cortar la noche.
- Nos vamos a dormir? – me preguntó Juan. Antes de responder miré de reojo a María y vi que estaba rodeada de ingleses que le hacían chistes. María, que estaba un poco borracha, se reía a carcajadas y Andrew, que también me miraba de reojo, sonreía y disfrutaba el momento.
Qué debía hacer yo?
Elevar mi cosmoenergía al máximo como un caballero del zoodíaco y luchar por mi causa, mi honor y su amor?
O ser como un arroyo budista y fluir en paz y armonía?
Súbitamente recordé las palabras de unos de los paseadores de Bruno, mi perro.

“ Nunca tiene sentido pelear con otro hombre por una mina. Si se da la situación en la que dos hombres tienen que pelear por una mujer, ésta tuvo que ser cómplice consciente de aquella situación, y por una mujer así, no vale la pena pelear.”

- Sabias palabras… especialmente para el que está perdiendo – pensé.
- Vamos a dormir – le respondí a Juan. Me la lavé los dientes y me fui a dormir.

Al otro día era domingo y habíamos arreglado para jugar un partido de fútbol muy prometedor. Todos los ingleses contra los franceses, Juan, Ben y yo.
Teníamos que ganar … teníamos que hacerlo por nuestro honor, por nuestro pueblo, por todo aquello en lo que creemos.
Porque nos podrán quitar a nuestras mujeres, nuestros hogares, nuestros sueños, pero nunca podrán quitarnos la pelota.

 

domingo, 15 de mayo de 2011

Capítulo 9 "Elige tu propio partido"


Domingo soleado y hermoso. Nos levantamos como a las 11 y fuimos al salón a almorzar. La noche anterior era como sueño, sabíamos qué había sucedido pero era borroso, difícil de recordar. Comimos con Ben y los franceses. Cociné fideos porque necesitábamos energía rápidamente metabolizable para el partido de fútbol y le puse mucho pimentón y ajo para elevar la temperatura de la sangre y el espíritu futbolero.
Cuando estábamos terminando de comer, un enviado de Andrew entró al salón y nos dijo seria y solemnemente.
- Estamos listos. El partido puede comenzar.

El encuentro era en el prolijo y extenso jardín del Gordo Greg, solo a unos 50 metros de las cabañas.
En el camino a la casa de Greg, me crucé con María que también iba a la casa del jefe, ya que después del partido teníamos barbiquiu.
- Hola – me dijo con dulzura, pero yo nada más le sonreí cortésmente y de mala gana.
- Te llegó el mensaje de ayer? - me preguntó en voz baja. Rápidamente recordé la noche anterior y la amiga, en el boliche, haciéndome gancho y diciéndome que hab
ía onda con María. La miré unos segundos. La alemana era hermosa. No era super hermosa, pero tenía algo en la cara que no se qué. Algo que daban ganas de apretarle y darle besos en las mejillas, sin embargo también la recordé borracha histeriqueándole a los ingleses y allí también recordé que estaba enojado.
- Sí, me llegó – respondé serio y distante, justo antes de comenzar a trotar hacia el jardín y dejando a la alemana atrás.



Llegamos al partido y allí estaban Andrew, Will, Harry, Joe y Mark practicando pases con la pelota que habían comprado solo unos días atrás. Y allí estábamos nosotros con Juan, Ben, el pequeño Antoine y Stephane.
El partido era prometedor y el resto de los compañeros de las cabañas se acercó para presenciarlo. Entre el público estaba toda la familia del nefasto Gordo Greg.
Comenzó el partido y los ingleses eran de madera. Encima creo que todavía seguían medio borrachos de la noche anterior. Con Juan nos sentíamos como Bicicleta Saturno y el Beto Marsico. Tir
ȧbamos caños, tacos, rabonas y palomitas. Los ingleses gritaban
- Eh! Con la cabeza no vale!

