Era Viernes 28 de Marzo. Eran las seis de la tarde y justamente en seis horas salía nuestro avión de Ezeiza. Todavía no había hecho el bolso.
Como se me había muerto la computadora y estaba sin internet, entre el luto, el perro, la casa y el laburo no había tenido tiempo para nada, ni para planificar cuántos pares de media tenía que llevar ni para organizar una apropiada fiesta despedida.
De todas formas para mi interna y disimulada felicidad varios amigos, por motus propio, se acercaron a casa y las últimas horas en Buenos Aires las pasé con ellos.
Vinieron Hugo, Guille, el Lobo, la Morsa, Ernesto, Martín, Eugenia y Marcela.
Obviamente mi mamá y mi hermana Malena también estaban presentes.
Mientras yo charlaba con Hugo, mi madre y Guille me hicieron el bolso, y lo hicieron increíblemente bien. De alguna manera pudieron comprimir, cual mejor zip, toda mi ropa y mis cosas, haciendo que todo entrara en la mochila.
Nunca más pude lograr eso y ahora ando con mi mochila y varias bolsas de supermercado anexadas, como bolas de colores colgando en un arbolito de Navidad.
Una vez que ya era peligrosamente tarde me di el último beso con mi familia. Mi mamá lloró un poco y Malena se reía y era todo una confusión.
Ya solo con mis amigotes nos fuimos a comer una calabrezza espectacular a Los Cocos y de ahí nos fuimos volando en auto a Ezeiza (qué ironía).
Cuando llegamos al aeropuerto me encontré con Juan, mi compañero de viaje, a quien había acompañado toda su numerosa y cariñosa familia.
Juan estaba inquieto porque era la primera vez que viajaba en avión y yo recordé que no me había despedido del perro. Todo había pasado muy rápido.
Finalmente me di el último último abrazo con los chicos y me fui por el pasillo para abordar haciendo payasadas y contento de hacerlos reír.
No vale la pena contar cómo perdí el pasaporte entre el check in y la subida al avión, ni cómo no solo perdí el pasaporte sino también la campera. Lo que sí vale la pena contar es que muchas veces un simple viaje es una excusa perfecta para recibir unos cuantos abrazos y palabras de cariño y eso siempre es lindo. Siempre es lindo sentirse querido por otra gente.
6 comentarios:
Efectivamente recuerdo ese día con una gran emoción en el pecho. Hubiera querido ir a cenar, pero una serie de asusntos acamémico-administrativos me lo impidieron. Raras veces sucede, siendo que vive usté solo desde hace tiempo, que tengo la oportuniidad de ver a su madre y a su hermana juntas, por lo que cada vez que esto sucede me agarra como un revival-dejavú de lo que fueran muchos años de infancia compartida.
Alguien ya me contó el episodio de la campera. Un viaje suyo no puede comenzar de otra manera, francamente. Con muchos amigos y alguna vicisitú de esa índole.
Espero que nuevas anécdotas se multipliquen en este espacio. :D
Mon ami Federico,
je t'écris ce message alors que tu es assis à coté de moi, j'avoue que c'est un peu ridicule mais bon !! Juste un peit mot pour te dire mrci car usque là on s'est marré comme des fou et j'ai l'impression que ce n'est pas pret de s'arreter !!
Allez
A tout de suite !!
:)
Stéphane
Y como olvidar el detector de metales del aeropuerto, que detectó hasta la fizuhebilla del fizupantalón! Y como se desparramaron cientos de caramelos sobre el piso del aeropuerto! (... o al menos eso me contaron...) ... Por todos estos sucesos ocurridos en la despedida es que no tengo dudas de que las anécdotas se multiplicaran exponencialmente a lo largo del viaje!!!
Un abrazo.
Lobo.
Quiero creer que ya estás pensando en narrar las FizuAventuras en el país del Kiwi, con dibujos de Hugo. Libro, comic y película.
Hey Fizu!! Entiendo demasiado ese sentimiento!! Cuando uno se va en un viaje!!
Para mi es la mejor manera de crecer, madurar y conocerse uno como persona!
Mucha suerte en todo!
Aca sentire en sintonia!!
:)
Abrazo
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