Habremos metido como 12 goles y el partido parecía terminado cuando sucedió un cambio, los dos hijos del Gordo Greg (recién llegados) se unieron al partido, obviamente para el equipo del Onion Crew. Los hijos de Greg no eran Beckam ni Roney, pero no estaban resacados y tenían buen estado físico.
En aquel entonces éramos 5 contra 7 y nos metieron un par de goles.
- Mete gol gana - gritó rápidamente el oportunista de Andrew. Totalmente injusto, el contador era mil a dos, pero bueno, no había excusas. En ese mismo instante Juan se me acercó con el teléfono celular, que compramos a medias.
- Tenés un mensaje de ayer a la noche. Mirá.
" Freddy, perdón si te hice enojar, fue sin querer. Podés salir un momento, me gustaría hablar con vos. María."

En ese momento entendí a qué se refería María cuando me preguntaba si había recibido el mensaje. Ahora tenía una motivación más.
- Vamos, empiecen! - nos gritó Andrew.  Nos miramos con Juan y en esa mirada nos dijimos todo: vamos a jugar en serio, es decir no pasarle la pelota a los franceses y ni hablar de Ben que era sobrenaturalmente malo.
Juan comenzó a correr hacia el arco contrario dejando rivales atrás. Por un momento me hizo a acordar al gol de Diego a los ingleses por lo que tuve que secarme una lágrima. De repente fue marcado por los dos hijos del nefasto Greg y me tiró un pase largo no sin antes ser derribado y caer al suelo. La pelota iba rápidamente hacia el arco donde atajaba Andrew y yo corrí hacia ella y Andrew hizo lo mismo. La pelota en el medio y los dos avanzando como dos trenes enfrentados en la misma vía. El único resultado posible era un monstruoso choque y eso fue lo que sucedió. Chocamos como animales y quedamos los dos tirados y mareados en el suelo. La pelota libre rodaba lentamente hacia el arco de los ingleses pero no iba a llegar a ser gol.
- No, Dios mío - pensé - si ahora se viene el contraataque estamos perdidos. Juan está en el suelo, los ingleses son un montón y Stephane y Ben son malísimos. Sin duda vamos a perder!.

Sin embargo me olvidaba de alguien... sí, el pequeño Antoine, incansable, atento, salvador, que corría hacia la pelota con el arco rival libre.
- Parenlo! - gritó desde el suelo, a mi lado, desesperadamente Andrew pero Antoine era más rápido y logró patear y fue gol! Gooooollll del Potato Crew. Corrimos todos y nos tiramos arriba del chiquito francés. Fue un abrazo inolvidable, fue una alegría que tendremos por siempre.



Unas horas más tarde, después de haber comido, nos alejamos con Juan a caminar un poco por las praderas de Canterbury, región en la que estábamos. Nos sentamos en la ruta desierta a apreciar el sol que se escondía en un muy lindo atardecer.

- Fizu… - me dijo después de unos minutos – Estuve pensado y estamos muy bien acá, pero no creo que vayamos a aprender mucho más.
Juan tenía razón. Tanto él como yo somos estudiantes de agronomía y una de las razones principales del viaje era aprender sobre el tema. El trabajo de las papas era muy interesante, pero todo lo que podíamos aprender ya lo habíamos aprendido en la primer semana.
- Es verdad...
- Entonces qué hacemos? - aquél momento fue hermoso. Esa clase de momentos en que uno toma importantes decisiones. Esas decisiones, a diferencias de otras, que son felices de tomar. Y lo mejor de todo, sentados, mirando el atardecer con mi único amigo argentino en Nueva Zelanda, mi compañero de viaje, mi compañero incondicional.
- Esta semana renunciamos y comenzamos con la segunda etapa de nuestro viaje.


lunes, 9 de mayo de 2011

Capítulo 10. Orsai, Bujías, Campamento y Adiós. (Primera Parte)


Empezaba la cuarta semana en Nueva Zelanda. Esto es como los noviazgos adolescentes, primero festejás cada semana cumplida, luego los meses y luego los años y luego nada.
Nos armamos de valor con Juan para ir a decirle al Gordo Greg que nos íbamos de su cochina granja. Preparamos un buen discurso explicando las razones de nuestra ida ya que pensábamos éramos los únicos empleados dotados con pulgares opuestos capaces de manejar el control remoto de la maquina de patata. Fuimos a hablar a su oficina y después de recitar todo nuestro discurso, el Gordo Greg nos dijo

- Bueno, de todas formas esta era su última semana con nosotros porque termina la temporada de cosecha y su trabajo termina acá.

Entonces comenzamos la última semana en Las Cabañas. Trabajamos como siempre pero esta vez más relajados que nunca porque cada vez había menos papata para almacenar, entonces teníamos un montón de tiempo muerto y charlábamos mucho con los viejos neocelandeses compañeros nuestros y con Ben.
 
Esa semana empezamos a buscar un nuevo trabajo y en internet encontré un aviso de un Club de rugby que necesitaba "granjeros rugbiers", el aviso no podía ser más indicado para nosotros salvo que fuera para "estudiantes de agronomía con pésimo nivel de inglés". Llamé por teléfono y después de hablar con un tal Byron o Barry (nunca entendí el nombre) efectivamente estaba interesado en contratarnos.
Stephane también querían trabajar en esto, entonces volví a hablar con este tipo (quien de ahora en más llamaré Bigotes) y me dijo que el equipo de rugby necesitaba muchos jugadores así que éramos todos bienvenidos a trabajar para el Club. Me dijo también que ganaríamos más plata de la que actualmente estábamos ganando y me preguntó en qué posiciones jugábamos, peso y otros detalles. El Club era en Tauranga, una ciudad bien al Norte de NZ, a más de 3000 Km. de donde estábamos en aquél momento.
Después de horas de discusión nos pusimos de acuerdo con el siguiente plan: íbamos a comprar una camioneta entre los 3 e íbamos ir hasta Tauranga en auto. El pequeño Antoine nos pidió de venir con nosotros pero no jugaría al rugby ya que en 10 días tenía su pasaje de vuelta a Francia.
Nuestra alegría y entusiasmo no podía ser mayor.
Esa semana María trabajaba en el turno noche por lo cual lunes y martes no nos cruzamos.
Al día siguiente trabajamos también muy tranquilamente y aquella tarde recibí un mensajito de texto que decía

"Freddy, esta noche esperame hasta que vuelva de trabajar. María"

El problema era que me tenía que acostar muy temprano para levantarme al día siguiente a las 6, así que decidí tomar una pequeñas siesta a eso de las 21 y despertarme a eso de la 1. Lamentablemente la siesta se hizo larga y me desperté a las 3 de la mañana. Fui al salón pero ya estaba vacío.
Al otro día le mandé en un mensajito diciendo

"María, ayer me quedé dormido, perdón. Te espero hoy a la 1"

Esta vez me eché una siesta también pero puse el despertador. Me desperté a la 1 y fui al salón pero María no estaba. Allí me explicaron que la alemana se sentía mal y se había vuelto antes del trabajo.
Al día siguiente recibí un mensajito que decía

"Mañana te quiero ver y darte todo"

Y con "darte todo" esperaba cualquier cosa excepto "eso que me dio"

Y así cayó el viernes, último día de trabajo para todos. Nos juntamos el Potato Crew a brindar en el salón y espontáneamente surgió la idea de despedirnos haciendo un campamento en una montaña muy linda.
Fue así que Juan, María, Stephane, Antoine, Sara y yo comenzamos con los preparativos para un campamento inolvidable.
Sin duda inolvidable para cada uno de nosotros.


jueves, 5 de mayo de 2011

Capítulo 11. Orsai, Bujías, Campamento y Adiós. (Segunda Parte)


Era un tarde muy feliz, en parte por el buen clima y el calor, en parte por haber renunciado y en parte por los preparativos del campamento. Pedimos prestada la camioneta del Gordo Greg, aquella que habíamos usado para trabajar todo aquél tiempo y con la que nos habíamos encariñado tanto.
Después del campamento nos íbamos directo a Christchurch a comprar nuestro nuevo auto, por esa razón armamos las valijas y tiramos todo en el baúl.
Procedimos a despedirnos de toda la gente de las cabañas y entre ellos, nuestros eternos rivales ingleses. Aquí sucedió algo muy extraño. Toda la mala onda y la competencia desleal que nos caracterizó por un mes desapareció por completo, y de repente éramos como muchos amigos en el tercer tiempo de un partido de rugby. Es decir, que nos entristeció un poco, tanto a ellos como a nosotros, el hecho de despedirnos. Nos dimos un abrazo con cada uno, e increíblemente, el abrazo más afectuoso y sincero que me di, no fue ni más ni menos que con Andrew.
Tomamos un mapa, nos subimos a la camioneta y encaramos para la montaña. María y Sara iban en su auto.
Tras una hora de manejar encontramos el lugar perfecto para acampar. Armamos tres carpas, un lindo fuego, cantamos canciones de Sui Generis y se vino la noche.
Cocinamos unas salchichitas, comimos manices y en un determinado momento las chicas se miran, van al auto y traen dos cajones de cerveza y alcohol de todo tipo.
Todos empiezan a tomar. A mi me dan algunas cosas pero era todo muy feo y apenas lo podía tragar. Las alemanas insistían para que bebiéramos.
Al rato empiezan los típicos juegos nabos de "verdad, consecuencia", " de quién gustás?" bla bla bla.
Pasaron las horas y Juan se pasó de rosca con el ron y se quedó dormido. Tiempo más tarde, en el momento que se acabaron los juegos Sara dijo
- Yo creo que ahora tenemos que tener sexo. Es decir una orgía.
Todos se miraron dudando. Sin duda las dos chicas parecían mas valientes que nosotros. De todas formas yo no me quise quedar atrás. Me hice el experimentado y dije
- Sí. Por qué no?
- Pero cómo hacemos? – preguntó tímidamente el pequeño Antoine.
- Es muy fácil - dije yo muy seguro - esto en Argentina es muy común. Nos metemos todos en la carpa, nos desnudamos, todos con todos, sal pimienta y ya está.
- Trajeron preservativos? – preguntó Sara. Antoine, Stephane y yo nos miramos confirmando que a ninguno se le había ocurrido traer.
- No importa - dijo rápidamente Sara - yo tengo cinco - mientras sacaba un paquete del bolsillo.
- Ah, esto es en serio - pensé. Todo sucedió muy rápido y en forma confusa. Nadie sabía si estábamos todos bromeando o no. Yo le hice upa a Antoine y en chiste lo tiré dentro de la carpa, que era solo para dos personas!
Sara saltó dentro de la misma como una chancha a un balde de trufas. Antoine, ante mi total desagrado, se desnudó y se empezó a revolcar con Sara.
Acto seguido Stephane se metió en la carpa y gritó susurrando
- Arreté! Antuán! Arreté! - y empezó todo alarmado a hablar en francés diciendo algo así como "no lo hagas sin preservativo" a lo que Antoine respondió también en francés algo así como "No me rompas las bolas, que hace como un año que no la pongo".
- Arreté! Antuán! Arreté! - volvió a gritar Stephane.
- Sí, hombre! Arremeta! Antuán! Arremeta! – le grité riendo dándole un chirlo en la cola al pequeño francés.
En ese momento María se metió en la carpa. Me miró unos segundos y... se puse a tranzar con Stephane.
No se si fue porque hacía mucho frío. No se si fue porque estaba en un campamento y tenía la ropa con olor a humo. No se si fue porque Juan se había despertado y me daba un poco de pena que se haya quedado afuera. No se si fue porque una orgía es divertida cuando uno es el único hombre. No se si fue otra cosa. El punto es que me di cuenta que no quería estar en la carpa con esa gente por lo cuál me levanté y me fui.
Juan estaba sentado mirando el fuego y me senté a su lado.
- Querés entrar a la carpa? – le pregunté.
- Nah…sale un olor horrible de ahí - respondió y nos quedamos mirando el fuego el silencio.
A los pocos segundos María, semidesnuda, asomó la mitad del cuerpo fuera de la carpa e indignada me preguntó
- Freddy, por qué te fuiste?
- No se
- Pensé que estabas de acuerdo con esto.
- Sí, yo también pero me equivoqué.
Me volví a sentar cerca del fuego y María me dio su peor cara de enojada. Luego se metió otra vez en la carpa. Nos quedamos ahí un rato largo mirando las brasas hasta que finalmente nos metimos en nuestra carpa solo unos minutos antes de empezar a escuchar los gritos de lujuria de María.

domingo, 1 de mayo de 2011

Capítulo 12. Orsai, Bujías, Campamento y Adiós. (Última Parte)


Si bien Juan y yo nos levantamos a la mañana siguiente de muy buen humor, los participantes de la orgía, una vez pasada la borrachera, estaban muy avergonzados y no decían ni una palabra.
Desarmamos las carpas, tiramos todo en el baúl de la camioneta y nos despedimos unos a los otros fríamente. Era muy raro.
Justo antes de subir al auto María me apartó y empezamos a charlar en voz baja sobre la noche anterior. Stephane, a solo unos pocos metros, nos miraba de reojo un poco incómodo y molesto.
- No se qué pasó anoche - dijo María.
- Ya está, no importa.
- Es que a veces uno toma alcohol y no piensa lo que hace.
- Todo bien, María.
- No, no entendés. Es que yo pensé que anoche querías estar conmigo. Vos me gustás.
En realidad me hubiese gustado explicarle que a mi también me gustaba y tenía muchísimas ganas de estar con ella, pero no con el culo peludo de un francés a 20 centímetros de mi cara. Sin embargo decirle eso en inglés me resultaba medio difícil, y además ya no tenía sentido. Por lo cual solo pude decir
- Adiós María.

Y nos despedimos exactamente de la misma manera que nos conocimos, estrachándonos las manos y mirándonos fijamente a los ojos. Habíamos estado conviviendo un mes, intentando estar juntos y sin nunca darnos un solo beso.
Juan, Stephane y Antoine ya estaban en la camioneta, me subí y encaramos para Christchurch.

Viajamos dos minutos en silencio hasta que Juan se empezó a reír y a comentar la escena de "Arreté, Antuán, Arreté".
Ninguno se pudo contener y estallamos en carcajadas. Ya éramos todos amigos otra vez.
Pusimos música y cantando y riendo llegamos una hora más tarde a Christchurch, adonde nos dirigíamos para comprar nuestra nueva camioneta para poder ir a Tauranga para trabajar y jugar al rugby en el Club de Bigotes.

Una vez en la ciudad fuimos a la calle donde todos venden sus camionetas usadas. Nosotros buscábamos una Van (tipo Scooby Doo) pero eran todas una porquería, todas costaban arriba de 3000 dólares y eran horribles. Encima todos los mochileros y hippies que las vendían vivían dentro de las camionetas y eran un asco. Todas estaban llenas de ropa sucia y mal olor. Sin embargo en un momento entramos al local de un mecánico que se llamaba Joe o John (nunca lo supimos) y que, semiológica e irónicamente, también tenía bigotes.

Joe o John nos mostró la única camioneta que tenía en venta y era realmente hermosa. Una Toyota con cambios automáticos modelo 90. Estaba impecable, todo eléctrico, dos techos corredizos, calefacción, super grande, super cómoda, era increíble, era amazing. Y además, solo costaba 2400 dólares. No dudamos, fuimos corriendo a un cajero automático, cada uno sacó 800 dólares de su cuenta y volvimos corriendo para comprarla.
Juan y yo nos subimos a la nueva Toyota mientras que Stephane y Antoine se subieron a la vieja y con los dos autos fuimos al galpón de papota a devolver la camioneta prestada.
Llegamos al galpón, dejamos estacionada la vieja y nos acomodamos en la nueva, no sin antes llenar el baúl con unos 70 kilos de papa (no exagero).
Y nuevamente, en nuestra nueva camioneta, los 4 integrantes del Potato Crew con todo nuestro equipaje y 70 kilos de papa en el baúl nos dirigimos a Christchurch a descontrolar la noche por última vez.
En el viaje Antoine comentó
- Tenemos que ponerle nombre a la camioneta
- Un nombre de mujer desde ya – aclaró Stephane.
- Tiene que ser un nombre que no solo describa a la camioneta, sino también el espíritu de nuestro viaje, de nuestra amistad, de nuestros inolvidables días en Nueva Zelanda...
- Qué les parece María? - propuso Stephane.
- Pero no seas pelotudo, hombre - le contestó Juan. Se produjo un silencio en el cual todos concentrados pensábamos nombres.
- Qué tal el nombre... Amazing?

A todos nos pareció perfecto. Nuestra camioneta se llamaba Amazing y todos la amábamos porque era nuestra, porque era especial, tal como la rosa del Principito.
Lo que nadie sabía todavía era que Amazing, como toda mujer hermosa, era un bomba de tiempo.

Capítulo 13 "Última noche antes de empezar el viaje a Tauranga, la ciudad donde trabajaríamos jugando al rugby"



Era sábado, estábamos con nuestra nueva camioneta en Christchurch y teníamos que buscar un lugar para pasar allí la noche. Encontramos un backpackers por 25 dólares kiwis por persona (1 kiwi casi 1 US$). Medio carongo pero muy paquete. En nuestra habitación éramos nosotros 4 y una chica.
- De dónde sos? - le pregunté.
- De Holanda - me respondió.
- De Holanda?! Guauuu! Yo viví seis meses con un holandés re loco con el cual íbamos a clases de judo, francés y salsa y jugábamos al Magic toda las noches. Se llamaba Joost Penninx. Lo conocés?
- No.

Como el único alimento que teníamos era papa fuimos al supermercado. Algo curioso de NZ es que absolutamente todas las casas son alfombradas y en todas las casas hay que sacarse los zapatos antes de entrar (como el Japón de las películas de Hollywood), por un lado es cómodo pero por otro lado hay que estar siempre atento a cuándo usar las medias sanas y cuándo usar las medias agujereadas. Inclusive en algunos bares hay  que sacarte los zapatos si están sucios con tierra. Lo más extraño es que, como a la gente le encanta estar descalza, se ven mujeres y hombres caminando en el supermercado totalmente descalzos. O gente descalza comiendo en el Mac Donalds. Con respecto a los precios todo es muy parecido a Argentina pero en dólar y hasta un poco más barato.
Por ejemplo el kilo de queso cuesta 10 dólares. El litro de leche $ 1,5, el kilo de arroz $ 1. Y el sueldo mínimo es $ 10 por hora. Así que por semana sacás por lo menos $ 450. Esto parece mucho pero no es tan fácil, ya van a ver.

Volvimos al hostel, nos dimos una ducha y fuimos a la cocina a preparar la cena. Allí conocimos a un suizo que después descubrimos que era gay. Lo invitamos a comer con nosotros, cociné arroz con papas al horno (ahora nos quedaban 68 kilos de papa).
En esta misma ciudad se encontraban dos amigas nuestras de la Facultad, llamadas Carla y Malena. Las metimos de canuto al hostel y se unieron a la cena. A los minutos una inglesa y un inglés (después descubrimos que era un alemán que hablaba muy bien inglés) se nos acercaron para sociabilizar y cenar con nosotros.
Finalmente con todo el Potato Crew, las argentinas, el suizo, la inglesa y el alemán nos fuimos a bailar al mismo boliche que habíamos ido durante los últimos 4 sábados, por lo cuál a las 3 de la mañana cortaron todo, encendieron las luces, largaron a los Storm Troppers y salimos corriendo como en la película Carrozas de Fuego.
Volvimos al Hostel y nos dormimos al toque. Al día siguiente nos esperaba el primer día del Potato Trip, una travesía de 3000 kilómetros, linda, larga y loca.


FIN DE LA PRIMERA PARTE